domingo, 9 de mayo de 2010

El hombre de los mil nombres


El escritor irlandés Brian O'Nolan (1911-1966) se escondía tras varios seudónimos para publicar sus obras y columnas periodísticas. Su trabajo como funcionario en la Administración prácticamente le obligaba a ello. Tras el nombre de Flann O'Brien sacó a la luz las que se consideran sus mejores obras: En nadar-dos-pájaros, El tercer policía y La vida dura. Durante veinte años, escondido tras el nombre de Myles na gCopaleen, satirizó a pretenciosos de toda Irlanda desde su columna semanal, "Cruiskeen Lawn", en el Irish Times; para sus escritos en el Leinster Times y en The Nationalist era George Knowall. También empleó su nombre en gaélico, Brian Ó Nualláin, para firmar algunos libros, y a esta retahíla de alias se pueden añadir los siguientes: Brother Barnabas, Count O'Blather, John James Doe, Peter the Painter, Brian Hackett y Winnie Wedge.
La vida dura —cuyo subtítulo es Una exégesis de la sordidez— destila humor y mordacidad a partes iguales. En un estilo jocoso, O'Brien pinta la vida de una peculiar familia irlandesa. Al hogar del señor Collopy llegan dos niños huérfanos. Finbarr, el menor de los dos hermanos (y el narrador de la obra), observa desde su puesto en la cocina —mientras hace los deberes— el devenir de cada miembro de la extraña familia. El señor Collopy, entregado por completo al whisky, tiene en mente una singular tarea en favor de las mujeres y pasa el tiempo manteniendo apasionadas y eruditas conversaciones con un padre jesuita sobre la historia de la Compañía. Manus, el hermano de Finbarr, pronto descubre que los estudios no lo conducirán a parte ninguna y se convertirá en un as de los negocios. Funda la Academia Universal Londres y vende cursos por correspondencia que él mismo inventa —equilibrismo, buceo, periodismo—, piratea libros de la Biblioteca Nacional, hace apuestas de caballos y comercializa medicinas preparadas por él. Un día, el señor Collopy enferma y Manus le aconseja tomar uno de sus bebedizos. Los efectos del medicamento en el señor Collopy son inesperados y decide ir a visitar al Papa junto con su amigo jesuita...
Flann O'Brien fue un autor muy admirado por sus contemporáneos. James Joyce leía sus novelas con avidez, ayudado por una lupa enorme dado que casi estaba prácticamente ciego. Graham Greene, Dylan Thomas, Samuel Beckett y Edna O'Brien figuraban entre sus más rendidos admiradores. En Nórdica Libros están "entusiasmados con la obra de este genial irlandés" y, además de La vida dura, han publicado también El tercer policía, Crónica de Dalkey, La boca pobre y, muy recientemente, En nadar-dos-pájaros.

—Pues en Dublín tenemos a los taberneros más pícaros que jamás hayan existido, son peores que los ladrones de caminos. Al whisky le echan agua y luego le sirven a uno menos de lo debido. El bocadillo de ternera se lo dan a uno sin la carne, sólo los restos de la piel del asado del domingo preparado por las manos sucias de mamá en la cocina del piso de arriba. Algunas de esas personas no se lavan durante semanas y eso es un hecho. ¿Sabe usted por qué algunas de estas damas faltan a menudo a misa? Porque tienen que bañarse. Y zurcir sus condenadas medias.

O'Brien, Flann, La vida dura [The Hard Life], Nórdica, Madrid, 2009. Introducción de Jamie O'Neill. Traducción de Iury Lech. Rústica, 208 páginas.