miércoles, 23 de diciembre de 2009


Feliz Navidad



La Biblioteca de Redfield Hall comunica a sus amables lectores que permanecerá cerrada durante las entrañables fiestas navideñas. Con este motivo, les recordamos que no se dispensarán ni se recogerán libros en esta biblioteca hasta el día 8 de enero de 2010.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Ciencia del vampirismo en el siglo XVIII


En este tiempo de literatura vampírica y casi gótica, la biblioteca de Redfield Hall acoge un verdadero tratado sobre los redivivos de dientes afilados y aficionados a la hemoglobina. Augustin Calmet (1672-1757), monje benedictino y erudito de la exégesis bíblica, dedicó buena parte de su vida al estudio de formas físicas no convencionales: los ángeles, los demonios, los espíritus, las almas de los difuntos, los súcubos, etcétera. Años antes de investigar en profundidad la teoría de los revinientes, escribió un tratado sobre estas materias. Estos textos han sido, en realidad, los que le han procurado fama, pero el abad de Saint-Léopold merece reconocimiento también por su portentoso Comentario sobre el Antiguo y Nuevo Testamentos, al que dedicó veintitrés volúmenes y nueve años de aquel fructífero Siglo de las Luces.
En 1751 el abad Calmet dio a la prensa parisina su Tratado sobre las apariciones de espíritus, y sobre los vampiros, o los revinientes de Hungría, Moravia, etcétera. Este compendio, que inaugura la historia mítica del vampirismo, se considera la obra fundacional de este tipo de literatura y una referencia ineludible en la temática gótica. Los grandes del género, como los Shelley, Polidori, Sheridan Le Fanu o Bram Stoker, revisaron las teorías y, sobre todo, la abundante casuística del Tratado sobre los vampiros. En cualquier caso, el texto de Calmet no es sólo una retahíla de ejemplos y excusas eclesiásticas: es, ante todo, una asombrosa galería de relatos que se desenvuelven entre la realidad, el mito y el ensueño. Algunos de los títulos capitulares ya avanzan las maravillas que aguardan al lector: "Un hombre realmente muerto, ¿puede aparecerse con su propio cuerpo?", "Mujer sacada viva de la tumba", "Muertos de Hungría que sacan la sangre de los vivos", "Gentes que van en peregrinación después de muertos", "Brucolaco exhumado en presencia del señor de Tournefort" o "Muertos que en la tumba mastican como los cerdos y que devoran su propia carne".
La editorial Reino de Goneril propone una recuperación del texto de Calmet, publicada por Mondadori en 1991. En esta ocasión el Tratado sobre los vampiros se presenta en un formato poco usual (21x17) y con una llamativa ilustración de cubierta. Los editores han considerado conveniente ilustrar la obra con numerosas láminas en blanco y negro: puede entenderse que son las imágenes imprescindibles y clásicas de la imaginería vampírica. El afinado prólogo corre a cargo de Luis Alberto de Cuenca, especialista en este tipo de rarezas góticas.

Después de haber tratado en una disertación particular el asunto de las apariciones de los ángeles, de los demonios y de las almas separadas del cuerpo, la conexión de la materia me invita a hablar también de los revinientes, de los excomulgados que la tierra expulsa, según dicen, de su seno, de los vampiros de Hungría, de Silesia, de Bohemia, de Moravia y de Polonia, y de los brucolacos de Grecia.

Calmet, Augustin, Tratado sobre los vampiros [Traité sur les apparitions des esprits, et sur les vampires, ou les revenans de Hongrie, de Moravie, &c.], Reino de Goneril, [s. l.], 2009. Prólogo de Luis Alberto de Cuenca, traducción de Lorenzo Martín del Burgo. Rústica, 304 páginas.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Inventario de retahílas


En la misma línea de Historia de la belleza e Historia de la fealdad, Umberto Eco publica en Lumen El vértigo de las listas. El Museo del Louvre pidió al semiólogo italiano que organizara en el mes de noviembre de 2009 un ciclo de conferencias, exposiciones, conciertos, etcétera, sobre el tema que él quisiera. Y el señor Eco eligió las listas. Aunque era una idea que le rondaba la cabeza con cierta frecuencia (en sus obras aparecen listas en numerosas ocasiones), nunca se había dedicado a elaborar un registro detallado de las infinitas veces en que la historia de la literatura ofrece enumeraciones, repertorios y letanías. "El resultado de esta caza ha sido prodigioso, hasta el extremo de causar vértigo", explica Umberto Eco. Los orígenes de su querencia por las retahílas se remontan a su estudio de los textos medievales y a las novelas de James Joyce (especialmente, el cajón de la cocina de Leopold Bloom), aunque el modelo de lista por excelencia es el catálogo de las naves de la Ilíada de Homero, del cual parte este libro. Y desde el autor clásico, el señor Eco desgrana listas y más listas de autores especialmente aficionados a este recurso en sus obras —Borges, Calvino, Perec, Pynchon, Whitman, Rabelais— o que lo practicaron en algunas de ellas —Ariosto, Shakespeare, Cervantes, Twain—. La lista sería interminable.
Los veintiún capítulos de esta ingeniosa obra lujosamente ilustrada remiten a todo tipo de listas: elencos, listas visuales, listas de miriabilia, enumeraciones caóticas, listas no normales, colecciones, tesoros, listas de lo indecible, el catalejo aristotélico, listas de vértigos, letanías, etcétera, etcétera, etcétera.

Madre de la Iglesia, ruega por nosotros. / Virgen prudentísima, ruega por nosotros. / Virgen digna de veneración, ruega por nosotros. / Virgen poderosa, ruega por nosotros. / Virgen clemente, ruega por nosotros. / Virgen fiel, ruega por nosotros. / Espejo de justicia, ruega por nosotros. / Trono de sabiduría, ruega por nosotros. / Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros. / Vaso espiritual, ruega por nosotros. / Vaso honorable, ruega por nosotros. / Vaso insigne de devoción, ruega por nosotros. / Rosa mística, ruega por nosotros. / Torre de David, ruega por nosotros. / Torre de marfil, ruega por nosotros. / Casa de oro, ruega por nosotros. (De las Letanías lauretanas).

Eco, Umberto, El vértigo de las listas [Vertigine della lista], Lumen, Barcelona, 2009. Traducción de María Pons Irazazábal. Cartoné con sobrecubierta, 408 páginas. (Greenpeace acredita que este libro cumple los requisitos ambientales y sociales para ser considerado un libro "amigo de los bosques", porque está impreso en papel procedente de bosques gestionados con criterios ecológicos y sostenibles).

jueves, 26 de noviembre de 2009

Por fin, las hermanas Bennet


En los tiempos que corren, en los que el nombre de Jane Austen es víctima de un aprovechamiento desvergonzado y el título y la obra Orgullo y prejuicio se plagia con añadidos lastimosos por parte de ciertos aficionados a la subliteratura, en la biblioteca de Redfield Hall se celebra con gran alegría la publicación en Alba de Orgullo y prejuicio (éste sí, el verdadero y auténtico texto de la autora de Steventon). Esta exquisita y primorosa edición se ha mimado de principio a fin. Una hermosa imagen de un pavo real, procedente de un fresco del siglo XVII, aparece casi insólitamente en la cubierta, en la que, con toda seguridad, más de un lector habría esperado encontrar el lánguido retrato de una dama inglesa. En todo caso, esta "innovación" en la imagen de cubierta no dejará indiferente a los fieles seguidores de Alba. Las ilustraciones de este volumen, así como las capitulares (espectacular la de la página 13), se han tomado de la edición de Chiswick Press, Londres, de 1894, y son obra del irlandés Hugh Thomson (1860-1920), uno de los más afamados ilustradores de la época victoriana (dibujó las estampas de todas las novelas de Jane Austen, además de las de otros clásicos literarios). La historia de las hermanas Bennet no podía encontrar mejor acomodo que esta edición. Con la publicación de Orgullo y prejuicio, Alba prácticamente completa las obras de Jane Austen, a falta sólo de la ansiada edición de las aventuras de la señorita Woodhouse.
Jane Austen (1775-1817) escribió Orgullo y prejuicio en 1813. Comenzó a escribir desde muy joven, para deleite de su familia, y dejó tras su corta vida seis obras maestras, además de una novela inconclusa y algunos relatos de juventud. Alcanzó de inmediato una fama y un prestigio que no ha disminuido un ápice desde aquellas primeras décadas del siglo XIX. De ella dijo sir Walter Scott: "Esa joven dama tiene un enorme talento para describir las relaciones de sentimientos y personajes de la vida ordinaria, lo cual me resulta ciertamente maravilloso".

Es una verdad universalmente aceptada que todo soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa. Aunque apenas se conozcan sus sentimientos u opiniones cuando llega a un vecindario, esa verdad está tan arraigada en la imaginación de las familias circundantes que todas le consideran propiedad legítima de una u otra de sus hijas.

Austen, Jane, Orgullo y prejuicio [Pride and Prejudice], Alba Editorial, Barcelona, 2009. Traducción de Marta Salís, ilustraciones de Hugh Thomson. Cartoné con sobrecubierta, 424 páginas.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El difícil (y divertido) oficio de la servidumbre


El escritor irlandés Jonathan Swift (1667-1745) ha pasado a la posteridad por su simbólica obra Los viajes de Gulliver (1726), pero en su dilatada carrera literaria destacan otros muchos libros, algunos prácticamente desconocidos en la actualidad. La editorial Sexto Piso inicia felizmente la recuperación de varios de estos raros títulos (La batalla entre los libros antiguos y modernos e Historia de una bañera siguen esperando una publicación moderna). Instrucciones a los sirvientes vio la luz en 1731. Años después, en una edición de 1752, su editor, George Faulkner, indicó en la introducción que en realidad la obra no estaba terminada, porque Swift pretendía dedicarse a otras tareas de más enjundia. Esta hilarante galería de instrucciones a los más variopintos oficios domésticos —mayordomos, cocheros, mozas de cámara, mozos de cuadra, lecheras, doncellas, administradores de tierras, lavanderas y ayas, entre otros—, que el señor Swift tan bien conocía, aúna mordacidad e ingenio a partes iguales. Él mismo fue sirviente durante muchos años de su vida, como empleado del diplomático y escritor sir William Temple, en Inglaterra. Sus relaciones no fueron precisamente idílicas y en 1694 Swift regresó a Irlanda para ordenarse sacerdote. Más tarde, en 1696, se reconciliaron y Swift permaneció con él hasta su muerte, en 1699. Durante esos años se dedicó a escribir y después se consagró a su carrera religiosa y política. Tras ejercer variados cargos religiosos, finalmente fue nombrado deán de la catedral de San Patricio, en Dublín. "Estoy mortalmente harto de despedir y contratar sirvientes", dijo por aquellos años. Y en esta catedral está enterrado; él mismo redactó su hermoso epitafio: "Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, deán de esta catedral, en un lugar en que la ardiente indignación no puede ya lacerar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar a un hombre que fue un irreductible defensor de la libertad".

Los amos y las señoras suelen regañar a los sirvientes por no cerrar las puertas tras ellos, pero ni los amos ni las señoras tienen en cuenta que esas puertas hay que abrirlas antes de poder cerrarlas, y que abrir y cerrar puertas es doble trabajo; por tanto, lo mejor, lo más corto y lo más fácil es no hacer ni una cosa ni la otra. Pero, si insisten tanto en que cierres la puerta que no puedes olvidarlo con facilidad, da un portazo tan grande al salir que tiemble toda la estancia y que todo vibre en su interior, para que tu amo y tu señora adviertan que sigues sus instrucciones.

Swift, Jonathan, Instrucciones a los sirvientes [Directions to Servants], Sexto Piso, Madrid, 2007. Introducción de Colm Tóibín, traducción de Ismael Attrache. Rústica, 112 páginas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Laurel vuelve a casa


Eudora Welty (1909-2001) ganó el Premio Pulitzer en 1973 con esta novela, La hija del optimista, inédita hasta ahora en español, inexplicablemente. Impedimenta la publica en una cuidadísima edición, como acostumbra. A los detalles de siempre -exquisito diseño, excelente papel- se añade esta vez un precioso marcapáginas con la ilustración de cubierta.
La hija del optimista narra la historia de Laurel McKelva, una viuda de mediana edad que regresa a su ciudad natal con el fin de visitar a su padre enfermo, un juez ya retirado. En la casa familiar, en Mount Salus (Mississippi), vigilada de cerca por Fay, la segunda y joven esposa de su progenitor, Laurel se enfrenta a sus recuerdos de juventud y a los fantasmas del pasado. En el característico estilo adusto de la señora Welty, el lector disfrutará especialmente con los magníficos diálogos y la distintiva ambientación de las novelas sureñas.
Eudora Welty nació en Jackson, Mississippi, y allí residió prácticamente durante toda su vida, en una casa que sus padres construyeron y que en la actualidad acoge la Fundación Eudora Welty. Dedicada en principio a la fotografía, en los años cincuenta abandonó esta actividad para entregarse plenamente a la literatura. En 1936 publicó su primer cuento, Death of a Traveling Salesman. La escritora Katherine Anne Porter se fijó en él y se encargó del prefacio en su primer libro de cuentos, Una cortina de follaje (1941). Con su publicación, Eudora Welty se convirtió en una de las más aclamadas escritoras estadounidenses y su consagración como tal llegó con La hija del optimista. La editorial Lumen ha publicado sus Cuentos este año, en el que se conmemora el centenario del nacimiento de la escritora.

Desde la ventana de las escaleras pudo ver que las ramas del manzano silvestre se habían apresurado a verdear, todas salvo una, que estaba todavía cargada de flores. Ya habían quitado del salón las últimas flores del funeral: los tulipanes, que habían estado preciosos hasta que se les cayó el último pétalo. Sobre la chimenea pintada de blanco estaba el reloj: allí resistían, en sus respectivas posiciones alrededor de la esfera, las grullas en su círculo de luna, el mendigo con su linterna, el poeta en su catarata...

Welty, Eudora, La hija del optimista [The Optimist's Daughter], Impedimenta, Madrid, 2009. Prólogo de Félix Romeo, traducción de José C. Vales. Rústica con sobrecubierta, 232 páginas.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La doble vida de Jenny Blair


En una pequeña ciudad del estado de Virginia, dos familias se resisten a abandonar el barrio antaño de clase alta en el que siempre han vivido, cercado ahora por las fábricas. La reciente Guerra de Secesión las ha despojado de sus recursos económicos y se han quedado allí "para contemplar la invasión de la fealdad". Los Birdsong y los Archbald intentan que su vida transcurra de la mejor manera posible en un paisaje sucio, pútrido e impregnado constantemente de un terrible hedor (que casi se palpa y respira durante la lectura de la novela). Jenny Blair Archbald es el hilo conductor de la historia. Casi desde la infancia, Jenny Blair está enamorada del marido de la enfermiza señora Birdsong, la dama más bella de Virginia. Esta relación, prohibida y soterrada, está admirablemente descrita, al igual que la ceguera con la que el resto de los protagonistas asisten al desarrollo de los acontecimientos.
Ellen Glasgow (1873-1945) retrata certeramente la sociedad finisecular americana, sus conflictos, sus tragedias, sus inquietudes con realismo e ironía. Perteneciente ella misma a la aristocracia sureña, no duda en arremeter contra su decadencia y los prejuicios religiosos y sociales que la atenazan. La señora Glasgow se dedicó en exclusiva a la literatura: publicó su primera novela a los 24 años, The Descendant (inédita en español). A ésta siguieron, a lo largo de su vida, otras veinte, varias recopilaciones de poesía, cuentos y ensayos, además de su autobiografía, que se publicó de manera póstuma. Ganó el Premio Pulitzer en 1942, con la novela En esta vida nuestra.
La vida resguardada (1932) sale a luz por primera vez en español al cuidado de Espasa Clásicos, que cuenta ya en su moderno catálogo con magníficas ediciones puestas al día de algunos textos imprescindibles de la literatura universal. Como es habitual, la edición y la traducción de la obra se han cuidado lo necesario para que la lectura se convierta en todo un "placer sureño".

No, ella no había querido enamorarse. Ni siquiera, se repetía con actitud desafiante, había querido nacer. Algo más grande que ella misma la había atrapado con sus garras y se la había llevado. Y a pesar de lo mucho que había luchado por escapar, todavía la acosaba la angustia. Lo había apartado de su mente durante días, se había esforzado por no pensar en él ni siquiera en la oscuridad de la noche, había abordado con fervor las diversiones más triviales. Y luego, sin previo aviso, como el halcón se precipita sobre su presa, volvieron a atraparla la incertidumbre, la tristeza, el deseo frustrado.

Glasgow, Ellen, La vida resguardada [The Sheltered Life], Espasa Calpe, Madrid, 2008. Prólogo de la autora, traducción de Amado Diéguez Rodríguez. Cartoné con sobrecubierta, 344 páginas.

jueves, 29 de octubre de 2009

Los misterios de las montañas románticas


Nórdica Libros publica en su colección Otras Latitudes un volumen titulado Cuentos fantásticos que reúne tres narraciones de Ludwig Tieck: Eckbert el rubio, El monte de las runas y Los elfos. Con el primero, este escritor alemán inauguró una suerte de género literario denominado Novelle, fundamental en la literatura romántica alemana. Se trata de una novela corta que narra un hecho inaudito y un conflicto determina el curso de la historia. Tieck se inspiró en el folclore germano y en los cuentos de hadas tradicionales para escribir estos tres cuentos. Junto a los conceptos románticos por excelencia (lo sublime, lo tétrico y lo emocional), aparece el elemento maravilloso y fantástico como detonante de la tragedia y el drama.
Desconocido e ignorado en estas latitudes, el hispanista Ludwig Tieck (1773-1853) fue uno de los escritores fundamentales del Romanticismo alemán. Amigo desde la infancia de Wilhelm Heinrich Wackenroder, mantuvo una estrecha relación con Novalis, Fichte y Schelling. Dedicó buena parte de su vida a la novela y al teatro, y a trabajos de traducción. Tradujo El Quijote en cuatro volúmenes y también la obra completa de Shakespeare (con August Wilhelm von Schlegel). Se le atribuye la creación de uno de los primeros relatos sobre vampiros del Romanticismo: No despertéis a los muertos (h. 1800). Los últimos años de su vida se consagró al teatro y llegó a ser director del Teatro Real de Berlín.
El libro es el resultado de un trabajo realizado con mimo y cuidado: desde el prólogo de Hermann Hesse y la cubierta (un detalle del magnífico Paisaje de Riesengebirge, del inexcusable pintor romántico Caspar David Friedrich), hasta el característico colofón de Nórdica, que en esta ocasión celebra el aniversario del nacimiento de Lovecraft (como no podía ser de otro modo).

En una ocasión oí a mi anciano guardabosques contar cosas maravillosas de esa montaña que yo, tonto de mí, he olvidado; pero me acuerdo de que aquella noche tuve una sensación de miedo. Me gustaría subir allí arriba alguna vez, pues las luces son allí mucho más bellas, la hierba allí arriba tiene que ser muy verde, el entorno muy peculiar... también puede ser que allá en lo alto se encuentre alguna que otra maravilla de tiempos remotos.

Tieck, Ludwig, Cuentos fantásticos [Der blonde Eckbert, Der Runenberg, Die Elfen], Nórdica Libros, Madrid, 2009. Prólogo de Hermann Hesse, traducción y epílogo de Isabel Hernández. Rústica, 152 páginas.

jueves, 22 de octubre de 2009

Cartas de la mujer recluida


Desafortunadamente, no parece que el género epistolar tenga el hueco que merece en la historia de la literatura, y eso a pesar de que numerosos y magníficos autores hicieron uso de él y sus biografías carecerían de sentido si no se leyera y estudiara detenidamente su correspondencia. De Emily Dickinson se sabe que es una excelsa poeta; con la publicación de sus cartas, Lumen da a conocer la extraordinaria peripecia vital de esta dama.
Desde los primeros años del siglo XIX, la puritana Nueva Inglaterra bullía en creatividad. Durante varias décadas coexistieron en esta región autores de la talla de Nathaniel Hawthorne, Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Helen Hunt y Emily Dickinson, y junto a ellos, en Nueva York, Herman Melville y Walt Whitman, entre otros.
Emily Dickinson nació en 1830 en la preciosa población de Ahmerst, en Massachusetts, en el seno de una acomodada familia de estrictas creencias protestantes. Estudió en Ahmerst College (que fundaron su padre y su abuelo) y en el seminario para señoritas Mount Holyoke, pero su delicada salud le impidió terminar sus estudios y a los dieciocho años regresó a su pueblo natal. No mejoró con el paso de los años y a los treinta, después de fallecer dos personas muy importantes para ella (el reverendo Charles Wadsworth y su amigo Benjamin Franklin Newton), se recluyó en la casa de sus padres y ya no volvió a salir. Encerrada prácticamente en una habitación, se dedicó a escribir poesía y cartas para manteners en contacto con sus seres más queridos: sus hermanos (Austin y Lavinia), su cuñada Susan y sus amigos. Convencida de su vocación poética, envió algunos poemas a Thomas Higginson, la persona a la que consideraba su preceptor: "¿Está usted demasiado ocupado para decir si mi Verso está vivo?". Por desgracia, el señor Higginson no acertó a comprender la sublime poesía de Emily y le desaconsejó su publicación. Esto provocó que apenas dejara leer sus poemas a nadie, pero no cejó en su empeño y siguió escribiendo. Los últimos años de su vida se vistió solamente de color blanco. Falleció en 1886. Poco después de su muerte, su hermana Lavinia descubrió en la habitación en la que había estado encerrada cuarenta volúmenes encuadernados artesanalmente que atesoraban ochocientos poemas.
La excelente selección, traducción y edición de las cartas de Emily de la mano de Nicole d'Amonville Alegría (responsable asimismo de 71 poemas, también en Lumen, publicado en 2003) ratifican la calidad humana y literaria de una de las mejores poetisas de todos los tiempos, sólo reconocida como tal después de su muerte.

¡Qué peligro es una Carta! Cuando pienso en los Corazones que ha barrenado y hundido, casi temo alzar la Mano hasta una mera Sobrescripción.
¡Qué peligro es un Acento! Cuando pienso en los Corazones que ha barrenado y hundido, apenas oso elevar la voz hasta un mero Saludo.

Dickinson, Emily, Cartas [Selected Letters], Lumen, Barcelona, 2009. Edición, traducción y prólogo de Nicole d'Amonville Alegría. Cartoné con sobrecubierta, 296 páginas.

martes, 13 de octubre de 2009

La dama de la furgoneta: "Visiones auténticas, cosas de importancia"


Miss Shepherd se compró una furgoneta en 1965, "para meter sus cosas". Aunque era de color marrón, cuando se instaló con ella en Gloucester Crescent, la había pintado de color amarillo. Llevaba varios años deambulando por el barrio, vendiendo octavillas que ella misma escribía y lápices, acodada en su furgoneta, cuando pidió ayuda a Alan Bennett: había visto una serpiente y temía que entrara en su vehículo. El señor Bennett acudió en su auxilio, movió la furgoneta de calle y le ofreció una taza de té. Todos los días le ocurría algún incidente a la anciana Miss Shepherd o a su furgoneta, perturbando la tranquilidad que el señor Bennett necesitaba para escribir. En 1974, en vista de los peligros que acechaban a la mujer y a su furgoneta, Alan Bennett le sugirió que podía instalarse en su jardín. Y allí, en medio del jardín del señor Bennett, se acomodó Miss Shepherd en su furgoneta repleta de harapos, cacharros, basura y polvos de talco (para mantener la higiene) hasta que la dama falleció. La dama de la furgoneta narra en forma de diario la extraordinaria relación que establecieron Alan Bennett y la excéntrica Miss Shepherd durante todos esos años y su vida casi en común.
La editorial Anagrama, con sus inconfundibles cubiertas amarillas, que acaban de cumplir cuarenta flamantes años, publica este magnífico y tierno relato de Alan Bennett cuando los lectores aún estaban disfrutando de la maravillosa sorpresa titulada Una lectora nada común, del mismo autor y publicada el año pasado: una obra encantadora en la que la reina Isabel de Inglaterra descubre su afición a la lectura.
Alan Bennett (Leeds, 1934) es un conocidísimo dramaturgo, guionista, actor y escritor inglés. Comenzó su carrera teatral en 1960 en el Festival de Edimburgo y siempre ha combinado sus trabajos en teatro con la radio y la televisión, y en los últimos diez años con la literatura. En el año 2003 recibió el British Book Award por toda su obra y fue calificado como "our national treasure". Publicó La dama de la furgoneta en 1989 y en 2009 presentó en la radio, en la BBC, una nueva versión de esta obra, con la espléndida actriz inglesa Maggie Smith en el papel de Miss Shepherd y Alan Bennett interpretándose a sí mismo.

La caridad en Gloucester Crescent adopta formas refinadas. Los editores de al lado van a publicar una obra clásica y para celebrarlo organizaron anoche una cena romana. Esta mañana han visto a la au pair llamando a la ventanilla de la furgoneta con una bandeja de sobras romanas. Pero no es fácil ayudar a Miss Shepherd. Ayer, pasada la medianoche, la vi subir la calle a zancadas, blandiendo su bastón y diciéndole a alguien que se largara. Luego oí una voz de clase media que se retiraba diciendo quejumbrosamente: "Yo sólo le he preguntado si se encontraba bien".

Bennett, Alan, La dama de la furgoneta [The Lady in the Van], Anagrama, Barcelona, 2009. Traducción de Jaime Zulaika. Rústica, 96 páginas.

martes, 6 de octubre de 2009

Excéntricos ingleses


La escritora inglesa Edith Sitwell fue una de las damas más excéntricas de su época. Nació en 1887 en Scarborough, en la casa solariega de su aristocrática familia. Siempre mantuvo una relación tormentosa con sus padres, no así con sus hermanos, Osbert y Sachaverell, que se dedicaron también a la literatura. El aspecto físico de Edith recordaba vagamente a la reina Isabel I, era muy alta, acostumbraba a vestirse con prendas que, cuando menos, llamaban la atención de sus contemporáneos -trajes de brocado y de terciopelo, turbantes dorados- y se adornaba con numerosas joyas (actualmente expuestas en el Victoria and Albert Museum de Londres). Su carrera literaria se centró sobre todo en la poesía, pero sus versos fueron tan vilipendiados como su aspecto físico, aunque a ella nunca le amedrentaron estos ataques, que devolvió la mayor parte de las veces de manera virulenta. En 1954 fue nombrada Dama de la Orden del Imperio Británico. Falleció diez años después.
Su libro Excéntricos ingleses, publicado en 1933, fue un gran éxito, y con el tiempo se ha convertido en una obra de culto. La galería de personajes que retrata es, sencillamente, disparatada y deliciosa: ermitaños, charlatanes, nobles, vejestorios, curanderos, viajeros. Sir Robert Mackworth, por ejemplo, conducía siempre un faetón con cuatro caballos de diferentes colores y pintaba las ruedas del carruaje de acuerdo con los colores de los equinos; el naturalista Charles Walton se paseaba por sus tierras montado en un cocodrilo; el doctor George Fordyce se alimentó durante veinte años como un león, animal al que admiraba y al que dedicó parte de sus estudios de anatomía comparada.
La editorial Lumen publica por primera vez en español la versión íntegra de esta obra, ilustrada con los dibujos originales de su primera edición inglesa. Se ha elegido para la cubierta el retrato de Edith Sitwell que pintó Roger Eliot Fry en 1915.

Otro clérigo de la misma especie fue el reverendo Trueman, de Daventry. Feliz por la posesión de más de una rectoría, como la de Bilton, donde en otra época vivió Addison, este anciano parsimonioso, cuyos ingresos anuales habían sido de cuatrocientas libras, dejó al morir cincuenta mil. Su cargo de rector le fue de gran ayuda, pues cuando visitaba las granjas a fin de administrar auxilio espiritual podía robar nabos en los campos por los que pasaba camino de su pío cometido. Tras administrar los auxilios, pedía un trozo de tocino para hervirlo con los nabos. Nunca le negaban la humilde dádiva, y si la mujer del granjero volvía un momento la espalda, dejando el tocino al alcance del clérigo, éste sacaba su cortaplumas y robaba una segunda pieza. Cuando las ropas del señor Trueman necesitaban un zurcido, se las arreglaba para que le sorprendiera la noche en una de las granjas más ricas de su parroquia...

Sitwell, Edith, Excéntricos ingleses [English Eccentrics], Lumen, Barcelona, 2009. Traducción de Jordi Fibla. Cartoné con sobrecubierta, 440 páginas.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Frankenstein: la pesadilla de la joven Mary Wollstonecraft

Casi aterra pensar que el germen del que se considera uno de los grandes mitos modernos, Frankenstein, fue concebido por la imaginación de una joven de apenas diecinueve años: Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851). Durante el extraño verano de 1816 (llamado "el año sin verano", precisamente, porque las circunstancias climatológicas fueron realmente adversas, quizá como consecuencia de la erupción del Tambora), Mary y su amante, el poeta Percy Bysshe Shelley, visitaron a su amigo lord Byron en Suiza. En la mítica Villa Diodati, donde estaban alojados, pasaban los días leyendo relatos de terror, dado que las enojosas lluvias y el frío impedían paseos y excursiones. Una noche, Byron propuso a sus huéspedes y a su médico personal, el doctor Polidori, idear el cuento más terrorífico que pudieran imaginar, y Mary soñó y creó Frankenstein. La joven comenzó a escribir su relato meses más tarde y recurrió a su marido para que corrigiera el texto. Esta versión conjunta, de Mary y Percy, publicada en 1818, es la que ha llegado a nuestros días. Hasta ahora.
El profesor norteamericano Charles E. Robinson, especialista en literatura romántica anglosajona, descubrió en la Biblioteca Bodleiana de Oxford el manuscrito primigenio de Frankenstein que redactó su autora, Mary, con las anotaciones y añadidos de Percy. En un trabajo ímprobo, consiguió delimitar qué pertenecía a la mano de Shelley y qué correspondía a su joven esposa, estudiando sus caligrafías, las imperfecciones del papel, las marcas de agua, etcétera.
Espasa Clásicos publica en un solo volumen el Frankenstein que elaboraron Mary y Percy y la versión inédita de Mary, ésta en páginas tintadas en un elegante tono gris que se advierte a primera vista. Se trata de una cuidadísima edición que satisfará las exigencias de los especialistas, cumplirá a la perfección con el lector común y asombrará a los fans de la novela de terror. La moderna, impactante y espléndida cubierta anticipa la magnífica labor que atesoran sus páginas: una ajustada traducción, notas de precisión textual e históricas y una esmerada y prolija tarea tipográfica que permite distinguir los añadidos, las supresiones y los cambios del borrador original. Finalmente, el volumen se completa con todos los textos imprescindibles que enmarcan la obra (cartas, prólogos, introducciones históricas, etcétera). No es difícil aventurar que este Frankenstein marcará un antes y un después en la publicación de este clásico.

Ya has leído esta extraña y aterradora historia, Margaret, ¿y no sientes que se te hiela la sangre de horror, como se me congela incluso a mí en este preciso instante? A veces, atrapado en un repentino ataque de angustia, no podía continuar su relato; en otras ocasiones, su voz, quebrada y emocionada, profería las palabras que he transcrito. Sus hermosos y encantadores ojos ahora se encendían de indignación, ahora se apagaban hasta el abatimiento más penoso y una infinita desdicha.

Wollstonecraft, Mary y Shelley, Percy B., Frankenstein [Frankenstein, or the Modern Prometheus. The Original Two-Volume Novel of 1816-1817 from the Bodleian Library Manuscripts], Espasa Calpe, Madrid, 2009. Edición e introducción de Charles E. Robinson; traducción de José C. Vales. Cartoné con sobrecubierta, 400 páginas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Nancy Mitford: el triunfo del humor inglés


Después de publicar las espléndidas Amor en clima frío, A la caza del amor y La bendición, de Nancy Mitford (1904-1973), Libros del Asteroide nos deleita con la divertidísima No se lo digas a Alfred. De nuevo nos encontramos con algunos de los deliciosos e hilarantes personajes que ya aparecían en sus anteriores novelas, esta vez en París, adonde se trasladan Fanny y Alfred cuando a éste lo nombran embajador de Inglaterra en la capital francesa. Fanny tendrá que lidiar con todo tipo de extravagantes situaciones y delirantes aristócratas en su condición de esposa del embajador, y no sólo eso: también deberá ocuparse de solucionar los problemas sentimentales de sus amigos y reparar los desmanes de sus hijos. Su vida en la embajada está a años luz de su anterior y apacible existencia oxoniense.
Como nos tiene felizmente acostumbrados, Nancy Mitford exhibe en esta novela su chispeante ingenio y su despiadada sátira de los círculos sociales más elevados, que conocía muy bien. Hija primogénita del barón de Redesdale, su infancia transcurrió entre clases de francés y de equitación. Desde joven se dedicó a escribir y mantenía una columna diaria en el London Sunday Times. En 1933 se casó con el aristócrata Peter Rodd; fue una unión condenada al fracaso: su marido era infiel por naturaleza y el trabajo no le gustaba en exceso. Después de la guerra, se trasladó a vivir a París con el coronel francés Gaston Palewski, relación que terminó cuando éste se enamoró de otra aristócrata. Con el tiempo, Nancy se convirtió en todo un personaje de la sociedad parisina y era muy apreciada por su fino sentido del humor.
Las hermanas Mitford -Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah- conforman una de las sagas más excéntricas que ha dado la aristocracia inglesa. La biblioteca de Redfield Hall guarda en sus anaqueles el maravilloso The Mitfords. Letters Between Six Sisters (HarperCollins, Londres, 2007), a la espera de que algún editor, más pronto que tarde, se atreva a publicarlo en español.

Aquí hay una pareja que se llama Tournon. Son mariposas mundanas, guapos, encantadores, perfectamente inútiles. Son los Tournon verdaderos. Pero hay otros Tournon. Él es diputado, un joven brillante especializado en el mundo de las finanzas, muy trabajador, ambicioso, subsecretario en el Parlamento. Su mujer es una física prominente. A pesar de que él parece predestinado a ser primer ministro y de que es probable que ella acabe ganando el Premio Nobel, en todo París se les conoce como los "falsos Tournon". Pues bien, si hubieses invitado a las dos parejas, según el protocolo, los Tournon falsos, elegidos por el pueblo, deberían tener prioridad sobre los otros Tournon. Entonces los Tournon verdaderos pondrían sus platos al revés y dirían: "Il y a un erreur". Ya veo que lo has entendido perfectamente.

Mitford, Nancy, No se lo digas a Alfred [Don't Tell Alfred], Libros del Asteroide, Barcelona, 2009. Traducción de Milena Busquets. Rústica, 312 páginas.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Una reunión en el querido y delicioso Wessex


Los miembros del Club de Naturaleza y Arqueología de Wessex, reunidos en un museo municipal, se disponen a comenzar una de sus sesiones de trabajo, que habitualmente versan sobre "mariposas deformes, cuernos de buey fosilizados y montículos de excrementos prehistóricos". No sólo imparten conferencias, también programan excursiones por los alrededores. Una inesperada tormenta les impide moverse del museo durante el fin de semana, situación que aprovechan para aplicarse a uno de sus divertimentos preferidos: narrar las sorprendentes y entretenidas historias de Un grupo de nobles damas. El resultado es una sucesión de breves narraciones a la altura literaria del siempre genial Thomas Hardy.
Thomas Hardy (1840-1928) trabajó en su juventud como arquitecto hasta que abandonó este oficio para dedicarse a la literatura. Una de sus primeras novelas, Lejos del mundanal ruido, le procuró un gran éxito. Empezó entonces a codearse con otros autores, como Henry James o Robert Browning, y pronto obtuvo prestigio y solvencia económica con sus siguientes obras. Cuando publicó Jude el oscuro, una de sus mejores novelas, la crítica le vapuleó. Como consecuencia, Hardy tomó la decisión de no volver a escribir prosa y se dedicó a la poesía hasta su muerte. Su cuerpo reposa en el llamado Rincón de los Poetas, en la abadía de Westminster, aunque su corazón descansa en la tumba de su primera esposa.
Alba Editorial añade la magnífica Un grupo de nobles damas a la nómina de obras que ya ha publicado de Thomas Hardy: El alcalde de Casterbridge, Jude el oscuro y Lejos del mundanal ruido. El gusto por la estética dieciochesca, marca de la editorial, se vislumbra ya en la cubierta, con una imagen de la condesa Lavinia Spencer, retratada por sir Joshua Reynolds en 1781. Sólo es un pequeño aperitivo de las grandes satisfacciones que estas páginas depararán al lector.

Llegó la temporada en que era costumbre entre las familias distinguidas visitar los balnearios, y sir Ashley persuadió a su esposa para que lo acompañase con Dorothy. Todas las personas de renombre acudirían ese año a la cita. De esa misma región de Inglaterra irían muchos conocidos, entre otros lord y lady Purbeck, el conde y la condesa de Wessex, sir John Grebe, los Drenkhard, lady Stourvale, el anciano duque de Hamptonshire, el obispo de Melchester, el deán de Exonbury y otras luminarias menores de la corte, el púlpito y la campiña.

Hardy, Thomas, Un grupo de nobles damas [A Group of Nobles Dames], Alba Editorial, Barcelona, 2009. Traducción de Catalina Martínez Muñoz. Rústica, 312 páginas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Las vírgenes sabias: cruel retrato de familia


Cuando Enrique Redel, al frente de Impedimenta, y sus compañeros del grupo Contexto comenzaron a publicar, los lectores supieron que se empezaban a editar textos con la pasión y el interés que el oficio requiere. Después de muchos títulos y experiencias, Impedimenta propone ahora Las vírgenes sabias, de Leonard Woolf. Todos los detalles están cuidados: en la sobrecubierta, un magnífico óleo del pintor prerrafaelita John Everett Millais (1829-1896), famosísimo por su Ofelia, recibe al lector junto a la elegante y sobria tipografía inconfundible de Impedimenta. (El lector no debe olvidar retirar la sobrecubierta y admirar el retrato de las gemelas Kate y Grace Hoare).
Las vírgenes sabias (1914) es un certero y cruel retrato de la sociedad inglesa de la época, con sus miserias y prejuicios. La historia gira en torno al joven y atormentado Henry (trasunto del autor) y sus relaciones: las que establece en Londres con las hermanas Lawrence, libres, intelectuales, estimulantes; y las que entabla en el barrio de las afueras en el que reside con la familia Garland, cuyos miembros le resultan aburridos, embusteros y patéticos.
Leonard Woolf (1880-1969), conocido sobre todo por ser el marido de Virginia Woolf, fue uno de los componentes del célebre Círculo de Bloomsbury. Se casó con la escritora en 1912 y apenas un mes después de su boda comenzó a escribir esta novela. Camilla, una de las hermanas Lawrence, es el álter ego de Virginia. Cuando ésta leyó el manuscrito, sufrió uno de sus primeros ataques nerviosos, y cuando se publicó, la propia familia del autor le retiró la palabra, porque sus miembros se vieron cruelmente ridiculizados en el relato: había expresado en él todo aquello que se veía incapaz de proclamar en el mundo real e hipócrita en el que vivía.

Era una tarde de junio en el suburbio de Richstead. Sobre el jardín de los Garland se derramaba el calor del verano. La señora Garland no era una virgen en el sentido estricto de la palabra, pero sí era una viuda con cuatro hijas todavía puras [...]. El jardín no contenía trazas de elemento masculino alguno. No podían apreciarse lugares donde la tierra apareciera desnuda, señalando o ensuciando el césped cuadrado y perfecto. [...] El orgullo de la señora Garland y de Ethel, May y Gwen era el espectáculo ofrecido por los dorados lirios del valle y las rosas ordenadas en los círculos y las medias lunas, los cuales, tras una seria consideración, habían sido recortados en el césped. En éste, los lirios destacaban como vírgenes y las rosas florecían.

Woolf, Leonard, Las vírgenes sabias [The Wise Virgins], Impedimenta, Madrid, 2009. Traducción e introducción de Marian Womack. Rústica con sobrecubierta, 328 páginas.

viernes, 28 de agosto de 2009

Bartleby: el redescubrimiento de un personaje genial


Nórdica Libros publica esta pequeña joya literaria, Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, ilustrada por Javier Zabala, Premio Nacional de Ilustración en el año 2005. La editorial Nórdica, dirigida por Diego Moreno, comenzó su trayectoria publicando autores escandinavos y pertenece al grupo Contexto, una de las sorpresas editoriales más agradables de los últimos años.
Unas preciosas guardas de color naranja preceden al texto de Melville, publicado por primera vez, de manera anónima, en dos números de la revista Putnam's Magazine en 1853. Relata la historia de un copista que comienza a trabajar en el despacho de un abogado de Wall Street. Un día, ante cierta petición del letrado, el nuevo empleado profiere una contestación sorprendente: "Preferiría no hacerlo". El abogado, que es también el divertidísimo narrador del cuento, da rienda suelta a todas sus tribulaciones y reflexiones personales a propósito de Bartleby y su desolador futuro.
El neoyorquino Herman Melville (1819-1891), autor de la inmortal tragedia Moby Dick (1851), era un verdadero especialista en la narración de dramas psicológicos. Tanto en la historia del capitán Acab como en esta pequeña peripecia de Wall Street, el escritor hace gala de su habilidad a la hora de desarrollar conflictos no siempre fáciles de interpretar y resolver.

¿Quieren que lo admita? El desenlace de todo esto fue que pronto se instituyó en la oficina, como algo definitivo, que un joven y pálido escribiente, de nombre Bartleby, tenía allí un escritorio; que copiaba para mí a la tarifa normal de cuatro centavos el folio -las cien palabras-, pero estaba exento siempre de revisar el trabajo que hacía [...]; además, nunca, bajo ningún concepto, se mandaría a Bartleby a un recado, aun el más nimio, fuese del tipo que fuese; y más aún, si se le rogaba que se ocupase de algo así, se entendería que por lo general preferiría no hacerlo. En otras palabras, se negaría categóricamente.

Melville, Herman, Bartleby, el escribiente [Bartleby the Scrivener: A Story of Wall Street], Nórdica Libros, Madrid, 2008. Traducción de Mª José Chuliá García, ilustraciones de Javier Zabala. Rústica, 120 páginas.

Las torres de Barchester: pequeños conflictos en la campiña inglesa


Espasa Clásicos, en su logrado afán por recuperar grandes títulos de la literatura universal, ha publicado Las torres de Barchester, del escritor victoriano Anthony Trollope. La editorial lo entrega a las librerías en un formato elegante y con una cubierta ciertamente exquisita (con la imagen de un óleo de J. I. van Ruisdael).
Esta novela pertenece a la serie denominada Crónicas de Barchester, seis obras ambientadas en el imaginario condado homónimo. Con pluma fina e irónica, Trollope disecciona meticulosamente en Las torres de Barchester (1857) las vidas de un grupo de clérigos rurales y de la aristocracia provinciana (gentry) que gira a su alrededor. Parroquias, favores, beneficios, rentas y malentendidos amorosos perturban la aparente apacible existencia de unos personajes que no escapan a la sátira de su creador.
Considerado uno de los grandes novelistas de la Inglaterra del siglo XIX, Anthony Trollope (1815-1882) fue supervisor postal de Correos, circunstancia que le permitió viajar por numerosos países. Pasará a la historia, además de por sus magníficas novelas (imprescindibles en cualquier biblioteca aseada), por ser el inventor de los famosos buzones de color rojo que todavía hoy pueden verse en las calles del Reino Unido.

El autor se atreve a rechazar esa tradición que viola la confianza entre él y sus lectores al mantener como un misterio, casi hasta el final del tercer volumen, el destino de su personaje favorito. Aunque, en realidad, cosas aún peores se hacen con frecuencia. ¿No se han utilizado a menudo los más profundos esfuerzos del genio para engañar las aspiraciones del lector, suscitar falsas esperanzas, falsos temores y dar lugar a expectativas que jamás se van a cumplir? ¿No se siembran promesas a partir de deliciosos horrores y, en su lugar, el escritor sólo ofrece las más vulgares realidades en su capítulo final? ¿Y no hay una especie de engaño en todo esto, un engaño que la honradez de la época moderna no debería tolerar?

Trollope, Anthony, Las torres de Barchester [Barchester Towers], Espasa Calpe, Madrid, 2008. Traducción de José Miguel y Cándido Santamaría; edición de José C. Vales. Cartoné, 507 páginas.

La nueva Grub Street: una novela de novelistas


Alba Editorial, en su colección Clásica Maior, dirigida por Luis Magrinyà, ha publicado La nueva Grub Street, novela hasta ahora inédita en español. Escrita en 1891 por George Gissing, su título hace referencia a la calle londinense en la que medraban escritores y periodistas para intentar hacerse un nombre en el mundillo literario de la época.
La novela narra la vida y desgracias de dos escritores de muy distinta fortuna. Jasper Milvain escribe "basura, pero de muy buena calidad" y Edwin Reardon lucha por sobrevivir, sin dinero ni amigos, e intenta escribir lo que el mercado demanda abandonando su impecable trayectoria literaria. Las miserias editoriales abocan a ambos personajes a una relación díficil, cuya situación se agrava con la noticia de una inesperada herencia.
George Gissing (1857-1903) alcanzó el éxito precisamente con esta obra. Sus comienzos en la literatura fueron difíciles. A pesar de la humilde situación económica de su familia y huérfano de padre desde los trece años, consiguió estudiar en el Owens College de Manchester. Sin embargo, pronto fue expulsado: robó dinero para ayudar a una prostituta, con la cual huyó a Estados Unidos y allí se casó con ella. Cuando volvió a Inglaterra, un año después, se empleó como tutor y comenzó a escribir. Su matrimonio fue un completo sufrimiento hasta la muerte de su mujer, en 1888. Considerado uno de los mejores autores victorianos, escribió numerosas novelas, relatos y ensayos. Su otra obra fundamental es Mujeres sin pareja (1893), publicada también por Alba Editorial, con traducción de Alejandro Palomas.

Oh, si crees que eres una George Eliot, empieza cuando quieras. Pero no creo que estés tocada por el genio. La gente tiene metido en la cabeza el viejo prejuicio de que uno debe escribir al dictado del Espíritu Santo. Te digo que escribir es un negocio. Coge media docena de libros de escuela dominical fáciles de leer, descubre la clave de cómo están escritos, búscales nuevos alicientes y ponte a trabajar metódicamente, unas cuantas páginas al día. No se trata de buscar la inspiración divina, eso pertenece a otra esfera de la vida. Hablamos de la literatura como negocio, no de Homero, Dante o Shakespeare.

Gissing, George, La nueva Grub Street [New Grub Street], Alba Editorial, Barcelona, 2007. Traducción de Miguel Temprano. Cartoné, 556 páginas.