domingo, 26 de agosto de 2012

Veranos literarios (V): Hay-on-Wye



El pueblecito de Hay-on-Wye se encuentra en Powys, Gales, a orillas del río Wye, justo en la frontera con el condado inglés de Herefordshire. Hasta hace medio siglo era un lugar tranquilo de la campiña galesa, con apenas 1.800 habitantes, frecuentado casi únicamente por caminantes y excursionistas que visitaban el cercano Parque Nacional de Brecon Beacons. Sin embargo, un buen día todo esto cambió.
En 1961, Richard Booth, licenciado de Oxford, decidió regresar a la región de sus antepasados para montar una librería de segunda mano y recaló en Hay-on-Wye. Comenzó a rehabilitar varias casas abandonadas y pronto a su primera librería, instalada en la estación de bomberos, se sumó otro par. Los parroquianos observaban toda aquella actividad libresca con desconfianza y pronosticaron que los negocios de Booth no durarían mucho tiempo. Al fin y al cabo, nadie leía ni compraba libros en Hay-on-Wye.
El señor Booth, ignorando los vaticinios de sus vecinos, recorría el país comprando bibliotecas e iba acumulando volúmenes y volúmenes en los estantes de sus librerías. Y su esfuerzo no fue en vano. Pronto empezó a conocerse su actividad, los primeros curiosos se dejaron caer por allí y al final otros libreros vieron la oportunidad de su vida estableciendo una librería en el pequeño pueblo galés. El primer triunfo llegó en los años setenta: a Hay-on-Wye se le otorgó la denominación de Pueblo del Libro.
El 1 de abril de 1977, Richard Booth proclamó Hay-on-Wye reino autónomo y se erigió en el monarca del nuevo estado como Richard Coeur de Livre (Ricardo Corazón de Libro). Nombró primer ministro a su caballo. Booth acababa de adquirir el destartalado castillo de la localidad y convocó allí a la prensa para comunicarles que el pueblo se separaba de las Islas Británicas. La autoridades le replicaron que eso era imposible, dado que Hay-on-Wye formaba parte de Reino Unido. El señor Booth, entusiasmado con el alcance que se estaba dando a la noticia y la publicidad que estaba consiguiendo, replicó a su vez que Hay no formaba parte de nada, puesto que estaba en tierra de nadie entre Gales e Inglaterra. Poco después instauró la Casa de los Lores de Hay y nombró 21 pares hereditarios para su reino.
En 1988 comenzó a celebrarse en Hay un festival literario patrocinado por el periódico The Guardian. Fue un éxito rotundo y supuso la consolidación de su título como Pueblo del Libro. (La historia del Festival Hay y sus diversas celebraciones por todo el mundo quedan pendientes para otro post).
En la actualidad Hay recibe una media de 500.000 visitantes al año y cuenta con treinta y siete librerías. En C. Arden Bookseller están especializados en historia natural y botánica. Hay Cinema (cuyo propietario era Booth hasta que se la vendió a un librero londinense) es un paraíso cinéfilo. Mostly Maps ofrece mapas antiguos tanto de Inglaterra como de otros lugares. Murder and Mayhem sólo vende libros de terror y crímenes. Rose's Books cuenta con obras descatalogadas y raras para niños y libros ilustrados. Boz Books muestra primeras ediciones de clásicos. Y la poesía encuentra su refugio en la encantadora Poetry Bookshop, fundada por la poetisa Anne Stevenson, cuyo reclamo es "la única librería de Reino Unido dedicada exclusivamente a la poesía".
Richard Booth tiene dos librerías: la que lleva su nombre y la que está instalada en el castillo, Hay Castle Bookshop, que funciona también como alojamiento. En el jardín hay unas estanterías llamadas honesty boxes: se cogen los libros de ellas y se deposita la voluntad en una especie de huchas que se vacían diariamente. En cualquiera de las dos librerías el visitante se puede topar con el señor Booth: un excéntrico caballero alto y con bastón que suele merodear frecuentemente por las propiedades de su reino.

Jardín de Hay Castle Bookshop, con sus estanterías 'honesty boxes'

Librería Murder & Mayhem
Hay-on-Wye Booksellers
The Sensible Book Shop


miércoles, 8 de agosto de 2012

Veranos literarios (IV): Costa Brava


"El mar visto desde un soportal. ¿Existe una
cosa más prodigiosamente bella?" (J. Pla)
El 12 de septiembre de 1908, el poeta Ferran Agulló escribió un artículo en el periódico La Veu de Catalunya titulado Per la costa brava: fue la primera vez que apareció este término (en minúsculas) para denominar la zona que se extiende desde la desembocadura del río Tordera hasta la frontera con Francia, en Portbou. El apelativo no convenció a todo el mundo: algún historiador quiso que se llamase Costa Grega, un par de escritores quisieron rebautizarla como Costa del Corall o Costa Serena, y también se habló de dos nombres más: Costes del Llevant y Marina de la Selva.
A pesar de estas pequeñas incidencias, el nombre tuvo tirón y éxito: se trataba de la primera denominación turística de España. Antiguamente, sólo algunas familias ricas de Figueres o indianos con fortuna se aventuraban a bañarse en estas remotas calas a las que se accedía por caminos prácticamente intransitables y que sólo frecuentaban los pescadores de la zona.
En la década de los veinte se abrió el primer hotel, en Lloret de Mar, y a partir de ese momento el paisaje inigualable de costa y pinos azotados por la tramontana, su luz y la bondad del clima atrajeron a lo más granado de la sociedad catalana. La tradición artístico-literaria de la comarca comenzó su andadura con la invitación que Salvador Dalí cursó a García Lorca y a Buñuel para que lo visitaran en Cadaqués. Pronto se unieron a ellos estrellas de cine como Ava Gardner y Douglas Fairbanks y más adelante la gauche divine barcelonesa.
El 26 de abril de 1960 llegó a la Costa Brava uno de sus más célebres visitantes: Truman Capote apareció en Palamós con su Chevrolet cargado hasta los topes. Iban con él su pareja, Jack Dunphy, un viejo bulldog, un caniche ciego y una gata siamesa y llevaban veinticinco maletas. Se alojaron en el acogedor hotel Trías, propiedad en aquel momento, y también en la actualidad, de la familia Colomer. Capote venía con más de cuatro mil folios de apuntes sobre un crimen que había sucedido apenas cinco meses antes: el asesinato de la familia Clutter en Kansas. Su intención era encerrarse para terminar de escribir A sangre fría. El escritor y columnista del Washington Post, Robert Ruark, le había aconsejado que fuera a la Costa Brava para concentrarse en escribir y huir de los excesos de las noches neoyorquinas.
Al poco tiempo de llegar a Palamós, Capote cambió el hotel Trías por una casita de la playa de La Catifa. Parece ser que la mayoría de los lugareños ignoraban quién era, lo tomaban por otro excéntrico inglés, de los muchos que veraneaban por la zona. Y aunque Capote pasaba el tiempo trabajando en su novela (escribía día y noche enfundado en varios pijamas, siempre de seda, encima de la cama, a lápiz), apreciaba y sabía disfrutar de las bondades y bellezas de la costa. Le encantaban Palamós, los pescadores (se ponía a escribir cuando éstos zarpaban del puerto a las cinco de la mañana), el ajetreo del mercado, el ambiente relajado y el suquet de peix. Iba todos los días a la misma librería para comprar la prensa de su país y hacía una parada en la pastelería Samsó para aprovisionarse de ginebra y ginger ale. Finalmente, su estancia se alargó durante tres veranos (de abril a octubre). En 1962 quiso comprar la casa en la que se alojaba en ese momento, en Can Canyers, una maravillosa mansión sobre el mar repleta de mimosas y pinos, para quedarse a vivir allí, pero Dunphy, su pareja, ya se había cansado de la Costa Brava y prefería los Alpes, así que convenció a Capote para que comprara una casa en Verbier. Nunca regresó a Palamós.
Desde luego, A sangre fría es una buena lectura para viajar a la Costa Brava, pero para conocer bien el enclave nada como llevar algún libro de Josep Pla, auténtico cronista de la zona (escribió por encargo de la editorial Destino varias guías). Nadie como él supo plasmar con tanta emoción e ironía la belleza de todos sus pueblos. Natural de Palafrugell, el recuerdo del escritor está muy presente y hay varias rutas literarias por todo el litoral que ilustran su vida y sus obras.
La Costa Brava ha sido desde siempre fuente de inspiración para escritores y artistas. El poeta Luis Alberto de Cuenca, asiduo visitante veraniego, ha escrito muchos poemas allí. Uno de ellos se titula Aiguablava: "Aquí, en la biblioteca de las olas [...] donde regresa la ilusión perdida / a repoblar el mundo de emociones".
Hace sólo un par de años que fui por primera vez a la Costa Brava. Y era pleno invierno. La bonanza del clima se dejaba sentir, aunque no tanto como para chapotear en unas aguas turquesas que imagino frías y tonificantes incluso en verano. Tanto los pueblecitos de la costa como los del interior son casi de cuento de hadas. Un pintoresco y distraído camí de ronda enlaza Calella con Llafranc y llega hasta el faro de Sant Sebastià. Después de recorrerlo, nada mejor que reponer fuerzas con un deliciosísimo arroz frente al mar en el Tragamar de Calella. Más que leer un libro u otro, este consejo gastronómico es mi recomendación principal de la Costa Brava: el arroz del Tragamar.

"A las doce, las personas serias toman el baño de entrar y salir" (J. Pla)

La casita de la puerta azul: una probable sede de la
Biblioteca de Redfield Hall en la Costa Brava

domingo, 5 de agosto de 2012

Veranos literarios (III): Yorkshire



Yorkshire es el gran escondite inglés: así lo afirma Peter Dodd, director de Welcome to Yorkshire. La oficina de turismo de este condado ha ideado una campaña llamada 1, 2, 3, tu escondite inglés que parte de escritores célebres y personajes de ficción que eligieron Yorkshire como marco para sus novelas o como escondite o refugio.
La primera ruta es «Reviviendo Cumbres borrascosas». Los personajes de la novela de Emily Brontë, Catherine y Heathcliff, huyeron a estos páramos de impetuosa belleza para vivir su violento amor. En esta zona también se encuentra el pueblo de Haworth, donde residieron las tres hermanas Brontë. Precisamente, una de las atracciones turísticas más famosas de Yorkshire es la iglesia de St Mary, en Scarborough, que acoge los restos de Anne Brontë. El cementerio está situado junto a la costa y ofrece unas espléndidas vistas. Anne, la más joven de las tres hermanas, autora de La inquilina de Wildfell Hall y de Agnes Grey, murió de tuberculosis en 1849, con 29 años. Había viajado a este balneario de la costa con la esperanza de que el aire marítimo pudiera sanarla. El lugar en el que fue enterrada lo eligió su hermana Charlotte, precisamente por su apacible emplazamiento tras los muros del castillo y con amplísimas vistas de la bahía. La lápida de Anne Brontë, encargada por Charlotte, dice así: «Aquí yacen los restos de Anne Brontë, hija del reverendo P. Brontë, beneficiado de Haworth, Yorkshire. Murió a la edad de 28 años, el 28 de mayo de 1849». En realidad, la inscripción es errónea, porque Anne tenía 29 años cuando murió.
El segundo itinerario de la campaña de Yorkshire se llama «Tras los pasos de Agatha Christie» y está basado en un misterio real. En 1926, la escritora inglesa desapareció. Durante diez días no se supo su paradero: estaba escondida bajo una identidad falsa en el balneario de Harrogate y la encontró la policía.
Por último, la tercera ruta lleva por título «La herencia del conde Drácula». Bram Stoker situó en Yorkshire buena parte de este clásico del terror. El vampiro buscó refugio en la abadía de Whitby, junto a los majestuosos acantilados del mar del Norte.
Como señala Peter Dodd: «No es casualidad que todos estos iconos literarios eligieran Yorkshire para esconderse. Sus verdes extensiones, sus increíbles paisajes y sus hermosos castillos y caserones son, sin duda, el escenario perfecto para todo aquel que quiera desaparecer sin dejar rastro. Por eso Yorkshire es el gran escondite inglés».