miércoles, 22 de diciembre de 2010

So this is Christmas!


Los pupitres de la Biblioteca de Redfield Hall ya están vacíos. Todos nuestros lectores, becarios e investigadores han hecho las maletas y han regresado a casa con los suyos. Nos disponemos, por tanto, a cerrar las ventanas del salón principal, del gabinete, de las salas de lectura y del salón de té para que nuestros libros tengan algún sosiego en la oscuridad y el silencio antes de que regresen nuestros bulliciosos lectores.
La bibliotecaria de Redfield Hall les desea a todos una muy feliz Navidad y un próspero año 2011 lleno de buenas lecturas.
Les dejo con este villancico moderno a cargo de John Lennon.


domingo, 19 de diciembre de 2010

Recuerdos de Navidad de Dylan Thomas


La editorial Nórdica saca a la luz, con las primeras nieves y la luminaria navideña, un título imprescindible para estas fechas: La Navidad para un niño en Gales, del escritor galés Dylan Thomas. El texto se presenta en una cuidada edición en versión bilingüe y acompañado de unas evocadoras ilustraciones a cargo de Pep Montserrat, por las que obtuvo en 2008 el Premi Junceda de la Associació d'Il·lustradors de Catalunya. Como es habitual, Nórdica apoya el lanzamiento de esta obra con un estupendo vídeo (abajo) en su renovada página web.
La Navidad para un niño en Gales fue originalmente una pieza que Dylan Thomas escribió para la radio de la BBC, medio en el que el poeta colaboraba asiduamente desde 1937. En 1950 vendió el relato por 300 dólares a la publicación americana Harper's Bazaar y en 1955 se publicó como libro. Se trata indudablemente de uno de los mejores relatos del autor galés: un niño describe cómo transcurre la Navidad en un pequeño pueblecito de la costa de Gales, lleno de gatos, carteros y niños ansiosos por jugar con la nieve. En apenas sesenta páginas, Thomas aborda todas las imágenes que no pueden faltar en Navidad (y que permanecen inmutables a lo largo de los años): los regalos (útiles e inútiles), las cenas familiares atestadas de tíos y tías, con el árbol, el muérdago, el pavo y el pudín, las historias contadas al amor de la lumbre y las canciones entonadas al ritmo de un violín.
Dylan Thomas nació en Swansea, Gales, en 1914 y murió en Nueva York en 1953. Fue conocido como «el último maldito», por su precocidad y genialidad como poeta y por las circunstancias que rodearon su vida, llevada al límite por su afición al alcohol y a la vida bohemia. Falleció tempranamente a causa de una combinación mortal de alcohol y medicinas que le provocó una hemorragia cerebral y se dice que sus últimas palabras fueron: «He bebido dieciocho vasos de whisky, creo que es todo un récord». Su maravillosa y oscura poesía permanecerán para siempre como ejemplo de la literatura atormentada del siglo XX.

Por aquellos años, las Navidades se parecían tanto unas a otras en aquel remoto pueblo pesquero, Navidades carentes de todo sonido excepto del murmullo de voces distantes que sigo oyendo algunas veces antes de dormir, que nunca consigo recordar si estuvo nevando durante seis días con sus noches cuando yo tenía doce años, o si nevó durante doce noches y doce días cuando tenía seis. Las Navidades fluyen como una luna fría e inquietante que avanzara por el cielo que aboveda nuestra calle de camino al traicionero mar...

Thomas, Dylan, La Navidad para un niño en Gales [A Child's Christmas in Wales], Nórdica, Madrid, 2010. Ilustraciones de Pep Montserrat. Traducción de María José Chuliá García. Edición bilingüe. Rústica, 80 páginas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Charles Dickens y sus amigos


Con la llegada del invierno y la Navidad, Charles Dickens regresa a la Biblioteca de Redfield Hall (comenzamos este año 2010 con él, precisamente). En esta ocasión viene de la mano de la señora Lirriper, según Chesterton, «la versión femenina del señor Pickwick».
En 1858, Charles Dickens era el director de la revista Household Works, pero una desavenencia con los editores hizo que abandonara esta publicación y creara una revista propia, a su gusto, en la que pudiera mantener el control de todo lo que se publicara en ella. Así nació el semanario All The Year Round, cuyo primer número apareció el 30 de abril de 1859. Pronto se convirtió en un rotundo éxito, e incluso siguió editándose después del fallecimiento del autor, hasta 1895. En All The Year Round Dickens publicó Historia de dos ciudades y Grandes esperanzas, y en sus páginas escribieron desde Wilkie Collins a Anthony Trollope y Elizabeth Gaskell.
En Navidad era tradicional sacar a la venta ciertos números especiales en los que colaboraban las firmas habituales de la revista. En el número de diciembre de 1863 los lectores se encontraron con una verdadera sorpresa: La pensión de la señora Lirriper. Charles Dickens se encargó de la redacción del primer capítulo y del último, y en la historia colaboraron Elizabeth Gaskell, Andrew Halliday, Edmund Yates, Amelia Edwards y Charles Collins. Ante el éxito inmediato de las historias de la singular señora Lirriper, en el número de diciembre del año siguiente se volvió a recurrir a ella y se recopilaron otros relatos bajo el título genérico de La herencia de la señora Lirriper, en el que participaron, además de Dickens, Charles Collins, Rosa Mulholland, Henry Spicer, Amelia Edwards y Hesba Stretton.
La editorial Alba ha reunido en La señora Lirriper los escritos de estos dos números navideños de All The Year Round, que configuran una maravillosa historia: Emma Lirriper, acosada por las deudas de su difunto marido, abre una pensión en el número 81 de Norfolk Street (en Londres) con el fin de obtener dinero para pagar a los acreedores e iniciar una nueva vida. La pensión cuenta con dos huéspedes permanentes: un comandante retirado y un nieto adoptivo de la propia señora Lirriper. La narración comienza con una carta de la señora Lirriper a una amiga; la propietaria de la pensión describe y ordena el escenario en el que Collins, Gaskell, Yates y otros amigos de Dickens narrarán las peripecias de los distinos personajes que pululan por la singular casa de la señora Lirriper, una galería de historias deliciosamente dickensianas —desde cuentos de fantasmas a crónicas sentimentales— que entusiasmarán a los aficionados a la buena literatura (especialmente, las páginas 50-54 son un maravilloso paradigma de la prosa británica del siglo XIX inglés).

Querida, para mí es inconcebible que nadie, que no sea una mujer sola con necesidad de ganarse la vida, esté dispuesto a padecer los quebraderos de cabeza que supone regentar una pensión. Disculpa la familiaridad, pero me sale de forma natural en mi minúscula habitación, cada vez que me dispongo a abrir mi corazón a aquéllos en quienes puedo confiar, y agradecería sinceramente poder hacerlo ante la humanidad entera, pero ése no es el caso: pon un cartel de «Se alquilan habitaciones amuebladas» y deja el reloj en la repisa de la chimenea y, como lo pierdas de vista un segundo, ya puedes despedirte de él, por muy educada que parezca la gente.

Dickens, Charles et al., La señora Lirriper [Mrs. Lirriper Lodgings. / Mrs. Lirriper Legacy], Alba, Barcelona, 2010. Traducción de Miguel Temprano García. Rústica, 422 páginas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Miranda, Irma, Marion y la señorita McCraw


Hanging Rock es una espectacular formación geológica de origen volcánico que se encuentra en el estado de Victoria, en Australia, en las llanuras cercanas al monte Macedon. Sus monolitos, agujeros y cuevas sin fondo son excepcionales y han suscitado desde siempre la atención de los geólogos. La escritora australiana Joan Lindsay (1896-1984) situó en este extraordinario paraje su no menos extraordinaria novela: Picnic en Hanging Rock, publicada en 1967.
Picnic en Hanging Rock narra la extraña desaparición de tres niñas y una profesora en este lugar. El día de San Valentín del año 1900, un grupo de alumnas del distinguido colegio Appleyard, cercano a la Roca, se disponen a celebrar un picnic en Hanging Rock. La perspectiva de pasar un día al aire libre, lejos de las estrictas normas que impone la directora del colegio, hace que las jóvenes se sientan con un espíritu de total libertad. Tras un tranquilo viaje, llegan a Hanging Rock, donde disfrutan de una merecida jornada de descanso. Rozando la hora de marcharse, varias niñas se aventuran hasta la Roca para ver de cerca sus formaciones. En ese instante se desencadena la tragedia, y con ella una sucesión de hechos de todo punto extraordinarios.
La señora Lindsay pertenecía a una de las familias más prominentes de Australia. Cuando publicó Picnic en Hanging Rock ya gozaba de cierto prestigio como escritora, pero éste fue el libro que la catapultó a la fama. Parte del éxito de la novela se debió a que nunca se ha sabido si los hechos narrados eran reales o fruto de su imaginación. Nunca lo desveló. La novela fue adaptada al cine en 1975 por el director australiano Peter Weir y pronto se convirtió en una película de culto, al igual que Hanging Rock, lugar de peregrinación de miles de fans de esta intrigante historia.
La editorial Impedimenta saca a la luz este clásico de la literatura anglosajona, inédito hasta ahora en castellano, en una esmeradísima traducción de Pilar Adón (con unas acertadas notas a pie de página) y con el cuidado y mimo habituales marca de la casa.

Todos estuvieron de acuerdo en que el día era perfecto para ir de picnic a Hanging Rock. La brillante mañana de verano había amanecido cálida y tranquila. Durante el desayuno, procedentes de los nísperos que daban a las ventanas del corredor, se escuchaban los estridentes cantos de las cigarras y el zumbido de las abejas que revoloteaban sobre los pensamientos que bordeaban el camino. Las enormes dalias habían florecido y se derramaban sobre los parterres, inmaculados, y el césped, bien cortado, perdía poco a poco su humedad bajo el sol ascendente. El jardinero estaba regando ya las hortensias, aún a la sombra del ala en que se situaba la cocina, en la parte trasera del colegio. Las alumnas del colegio Appleyard para señoritas se habían despertado a las seis de la mañana...

Lindsay, Joan, Picnic en Hanging Rock [Picnic at Hanging Rock], Impedimenta, Madrid, 2010. Introducción de Miguel Cane. Traducción de Pilar Adón. Rústica con sobrecubierta, 318 páginas.