domingo, 7 de octubre de 2012

Los libros tienen un nuevo hogar en Madrid


En 1996, Antonio Ramírez y Marta Ramoneda abrieron en la calle Mallorca, en Barcelona, una librería: La Central. Su propósito no sólo era vender libros (que ya de por sí es una actividad loable), sino que además querían que su librería fuera un proyecto cultural que aglutinara otras funciones diferentes: dinamizadora del sector editorial, lugar de encuentro social y organizadora de actividades alrededor del libro, desde presentaciones hasta cursos, talleres, exposiciones o clubes de lectura.
A la sede de la calle Mallorca pronto se unieron otras tres en Barcelona: en 2003 La Central del Raval, en la antigua capilla de la Misericordia, del siglo XVIII; en 2005 La Central del Macba, en el Museu d'Art Contemporani, dedicada sobre todo al arte contemporáneo; y en 2008 La Central del MUHBA, ubicada dentro del Museu d'Història y centrada en disciplinas como geografía, antropología, arquitectura e historia.
Pronto desembarcaron en Madrid con su negocio. Así, en 2005, aprovechando la ampliación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se instalaron en la nueva ala de Jean Nouvel con una librería de fondo especializada en humanidades. Poco después, en 2008, abrieron otra sucursal en la Fundación Mapfre, en su sede del paseo de Recoletos, dedicada al arte de los siglo XIX y XX y con una amplia sección infantil. Aun siendo estas dos librerías últimas interesantes, no había todavía en Madrid una sede de La Central a imagen y semejanza de sus dos hermanas del Raval y de la calle Mallorca: librerías generales, con una amplísima oferta de fondo y merchandising libresco.
El 27 de septiembre se puso remedio a esto. Por fin tenemos en Madrid una Central como Dios manda: 1.200 metros cuadrados (tres plantas y sótano) en un edificio de 1880 en pleno centro, en la calle Postigo de San Martín, en Callao, que acoge una oferta de unos 75.000 volúmenes.
La restauración que se ha llevado a cabo en el edificio es magnífica; en la cúpula, habilitada como sala de lectura, se muestran fotografías del proceso, y destaca la conservación de la cripta, en la que se ubica la sección infantil. 
Por supuesto, esta Central no sólo es una maravillosa librería con una variedad editorial imponente (tanto en español como en otras lenguas), es lo más parecido a lo que yo imagino como un paraíso libresco, con deliciosa comida, además. En la planta de calle, después de pasar un patio presidido por un ciprés y cuyas paredes están salpicadas de letras (que forman parte de una sopa de letras), está el restaurante, con un horario más amplio que el de la librería.
Apenas han pasado dos semanas desde su apertura y La Central ya se ha hecho un hueco en la vida editorial y cultural madrileña. Prácticamente todos los días hay presentaciones de libros o actividades para lectores de todas las edades y es raro ir y no encontrarse con un editor o un escritor (o con ambos).
¿Quedamos en La Central de Callao?