domingo, 3 de junio de 2012

Crónicas de un pueblo inglés


A veces los editores salen de sus oscuros aposentos y dejan el lápiz rojo y los manuscritos a un lado... Suele ser durante la Feria del Libro de Madrid. En la caseta de la editorial Alba, la número 243 del paseo de Coches del Retiro, su editor, Luis Magrinyà, atiende amablemente a los lectores los fines de semana. Es difícil resistirse al entusiasmo que todo buen editor pone cuando habla de sus libros y es fácil, por tanto, dejar la caseta con una buena provisión de títulos. Una de las novedades que Alba presenta en este evento libresco es El libro de la señorita Buncle, de la escritora inglesa Dorothy Emily Stevenson (1892-1973), hasta ahora inédito en castellano.
La señorita Buncle, una mujer flacucha y soltera que roza los cuarenta años, ve cómo merman sus ingresos rápidamente a causa de la Gran Depresión. Aunque vive modestamente, la situación comienza a desesperarla: necesita ampliar sus rentas. La primera opción que maneja para ello es dedicarse a la cría de gallinas, pero su fiel criada, Dorcas, se lo desaconseja absolutamente: demasiado trabajo para obtener escasos beneficios.
Desestimada, pues, esta opción, decide embarcarse en la segunda, que es, nada más y nada menos, que escribir un libro. La señorita Buncle vive en Silverstream, un típico pueblo inglés con sus típicos habitantes ingleses, es decir: un pueblo en el que sus vecinos critican, curiosean, cotillean, se pelean, se enfadan, chismorrean, se enamoran y, sobre todo, no se entienden. La mirada de la señorita Buncle, calmada, perspicaz y muy observadora, planea sobre todos sus vecinos. Y así, relatando únicamente lo que sucede en Silverstream, y en secreto (sólo Dorcas conoce su tarea), un día pone el punto final a su novela: Crónicas de un pueblo inglés, y la firma con un seudónimo: John Smith.
El siguiente paso es encontrar editor. La señorita Buncle contacta con la editorial Abbott & Spicer, la primera que aparece alfabéticamente en el listín telefónico. Y el encantador señor Abbott (encantador a pesar de ser editor) se muestra rápidamente entusiasmado con el manuscrito. ¿Será el ansiado éxito de ventas? Le queda la duda de si se trata de una sátira exquisita, comparable al primer capítulo de La abadía de Northanger, de Jan Austen, o de una sencilla crónica de acontecimientos vistos con la mirada ingenua e inocente de un simple.
Las Crónicas de un pueblo inglés se convierten en El perturbador de la paz (el encantador señor Abbott prefiere este título) y exactamente esto es lo que va a suceder: la paz de Silverstream y la de la señorita Buncle se verán seriamente perturbadas en cuanto se publique el libro y sus vecinos comiencen a leerlo. (Es complicado asimilar para una dama que se le acuse de lucir peluca y dientes postizos y de que pone pectina en la mermelada de ciruela para que cuaje o delatar que la panadera del pueblo ¡hace sus panecillos en el horno eléctrico!, qué sacrilegio).
D. H. Stevenson obtuvo un éxito inmediato de público y de crítica con El libro de la señorita Buncle, inscrito en la mejor tradición inglesa literaria de este tipo de novelas: desde Cranford, de Elizabeth Gaskell, a la serie de Reina Lucía, de E. F. Benson. No en vano, esta tradición será la que recogerá, parece ser, la novela para adultos que está escribiendo J. K. Rowling, The Casual Vacancy: la historia de un pueblecito inglés, anodino y tranquilo, en el que de repente un acontecimiento trastoca la convivencia y salen a la luz todo tipo de miserias e hipocresías.

Dorcas salió: empezaba a acostumbrarse a vivir con una escritora en casa. No era muy cómodo y le ponía el humor a prueba constantemente. (...) "Me parece que, al final, habría sido más fácil criar gallinas. ¡Escritores! -exclamó para sus adentros con un leve desprecio-. ¡Escritores, nada menos...! Bueno, lo que es leer, no volveré a coger un libro en mi vida, pero, desde luego, que nadie venga a decirme lo que es tratar con escritores: preparar la comida, tocar la campanilla y, media hora después, ver que nadie la ha tocado, que la grasa de cordero se ha quedado como una piedra en el plato y que la sopa está helada como un carámbano... Ahora, eso sí, la campanilla sonando a todas horas para pedir café. Y luego, a escribir hasta las tantas de la madrugada y a dormir hasta las tantas del día, y una, hala, a subir las escaleras hasta el dormitorio cargada con la bandeja de la comida... Escritores... ¡Bah! Pero, claro, lo de las gallinas tampoco lo soportaría", concluyó. Cogió la bandeja, cruzó el recibidor, empujó la puerta del estudio con un pie, pisó los folios del suelo sin la menor consideración y dejó la bandeja encima de los del escritorio.

Stevenson, Dorothy Emily, El libro de la señorita Buncle [Miss Buncle's Book], Alba, Barcelona, 2012. Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Rústica, 382 páginas.