domingo, 20 de marzo de 2011

«Todo poema comienza siendo veraz o hermoso»

Una vez al mes, esta bibliotecaria visita, junto con una de sus corresponsales más asiduas y queridas, la señora M. G. V., la librería Hiperión, con el fin de nutrir sus estanterías de poesía. Charlan amigablemente con Maite, la librera, curiosean entusiastas por los estantes, revuelven un poco las obras, no cesan de hacer preguntas y no salen de allí sin un par de buenos libros. La semana pasada, la bibliotecaria se hizo con dos títulos que ya han encontrado un hueco en Redfield Hall: Los sonetos de la dama portuguesa, de Elizabeth Barrett Browning (1806-1861), y Las bodas de Pentecostés, de Philip Larkin (1922-1985). El recuerdo del imponente retrato de la señora Barrett Browning en la National Portrait Gallery de Londres hizo que se inclinara por esta obra, y respecto al segundo título, se vio abocada a comprarlo después de varias semanas oyendo hablar de este poeta, primero por la recomendación de un amigo (gracias, Alejandro) y a partir de ese momento por leer distintas noticias relacionadas con él (como, por ejemplo, que en Lumen están pensando en publicar sus Letters).
Las bodas de Pentecostés se publicó por primera vez en Inglaterra en 1964. Larkin recibió de su editor inglés , Faber and Faber, 75 libras: la máxima cantidad pagada hasta entonces por un libro de poemas. Pronto se vio que la inversión había merecido la pena: en apenas dos meses se vendieron 4.000 ejemplares. Philip Larkin, educado en Oxford y bibliotecario de profesión, debutó en el mundo de la literatura con El barco del norte, una selección de poemas con clara influencia de Yeats y de Auden. En 1946, la lectura de un libro de poemas del siempre genial Thomas Hardy, Chosen Poems, cambió su concepción de este género literario y olvidó «su fiebre celta» para centrarse en hechos observables, permaneciendo dentro de «los confines de mi propia vida y escribir desde ahí». Esta declaración de principios la llevó a la práctica en su siguiente obra, Un engaño menor, que marcó un antes y un después en su carrera literaria. Seguramente, Larkin comprendió al leer a Hardy que no tenía que avergonzarse «del dolor, del fracaso y de la angustia», tres miedos que siempre le acompañaron. Con la publicación de Las bodas de Pentecostés, que escandalizó por su insolencia y por su lenguaje áspero y coloquial, Larkin se hizo definitivamente un hueco en las letras británicas. La belleza de sus poemas reside en la verdad de la experiencia que relata, en su gusto por el detalle y en su desarrollo retórico. Fue un poeta que nunca creyó en las exégesis —«¡Oh, por amor de Dios, no se estudia a los poetas! Los lees y piensas: "Qué maravilla. ¿Cómo lo ha hecho?"»—, sino en la emoción: «La poesía debería comenzar con una emoción en el poeta, y acabar con esa misma emoción en el lector. El poema no es más que el instrumento de transferencia».

Qué raro no saber nada, nunca estar seguro
de qué es cierto o acertado o real,
y verse obligado a puntualizar O eso creo,
o Bueno, eso parece:
seguro que alguien lo sabe.
Qué raro ignorar cómo van las cosas:
su talento para encontrar lo que necesitan,
su sentido de la forma, su puntual diseminación
de la semilla, y su voluntad para cambiar;
sí, es raro,
incluso vestir ese conocimiento —pues nuestra carne
nos rodea con sus decisiones—
y sin embargo pasar toda la vida en imprecisiones,
pues cuando empezamos a morir
no tenemos ni idea de por qué.
(Ignorancia).

Larkin, Philip, Las bodas de Pentecostés [The Whitsun Weddings], Lumen, Barcelona, 2007. Edición bilingüe. Prólogo y traducción de Damián Alou. Rústica, 126 páginas.

5 comentarios:

  1. Pues tenía ganas de leer algo de Larkin desde que estuve conociendo su relación con Barbara Pym. Y este libro me viene como anillo al dedo. Me lo apunto y lo busco mañana. Ademas en poesía las ediciones bilingües son fundamentales para mi. Si no, muchas veces no lo logro "understand it" muy bien.

    Gracias por la recomendación, de verdad que me apetece leerlo.

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  2. Al final, Barbara Pym siempre recala en nuestras vidas, por una razón u otra.
    Abrazos.

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  3. No sé si conoces la imagen "ligeramente" inspirada en Philip Larkin del magnífico ilustrador Iban Barrenetxea. La puedes ver aquí:

    http://1.bp.blogspot.com/_49mpLTraWDE/S7IQWj96HdI/AAAAAAAAA5Q/l2ULFH5TLCY/s1600/larkin2.png

    Lamento el churro, pero es la única manera que se me ocurre de plantarla aquí. Espero que funcione el link porque es fantástica.

    Un abrazo fuerte.

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  4. Pilar, el enlace funciona perfectamente.
    ¡¡Me encanta la ilustración!! Es genial.
    ¡Gracias!
    Un fuerte abrazo.

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  5. Siempre me ha asombrado ese tipo de comentarios: "¡Por el amor de Dios, no se 'estudia' a los poetas! Simplemente los lees y piensas: '¡Qué maravilla! ¿Cómo lo habrá hecho?". Muchos nos hemos pasado la vida estudiando a Virgilio, a Horacio, a Garcilaso, a Fray Luis, a Keats o Baudelaire... y ahora resulta que no sirve para nada. ¿Habré echado a perder mi vida como estudiante de literatura? Bueno, tal vez Larkin exageraba contra la exégesis.

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