jueves, 22 de octubre de 2009

Cartas de la mujer recluida


Desafortunadamente, no parece que el género epistolar tenga el hueco que merece en la historia de la literatura, y eso a pesar de que numerosos y magníficos autores hicieron uso de él y sus biografías carecerían de sentido si no se leyera y estudiara detenidamente su correspondencia. De Emily Dickinson se sabe que es una excelsa poeta; con la publicación de sus cartas, Lumen da a conocer la extraordinaria peripecia vital de esta dama.
Desde los primeros años del siglo XIX, la puritana Nueva Inglaterra bullía en creatividad. Durante varias décadas coexistieron en esta región autores de la talla de Nathaniel Hawthorne, Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Helen Hunt y Emily Dickinson, y junto a ellos, en Nueva York, Herman Melville y Walt Whitman, entre otros.
Emily Dickinson nació en 1830 en la preciosa población de Ahmerst, en Massachusetts, en el seno de una acomodada familia de estrictas creencias protestantes. Estudió en Ahmerst College (que fundaron su padre y su abuelo) y en el seminario para señoritas Mount Holyoke, pero su delicada salud le impidió terminar sus estudios y a los dieciocho años regresó a su pueblo natal. No mejoró con el paso de los años y a los treinta, después de fallecer dos personas muy importantes para ella (el reverendo Charles Wadsworth y su amigo Benjamin Franklin Newton), se recluyó en la casa de sus padres y ya no volvió a salir. Encerrada prácticamente en una habitación, se dedicó a escribir poesía y cartas para manteners en contacto con sus seres más queridos: sus hermanos (Austin y Lavinia), su cuñada Susan y sus amigos. Convencida de su vocación poética, envió algunos poemas a Thomas Higginson, la persona a la que consideraba su preceptor: "¿Está usted demasiado ocupado para decir si mi Verso está vivo?". Por desgracia, el señor Higginson no acertó a comprender la sublime poesía de Emily y le desaconsejó su publicación. Esto provocó que apenas dejara leer sus poemas a nadie, pero no cejó en su empeño y siguió escribiendo. Los últimos años de su vida se vistió solamente de color blanco. Falleció en 1886. Poco después de su muerte, su hermana Lavinia descubrió en la habitación en la que había estado encerrada cuarenta volúmenes encuadernados artesanalmente que atesoraban ochocientos poemas.
La excelente selección, traducción y edición de las cartas de Emily de la mano de Nicole d'Amonville Alegría (responsable asimismo de 71 poemas, también en Lumen, publicado en 2003) ratifican la calidad humana y literaria de una de las mejores poetisas de todos los tiempos, sólo reconocida como tal después de su muerte.

¡Qué peligro es una Carta! Cuando pienso en los Corazones que ha barrenado y hundido, casi temo alzar la Mano hasta una mera Sobrescripción.
¡Qué peligro es un Acento! Cuando pienso en los Corazones que ha barrenado y hundido, apenas oso elevar la voz hasta un mero Saludo.

Dickinson, Emily, Cartas [Selected Letters], Lumen, Barcelona, 2009. Edición, traducción y prólogo de Nicole d'Amonville Alegría. Cartoné con sobrecubierta, 296 páginas.