miércoles, 22 de diciembre de 2010

So this is Christmas!


Los pupitres de la Biblioteca de Redfield Hall ya están vacíos. Todos nuestros lectores, becarios e investigadores han hecho las maletas y han regresado a casa con los suyos. Nos disponemos, por tanto, a cerrar las ventanas del salón principal, del gabinete, de las salas de lectura y del salón de té para que nuestros libros tengan algún sosiego en la oscuridad y el silencio antes de que regresen nuestros bulliciosos lectores.
La bibliotecaria de Redfield Hall les desea a todos una muy feliz Navidad y un próspero año 2011 lleno de buenas lecturas.
Les dejo con este villancico moderno a cargo de John Lennon.


domingo, 19 de diciembre de 2010

Recuerdos de Navidad de Dylan Thomas


La editorial Nórdica saca a la luz, con las primeras nieves y la luminaria navideña, un título imprescindible para estas fechas: La Navidad para un niño en Gales, del escritor galés Dylan Thomas. El texto se presenta en una cuidada edición en versión bilingüe y acompañado de unas evocadoras ilustraciones a cargo de Pep Montserrat, por las que obtuvo en 2008 el Premi Junceda de la Associació d'Il·lustradors de Catalunya. Como es habitual, Nórdica apoya el lanzamiento de esta obra con un estupendo vídeo (abajo) en su renovada página web.
La Navidad para un niño en Gales fue originalmente una pieza que Dylan Thomas escribió para la radio de la BBC, medio en el que el poeta colaboraba asiduamente desde 1937. En 1950 vendió el relato por 300 dólares a la publicación americana Harper's Bazaar y en 1955 se publicó como libro. Se trata indudablemente de uno de los mejores relatos del autor galés: un niño describe cómo transcurre la Navidad en un pequeño pueblecito de la costa de Gales, lleno de gatos, carteros y niños ansiosos por jugar con la nieve. En apenas sesenta páginas, Thomas aborda todas las imágenes que no pueden faltar en Navidad (y que permanecen inmutables a lo largo de los años): los regalos (útiles e inútiles), las cenas familiares atestadas de tíos y tías, con el árbol, el muérdago, el pavo y el pudín, las historias contadas al amor de la lumbre y las canciones entonadas al ritmo de un violín.
Dylan Thomas nació en Swansea, Gales, en 1914 y murió en Nueva York en 1953. Fue conocido como «el último maldito», por su precocidad y genialidad como poeta y por las circunstancias que rodearon su vida, llevada al límite por su afición al alcohol y a la vida bohemia. Falleció tempranamente a causa de una combinación mortal de alcohol y medicinas que le provocó una hemorragia cerebral y se dice que sus últimas palabras fueron: «He bebido dieciocho vasos de whisky, creo que es todo un récord». Su maravillosa y oscura poesía permanecerán para siempre como ejemplo de la literatura atormentada del siglo XX.

Por aquellos años, las Navidades se parecían tanto unas a otras en aquel remoto pueblo pesquero, Navidades carentes de todo sonido excepto del murmullo de voces distantes que sigo oyendo algunas veces antes de dormir, que nunca consigo recordar si estuvo nevando durante seis días con sus noches cuando yo tenía doce años, o si nevó durante doce noches y doce días cuando tenía seis. Las Navidades fluyen como una luna fría e inquietante que avanzara por el cielo que aboveda nuestra calle de camino al traicionero mar...

Thomas, Dylan, La Navidad para un niño en Gales [A Child's Christmas in Wales], Nórdica, Madrid, 2010. Ilustraciones de Pep Montserrat. Traducción de María José Chuliá García. Edición bilingüe. Rústica, 80 páginas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Charles Dickens y sus amigos


Con la llegada del invierno y la Navidad, Charles Dickens regresa a la Biblioteca de Redfield Hall (comenzamos este año 2010 con él, precisamente). En esta ocasión viene de la mano de la señora Lirriper, según Chesterton, «la versión femenina del señor Pickwick».
En 1858, Charles Dickens era el director de la revista Household Works, pero una desavenencia con los editores hizo que abandonara esta publicación y creara una revista propia, a su gusto, en la que pudiera mantener el control de todo lo que se publicara en ella. Así nació el semanario All The Year Round, cuyo primer número apareció el 30 de abril de 1859. Pronto se convirtió en un rotundo éxito, e incluso siguió editándose después del fallecimiento del autor, hasta 1895. En All The Year Round Dickens publicó Historia de dos ciudades y Grandes esperanzas, y en sus páginas escribieron desde Wilkie Collins a Anthony Trollope y Elizabeth Gaskell.
En Navidad era tradicional sacar a la venta ciertos números especiales en los que colaboraban las firmas habituales de la revista. En el número de diciembre de 1863 los lectores se encontraron con una verdadera sorpresa: La pensión de la señora Lirriper. Charles Dickens se encargó de la redacción del primer capítulo y del último, y en la historia colaboraron Elizabeth Gaskell, Andrew Halliday, Edmund Yates, Amelia Edwards y Charles Collins. Ante el éxito inmediato de las historias de la singular señora Lirriper, en el número de diciembre del año siguiente se volvió a recurrir a ella y se recopilaron otros relatos bajo el título genérico de La herencia de la señora Lirriper, en el que participaron, además de Dickens, Charles Collins, Rosa Mulholland, Henry Spicer, Amelia Edwards y Hesba Stretton.
La editorial Alba ha reunido en La señora Lirriper los escritos de estos dos números navideños de All The Year Round, que configuran una maravillosa historia: Emma Lirriper, acosada por las deudas de su difunto marido, abre una pensión en el número 81 de Norfolk Street (en Londres) con el fin de obtener dinero para pagar a los acreedores e iniciar una nueva vida. La pensión cuenta con dos huéspedes permanentes: un comandante retirado y un nieto adoptivo de la propia señora Lirriper. La narración comienza con una carta de la señora Lirriper a una amiga; la propietaria de la pensión describe y ordena el escenario en el que Collins, Gaskell, Yates y otros amigos de Dickens narrarán las peripecias de los distinos personajes que pululan por la singular casa de la señora Lirriper, una galería de historias deliciosamente dickensianas —desde cuentos de fantasmas a crónicas sentimentales— que entusiasmarán a los aficionados a la buena literatura (especialmente, las páginas 50-54 son un maravilloso paradigma de la prosa británica del siglo XIX inglés).

Querida, para mí es inconcebible que nadie, que no sea una mujer sola con necesidad de ganarse la vida, esté dispuesto a padecer los quebraderos de cabeza que supone regentar una pensión. Disculpa la familiaridad, pero me sale de forma natural en mi minúscula habitación, cada vez que me dispongo a abrir mi corazón a aquéllos en quienes puedo confiar, y agradecería sinceramente poder hacerlo ante la humanidad entera, pero ése no es el caso: pon un cartel de «Se alquilan habitaciones amuebladas» y deja el reloj en la repisa de la chimenea y, como lo pierdas de vista un segundo, ya puedes despedirte de él, por muy educada que parezca la gente.

Dickens, Charles et al., La señora Lirriper [Mrs. Lirriper Lodgings. / Mrs. Lirriper Legacy], Alba, Barcelona, 2010. Traducción de Miguel Temprano García. Rústica, 422 páginas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Miranda, Irma, Marion y la señorita McCraw


Hanging Rock es una espectacular formación geológica de origen volcánico que se encuentra en el estado de Victoria, en Australia, en las llanuras cercanas al monte Macedon. Sus monolitos, agujeros y cuevas sin fondo son excepcionales y han suscitado desde siempre la atención de los geólogos. La escritora australiana Joan Lindsay (1896-1984) situó en este extraordinario paraje su no menos extraordinaria novela: Picnic en Hanging Rock, publicada en 1967.
Picnic en Hanging Rock narra la extraña desaparición de tres niñas y una profesora en este lugar. El día de San Valentín del año 1900, un grupo de alumnas del distinguido colegio Appleyard, cercano a la Roca, se disponen a celebrar un picnic en Hanging Rock. La perspectiva de pasar un día al aire libre, lejos de las estrictas normas que impone la directora del colegio, hace que las jóvenes se sientan con un espíritu de total libertad. Tras un tranquilo viaje, llegan a Hanging Rock, donde disfrutan de una merecida jornada de descanso. Rozando la hora de marcharse, varias niñas se aventuran hasta la Roca para ver de cerca sus formaciones. En ese instante se desencadena la tragedia, y con ella una sucesión de hechos de todo punto extraordinarios.
La señora Lindsay pertenecía a una de las familias más prominentes de Australia. Cuando publicó Picnic en Hanging Rock ya gozaba de cierto prestigio como escritora, pero éste fue el libro que la catapultó a la fama. Parte del éxito de la novela se debió a que nunca se ha sabido si los hechos narrados eran reales o fruto de su imaginación. Nunca lo desveló. La novela fue adaptada al cine en 1975 por el director australiano Peter Weir y pronto se convirtió en una película de culto, al igual que Hanging Rock, lugar de peregrinación de miles de fans de esta intrigante historia.
La editorial Impedimenta saca a la luz este clásico de la literatura anglosajona, inédito hasta ahora en castellano, en una esmeradísima traducción de Pilar Adón (con unas acertadas notas a pie de página) y con el cuidado y mimo habituales marca de la casa.

Todos estuvieron de acuerdo en que el día era perfecto para ir de picnic a Hanging Rock. La brillante mañana de verano había amanecido cálida y tranquila. Durante el desayuno, procedentes de los nísperos que daban a las ventanas del corredor, se escuchaban los estridentes cantos de las cigarras y el zumbido de las abejas que revoloteaban sobre los pensamientos que bordeaban el camino. Las enormes dalias habían florecido y se derramaban sobre los parterres, inmaculados, y el césped, bien cortado, perdía poco a poco su humedad bajo el sol ascendente. El jardinero estaba regando ya las hortensias, aún a la sombra del ala en que se situaba la cocina, en la parte trasera del colegio. Las alumnas del colegio Appleyard para señoritas se habían despertado a las seis de la mañana...

Lindsay, Joan, Picnic en Hanging Rock [Picnic at Hanging Rock], Impedimenta, Madrid, 2010. Introducción de Miguel Cane. Traducción de Pilar Adón. Rústica con sobrecubierta, 318 páginas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Viajes literarios con National Geographic

Hace apenas una semana se ha inaugurado en Madrid la tienda oficial de National Geographic (Gran Vía, 74). En la sección de libros, la bibliotecaria de Redfield Hall hizo una valiosa adquisición: Novel Destinations. Literary Landmarks from Jane Austen's Bath to Ernest Hemingway's Key West (inédito en español). Este libro, a modo de guía de viajes, es el complemento perfecto para acompañar cualquier trayecto literario: desde los salvajes páramos de las hermanas Brontë al Distrito de los Lagos, tan querido a los poetas británicos del Romanticismo; desde el San Petersburgo de Dostoievski a la Nueva Inglaterra de Robert Frost; desde el profundo sur de William Faulkner a las colinas californianas de Jack London; desde el Campo de Criptana de Dulcinea a la Praga de Kafka.
La primera parte del libro recoge distintas zonas agrupadas por temas (por ejemplo, «justicia poética», «vampiros, fantasmas y cuervos» o «lugares contemplativos») y en cada una de ellas se reseñan las casas museos de los escritores (con una pequeña foto e información práctica). El siguiente capítulo se organiza alrededor de cinco autores (Scott Fiztgerald, Hemingway, Twain, Wharton y James) y los lugares que fueron fundamentales en su vida. Los siguientes capítulos ofrecen información sobre festivales y fiestas literarias, librerías legendarias y cementerios y, por último, se reseñan restaurantes, hoteles y pubs obligatorios en cualquier recorrido literario. La segunda parte del libro está dedicada a ciudades que van indisolublemente unidas a la figura de un escritor: tal es el caso de Bath con Jane Austen, Salem con Nathaniel Hawthorne o Dublín con James Joyce.
Novel Destinations está primorosamente editado y sus dos autoras, Shannon McKenna y Joni Rendon, aportan una minuciosa y detallada información que hará las delicias de todos los lectores con diferentes mitomanías literarias. Aunque la página web del libro también es muy útil y contiene entradas y enlaces de interés, merece la pena hacerse con un ejemplar de esta obra.



McKenna Schmidt, Shannon y Rendon, Joni, Novel Destinations. Literary Landmarks from Jane Austen's Bath to Ernest Hemingway's Key West, National Geographic Society, Washington DC, 2008. Prólogo de Matthew Pearl. 358 páginas, cartoné con sobrecubierta.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El pequeño libro del caminante


El editor José J. de Olañeta, afincado en Palma de Mallorca y cuya producción editorial sigue siendo casi artesanal, ofrece en su colección Centellas pequeños libros ideales para una lectura breve, en viajes cortos o en mínimos tiempos «muertos». El volumen número nueve de esta colección reúne un par de ensayos de dos magníficos escritores británicos: Ir de viaje, de William Hazlitt (1773-1830) y Excursiones a pie, de Robert L. Stevenson (1850-1894). Ambos ensayos exponen opiniones diversas sobre el hecho de viajar, pasear, caminar y senderear, con sus gustos y preferencias en semejantes entretenimientos, y todo ello aderezado con recuerdos personales y disquisiciones literarias. Stevenson cita en su ensayo el escrito de Hazlitt y lo recomienda vivamente, además de comentarlo. Los dos ensayos conforman una deliciosa y sugerente lectura.
Ir de viaje se publicó originalmente en 1821 en The New Monthly Magazine y posteriormente en el volumen Table Talk (1821-1822). Se trata de un ejemplo excelente del estilo sencillo y directo de Hazlitt, en este caso trufado de referencias personales y literarias. Excursiones a pie apareció por vez primera en 1876, en el Cornhill Magazine, y después, en 1881, formó parte del volumen Virginibus Puerisque (1881), un libro de ensayos morales y literarios.
Hay que dar las gracias a Olañeta por haber tenido la idea de reunir en un solo libro estas dos mínimas joyas de la literatura inglesa, que harán las delicias del distraído viajero y conseguirán que los miembros de la taciturna secta de los caminantes esbocen una sonrisa de complicidad ante las ocurrencias de Hazlitt y Stevenson.

Una de las cosas más agradables del mundo es ir de viaje. Pero me gusta ir solo. Puedo disfrutar del trato con los demás en una habitación; pero al aire libre la naturaleza es compañía suficiente para mí. En él nunca estoy menos solo que cuando estoy solo. «Los campos eran su estudio, la naturaleza era su libro». No le puedo ver la gracia a caminar y hablar al mismo tiempo. (William Hazlitt).

Ahora bien, para disfrutarla como es debido, una excursión a pie hay que realizarla en solitario. Si uno va en grupo, o incluso con un compañero, ya no es una excursión a pie más que de nombre; es otra cosa, más por el estilo de un picnic. Una excursión a pie debe emprenderse en solitario porque su esencia es la libertad; porque uno debe poder detenerse y continuar, seguir un camino u otro a su antojo; y porque uno debe poder ir a su propio ritmo... (Robert L. Stevenson).

Hazlitt, William y Stevenson, Robert L., Ir de viaje. Excursiones a pie [On Going A Journey. Walking Tours], José J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2010. Traducción de Esteve Serra. Rústica, 80 páginas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Manhattan: de Waverly Place a Jane Street


Lumen es una de las pocas editoriales pertenecientes a grandes grupos que, a pesar de la crisis y de la devaluación de los libros, continúa publicando hermosos volúmenes en tapa dura (excepto en su nueva colección, Futura) con exquisito papel. Bien es cierto que los textos que suelen atesorar esas tapas de cuidadas y esmeradas cubiertas merecen su publicación de manera tan especial. Recientemente, Lumen ha sacado a la luz Érase una vez Manhattan, un clásico estadounidense que permanecía inédito en España. La cubierta, con un maravilloso skyline de Nueva York, corre a cargo de Marta Borrell. El lector abre el libro y se topa ya desde el principio con una de las imágenes más significativas de la ciudad: las guardas, en blanco y negro, están ilustradas con las escaleras de incendios inconfundibles de las casas de Manhattan. (Se podría pensar que en alguna de esas ventanas aparecerá en cualquier momento Holly Golightly).
Érase una vez Manhattan es una de las tres obras que Mary Cantwell escribió sobre su vida, desde su infancia hasta su madurez (las otras dos son American Girl y Speaking with Strangers). Nacida en Providence (Rhode Island) en 1930, se trasladó a Nueva York en 1953, cuando terminó sus estudios universitarios. Llegó a Manhattan con ochenta dólares en el bolsillo y una máquina de escribir Smith-Corona portátil de la que esperaba sacar un buen partido. Vital, hermosa y joven, pronto se encontró como pez en el agua sumergida en la vorágine frenética de la ciudad. En la obra, Mary va relatando cronológicamente, a través de sus diferentes domicilios (primero en Waverly Place, 148, compartiendo cuchitril con una compañera de universidad; después, ya con su marido, en la calle Veintiuno Este, en la calle Once Oeste, en Perry Street y en Jane Street), cómo se desenvuelve en la vida neoyorquina y en sus distintos trabajos. Nada más llegar a la Gran Manzana, consigue un puesto como secretaria del director de prensa en Mademoiselle, después pasa a trabajar a Vogue y, finalmente, logra ser columnista en The New York Times.
Mary Cantwell traza un maravilloso retrato de Manhattan, un canto a una ciudad en la que, en aquella dorada época de los años cincuenta, todo parecía posible, incluso la felicidad. Como ella mismo dijo: «Para mí, Nueva York era una colmena. No podías limitarte a vivir allí. Tenías que ser alguien, hacer algo, lo que fuera. La mejor manera de conocer Nueva York, de aprender a amarla, era dejar que te agotara».

En una palabra, no nos falta de nada. Por lo menos, a mí no me falta de nada. Hay noches en las que, sentada en el sofá cama con las piernas cruzadas, Las cuatro estaciones de Vivaldi en el tocadiscos y los gatos callejeros delante de la ventana de la cocina rebuscando entre la hierba, me siento pletórica de alegría, porque salgo de esta casa todas las mañanas para dirigirme al lugar que mi padre prometió que un día sería mío. El lugar donde habría mucha gente como yo.

Cantwell, Mary, Érase una vez Manhattan [Manhattan, When I Was Young], Lumen, Barcelona, 2010. Traducción de Jordi Fibla. Cartoné con sobrecubierta, 272 páginas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Dominó


La bibliotecaria de Redfield Hall os presenta este curioso vídeo publicitario de Bookmans, una librería de Estados Unidos especializada en libros de segunda mano. Aún no se sabe si se trata de un fake o han conseguido realmente ese efecto dominó.


martes, 9 de noviembre de 2010

Vida y tradición en Nueva Inglaterra


Como adelantábamos a principios de septiembre, en la reseña de La educación de Oscar Fairfax, de Louis Auchincloss (1917-2010), una de las apuestas otoñales de la editorial Libros del Asteroide sería la que se considera la obra más importante de este autor: El rector de Justin. Publicada por primera vez en 1964, la crítica se rindió a este escritor y se dijo de él que era el digno heredero literario de Henry James y Edith Wharton. En España, varias editoriales sacaron a la luz esta obra en los años sesenta y setenta, pero desde hace tiempo estaba descatalogada. Gracias a la recuperación que está llevando a cabo Libros del Asteroide del señor Auchincloss, el gran cronista de la clase dirigente de Estados Unidos, podemos disfrutar ahora de ella (todavía quedan por publicar varias obras más de este autor).
El rector de Justin narra la historia de un colegio en Nueva Inglaterra (¿dónde si no?) y de su fundador. A finales del siglo XIX, Francis Prescott, un carismático joven licenciado en Harvard y en Oxford, abandona un futuro prometedor y decide embarcarse en la tarea de su vida: la fundación de un internado masculino. Con el tiempo, el colegio, de ideales religiosos episcopalianos y con una severa disciplina, se convierte en uno de los más exclusivos de Estados Unidos.
Cincuenta años después, en 1939, un joven apocado y tímido con vocación religiosa, Brian Aspinwall, recala en Justin Martyr para impartir clases de Inglés y entabla una relación paternal con Francis Prescott, a la sazón un anciano de ochenta y cinco años. Al cabo de unos meses de su estancia en el internado, recibe el encargo de redactar la biografía de su todavía director. Brian recaba para ello a lo largo de los años numerosos testimonios de profesores, ex alumnos y familiares y, junto con sus impresiones, relatadas en un diario, conforma unos controvertidos apuntes en los que se desvelan las luces y las sombras de Prescott. La novela es el compendio de todos estos testimonios personales, el trabajo de recopilación que Brian hace antes de ponerse a redactar definitivamente, «en un cuaderno vacío y austero», la biografía del fundador de Justin Martyr.

Todavía no sé muy bien qué opinión me merece el aspecto del colegio. El lunes me deprimía, el martes me comenzó a parecer mejor; hoy —con un tiempo magnífico— me gusta. Sigue de modo muy convincente el estilo arquitectónico de H. H. Richardson, con grandes volúmenes de ladrillos de color rojo oscuro, arcos románicos de granito, glorietas y largas columnatas. La abundancia de campos de césped y setos verdeantes y el porte glorioso de los olmos aligeran cierta tendencia a las formas pesadas, y evocan un monasterio medieval en el Mediodía francés o, sin ir tan lejos, una asentada colonia veraniega en la Nueva Inglaterra de comienzos de siglo. Como es habitual, Dios lo ha hecho mejor que el hombre. [...] La paz predomina en el recinto y, en un radiante día de otoño como éste, casi parece una paz soñolienta [...]. Sí. Creo que va a gustarme Justin Martyr.

Auchincloss, Louis, El rector de Justin [The Rector of Justin], Libros del Asteroide, Barcelona, 2010. Traducción de Ignacio Peyró. Rústica, 392 páginas.

domingo, 31 de octubre de 2010

Crónica del primer misterio


En el año 2010 las mesas de novedades de las librerías están repletas de novelas policiacas actuales, algunas urdidas y tramadas con más o menos fortuna y otras, la mayoría, de manera simplona y rácana. Por suerte para el lector avezado e inteligente (cualidades que suelen ignorar las editoriales en la actualidad), estas novelas coexisten en esa misma mesa con obras clásicas del género. La bibliotecaria de Redfield Hall recomienda encarecidamente escoger una de estas últimas si se desea disfrutar de una excelente lectura.
El poeta, dramaturgo y crítico literario T. S. Eliot (1888-1965) definió La Piedra Lunar como «la primera y la mejor de las modernas novelas detectivescas de Inglaterra». Wilkie Collins (1824-1889) la escribió en 1868 y se publicó inicialmente como una serie en la revista All the Year Round, fundada y dirigida por Charles Dickens, íntimo amigo del autor. Considerada unánimemente por la crítica como la precursora de la novela de misterio, La Piedra Lunar maneja recursos que después se convirtieron en arquetipos del género: varios sospechosos, personajes presentes en el lugar del crimen que participan en la investigación o el método de deducción para descifrar la trama. Formalmente, Wilkie Collins da voz en la novela a diferentes personajes y así los hechos se narran desde distintos (y a veces dispares) puntos de vista, mediante epístolas, diarios y el relato directo de los testigos.
La Piedra Lunar es un diamante de valor incalculable que una hermosa joven adinerada de la sociedad victoriana, Rachel Verinder, recibe como regalo en su décimo octavo cumpleaños. Procedente de la India, el diamante ha sido robado años antes por un corrupto oficial inglés que prestaba servicio en ese país. Tres hindúes siguen los pasos de la joya, de gran significación religiosa. Durante la celebración del aniversario de la joven, la Piedra Lunar desaparece. Y comienza el misterio.
La editorial Verticales de Bolsillo recupera esta obra maestra en una nueva y ajustada traducción que solventa errores que circulaban en versiones anteriores y completa con este título su Biblioteca Wilkie Collins, en la que también figuran Armadale, La dama de blanco, Las hojas caídas y La túnica negra.

—Hay varios hechos que deberían relatarse —continuó el señor Franklin—, y contamos con algunas personas que estuvieron implicadas en los mismos y están en condiciones de referirlos. Partiendo de esta circunstancia, la idea es que cada uno de nosotros escriba la historia de la Piedra Lunar; cada cual debe hacerlo separadamente de los demás y debe llegar en la historia tan lejos como le permita su propia experiencia, pero no más allá. Deberíamos comenzar el trabajo mostrando cómo llegó el diamante a manos de mi tío Herncastle, mientras estaba sirviendo en la India, hace cincuenta años. En realidad, ya disponemos de este relato preliminar, puesto que aparece narrado en una vieja carta familiar; en ese documento se ofrecen todos los detalles del caso, narrados con la autoridad de quien fue testigo ocular.

Collins, Wilkie, La Piedra Lunar [The Mooonstone], Verticales de Bolsillo, Barcelona, 2009. Traducción de José C. Vales. Rústica, 664 páginas.

domingo, 24 de octubre de 2010



Día Internacional de la Biblioteca
24 de octubre


Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.
Jorge Luis Borges (1899-1986)

lunes, 18 de octubre de 2010

El arte de aceptar una novela


El americano Patrick Dennis (1921-1976), seudónimo de Edward Everett Tanner III, escribió La tía Mame en los años cincuenta del pasado siglo. Envió el manuscrito a diecinueve editoriales, y diecinueve veces fue rechazado. Afortunadamente, hubo una vigésima vez y la editorial Vanguard Press aceptó la novela, publicándola en 1955. Vendió más de dos millones de ejemplares en Estados Unidos y se mantuvo en las listas de los diez libros más vendidos del New York Times durante ciento doce semanas. Un año después, en 1956, logró colocar en esta misma lista otros dos títulos más, firmados con diferentes seudónimos.
En España ha sido la editorial Acantilado quien se ha hecho cargo de la publicación de esta novela (desconocemos si por estos lares ha rodado por tantas mesas como lo hizo en su época) y ha mantenido la llamativa imagen de cubierta de la edición que Broadway Books sacó en el año 2001, obra de Edwin Fotheringham.
Esta novela relata la historia de un niño de diez años que se queda huérfano en los años veinte en Estados Unidos. Su padre deja dispuesto, en un testamento un tanto peculiar, que el pequeño Patrick se quede a cargo de su hermana, la tía Mame, aun afirmando que «quedar en sus manos es un destino que no le deseo ni a un perro, aunque no siempre podemos elegir y la tía Mame es mi único pariente vivo». Patrick pasará los siguientes treinta años con la tía Mame, una soltera excéntrica, divertida, elegante, caprichosa, irreverente y encantadora. Junto a ella, vivirá todo tipo de estrámboticas situaciones y su vida se convertirá en un caos repleto de aventuras, fiestas, golpes de fortuna, amores y desamores.
Como dice la publicidad de Acantilado sobre esta deliciosa e irreverente novela: «Seguirá riendo mucho después de haber cerrado el libro».

Al pensar en lo alocada y deslumbrante que era mi tía Mame en 1929, veo que debió de asustarse de tener que criar a un niño de diez años totalmente desconocido tanto como yo al entrar por primera vez, temeroso y boquiabierto, en el esplendor oriental de su apartamento de Beekman Place. Pero mi tía Mame no era de las que se rinden fácilmente. Mi tía tenía el espíritu animoso de una exploradora de garitos clandestinos. Y, aunque sus ideas sobre la educación infantil tal vez pudieran considerarse un poco heterodoxas —igual, todo sea dicho, que sus ideas sobre cualquier otra cosa—, el sistema exclusivo de mi tía Mame funcionó bastante bien a su despreocupada manera.

Dennis, Patrick, La tía Mame [Auntie Mame], Acantilado, Barcelona, 2010. Traducción de Miguel Temprano García. Rústica, 352 páginas.

domingo, 10 de octubre de 2010

El ocaso victoriano en el siglo XXI


La escritora y filóloga inglesa Antonia Susan Byatt (Sheffield, 1936), Dame Commander de la Orden del Imperio Británico, es autora de varias novelas que ya han alcanzado el calificativo de «clásicas», como Posesión (1990) o Ángeles e insectos (1992). Sólo es cuestión de tiempo que su última novela, El libro de los niños (2009), se valore como tal: un clásico, una obra maestra destinada a permanecer en el tiempo y en la memoria de sus lectores.
El libro de los niños es una novela de extraordinaria belleza, erudición y emoción, de factura impecable y con una consistencia inhabitual (o inexistente) en la literatura contemporánea. La delicadeza y el gusto por los detalles, la minuciosidad y el excelente manejo de los personajes de los que hace gala A. S. Byatt resultan difíciles de igualar (e imposibles de mejorar). Ambientada en las postrimerías de la época victoriana, desde finales del siglo XIX hasta el final de la Primera Guerra Mundial, la novela traza un espléndido fresco de esos cruciales años de la mano de cuatro familias: los Wellwood de Todefright, los Wellwood de Portman Square, los Cain y los Fludd. El personaje que funciona de hilo conductor es Olive Wellwood, una afamada escritora de cuentos infantiles que reside con su marido, su hermana Violet y sus seis hijos en Todefright, una mansión campestre en la que todo gira alrededor del arte y de los preceptos de la Sociedad Fabiana. Cuando su hijo mayor, Tom, acompañado de Julian Cain, descubre a un niño escondido en las galerías del Victoria and Albert Museum (cuya gestación como museo discurre a la par que la novela), la vida de las cuatro familias cambiará. Olive le toma como protegido y Philip Warren recalará en casa de Benedict Fludd, un artista alfarero con el que trabajará de aprendiz. A partir de ese momento, el lector asistirá a las relaciones que se establecen en esas familias, con el telón de fondo de una época convulsa política y socialmente, y se deleitará con la infancia y juventud de esos niños que en sus años de madurez se enfrentarán con la brutal guerra que devastó Europa.

Dos niños observaban desde la Galería del Príncipe Consorte a un tercero que había abajo. Estaban a 19 de junio de 1895. El príncipe había muerto en 1861 y sólo había visto el inicio de su ambicioso proyecto de reunir varios museos en los que los artesanos británicos pudieran estudiar los mejores ejemplos del diseño. Su retrato, un modesto mosaico en forma de medallón, ocupaba el tímpano de un arco decorativo en el extremo de la estrecha galería que recorría la parte superior del patio sur. El patio sur estaba decorado con más mosaicos, retratos de pintores, escultores, alfareros..., el «Valhalla de Kensington». El tercer niño estaba acuclillado junto a una serie de imponentes vitrinas que exponían sus tesoros de oro y plata. Tom, el más joven de los que lo miraban desde arriba, pensó en Blancanieves dentro de su sarcófago de cristal.

Byatt, A. S., El libro de los niños [The Children's Book], Lumen, Barcelona, 2010. Traducción de Miguel Temprano García. Rústica, 958 páginas.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Grand Tour por Italia

La colección Breves Reencuentros de la editorial Navona tiene como fin devolver a la actualidad obras de autores importantes que se hallan perdidas en el tiempo o que son poco conocidas. Compañeros de viaje, de Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916), se inscribe en esta colección y se trata de la primera vez que esta obra se publica en España. Mezcla de novela y crónica de viajes, pertenece a la primera época del autor, que contaba con apenas veintisiete años cuando la escribió. El narrador y protagonista de este relato es el señor Brooke, un caballero adinerado que viaja por turismo a Italia. En Milán se encontrará con un compatriota, el señor Evans, que está recorriendo la península itálica en compañía de su hija, Charlotte, una encantadora y deliciosa joven. Durante el viaje, los dos caballeros se enfrascan en variadas reflexiones acerca del arte ante la contemplación de los magníficos museos y monumentos italianos, sin olvidar su hermoso paisaje y admirar la forma de vida de sus ciudadanos. Italia se convierte en una «fascinante novela» en sí misma. Pero el señor Brooke no sólo cae rendido ante la belleza del país, sino también ante Charlotte. En Venecia declara sus sentimientos a la joven, pero ésta prefiere reservarse los suyos. Dos sucesos cambiarán el curso de los acontecimientos: una oferta al señor Brooke de un Caravaggio y un tren perdido en Padua. El lector deberá llegar hasta Roma para que se desvele el final de esta historia.
Henry James es un filón editorial de primera magnitud y aparentemente inagotable. La editorial Navona ha publicado también, en este año 2010, además de Compañeros de viaje, la novela Historia de una obra maestra. Y otras muchas editoriales publican con regularidad obras del escritor. Señalamos aquí algunas de las recién llegadas (la Biblioteca de Redfield Hall hará cumplidamente su reseña): De París a los Pirineos (Abada), Eugene Pickering (Contraseña), El fondo Coxon (Ático de los Libros), La protesta (El Olivo Azul) y Washington Square (Alba).

La joven dama se levantó lentamente, poniéndose uno de sus guantes. Sus ojos descansaban en el fresco, por lo que yo podía observarla libremente. Era sin duda americana. Calculé que su edad debía de rondar los veintidós años. De estatura mediana, tenía una figura deliciosamente esbelta. Su pelo era castaño, su tez fresca y clara. Llevaba un vestido blanco de piqué y un chal de encaje negro. Sobre sus gruesas trenzas oscuras lucía un sombrero con una pluma de color púrpura. Destacaba por esa delicadeza física y esa elegancia personal (cualidades que algunas veces resultan excesivas) que normalmente delatan a mis jóvenes compatriotas en Europa.

James, Henry, Compañeros de viaje [Travelling Companions], Navona, Barcelona, 2010. Prólogo de Jorge Ordaz. Traducción de Pilar Lafuente. Rústica, 110 páginas.

domingo, 19 de septiembre de 2010

«Dinero, dinero y más dinero»


La editorial Periférica abandona en algunos de sus libros sus características e inconfundibles tapas amarillas por un moderno diseño en rojo que seguro que llama la atención de sus fieles lectores. En el título del que nos ocupamos hoy, El complejo de dinero, de Franziska von Reventlow, destaca la imagen de portada: un grupo de personas, a todas luces de la alta sociedad, en la cubierta de un barco.
El complejo de dinero, publicada en 1916, es un epistolario que una dama escribe durante su estancia en un singular hospital psiquiátrico a una amiga, a fin de que sepa por qué ha desaparecido sin dejar rastro. La autora de las cartas, una joven de clase alta, alocada y casada por conveniencia, decide internarse por voluntad propia en el sanatorio para escapar de sus acreedores y para curarse de su «complejo de dinero» mientras espera una herencia que no llega. La convivencia con sus compañeros —un peculiar e interesante grupo de pacientes— y los esfuerzos de un médico para curarles mediante el psicoanálisis freudiano propician todo tipo de disparatadas anécdotas para las cartas de la joven, que describen irónica y mordazmente la relación que todos ellos mantienen con el vil metal.
La propia vida de la autora de esta obra, Franziska von Reventlow (1871-1918), podría servir de argumento para una novela (varias de sus vivencias aparecen relatadas en El complejo de dinero). Nacida en Alemania, de padres aristócratas prusianos, fue muy rebelde desde su infancia y pronto se alejó de su familia, parte de la cual militó en el partido nazi. En 1893 se instaló en Múnich. Trabajaba como traductora y escribía artículos satíricos para varios periódicos. Allí, se codeó con la bohemia de la ciudad, participó en el movimiento feminista, tuvo varios amantes, se casó, tuvo un hijo, se divorció de su marido y volvió a tener amantes. Entre sus amigos estaban Theodor Lessing y Rainer Maria Rilke, que le ayudaron a publicar sus novelas. Después de viajar por toda Europa, se trasladó a vivir a Suiza en 1910 y se casó por conveniencia con el barón Alexander von Rechenberg-Linten. Un desafortunado accidente de bicicleta acabó con su vida a los cuarenta y siete años.

Un sanatorio... Veo cómo tú y todos los demás movéis la cabeza incomprensivamente. Lo cierto es que no estoy mal de los nervios, ni siquiera padezco un especial nerviosismo, lo único que me pasa es que tengo el llamado «complejo de dinero». Espero, por el amor de Dios, que sepas lo que es un «complejo» en el sentido patológico de la palabra. Viene a ser algo así como un conjunto de sentimientos, impulsos y cosas por el estilo que se reprimen o no se exteriorizan, y que, si no me equivoco, se agolpan en el subconsciente y causan afecciones anímicas.

Von Reventlow, Franziska, El complejo de dinero [Der Geldkomplex], Periférica, Cáceres, 2010. Traducción de Richard Gross. Rústica, 174 páginas.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El aristócrata americano


La Biblioteca de Redfield Hall abre de nuevo sus puertas después de un largo veraneo y justo cuando se cumple un año de su apertura, dado que inició su andadura en septiembre de 2009. Antes de reseñar el libro de esta semana, la bibliotecaria desea agradecer la fiel lectura que le dedican sus socios y corresponsales, y espera que hayan pasado un excelente verano.
De nuevo (como en las últimas entradas) nos aguarda en las estanterías una estupenda novela de Libros del Asteroide: La educación de Oscar Fairfax, del autor estadounidense Louis Auchincloss (Lawrence, Nueva York, 1917-2010), un digno heredero de la prosa de Henry James o Edith Wharton. Esta deliciosa obra se presenta como una suerte de memorias ficticias y en ella se relata la vida de Oscar Fairfax, nacido a principios del siglo XX, desde sus tiempos de estudiante, en St. Augustine, Yale, Washington, París y Nueva York, hasta su madurez, cuando ejerce de abogado en el bufete de su padre. El relato de su vida, trufado de anécdotas variadas y pintorescas de sus relaciones, tanto personales como profesionales, es también el relato de la alta sociedad neoyorquina, con sus grandezas y sus miserias. Y Oscar Fairfax acaba llegando a la conclusión de que la educación es la característica fundamental de su existencia y que, en ocasiones, resulta difícil encajar en determinadas circunstancias y situaciones.
Louis Auchincloss perteneció a una de las familias más importantes de Estados Unidos, descendiente de los primeros nobles británicos que arribaron a las colonias americanas. Estudió en los colegios y universidades más prestigiosos del país y ejerció la abogacía en un bufete de Nueva York, combinando siempre esta profesión con la escritura. Es autor de treinta novelas, de veinte libros de relatos y de varios volúmenes dedicados a la biografía, la historia y la crítica literaria. En los años sesenta y setenta, varias editoriales españolas publicaron sus obras, pero en la actualidad son inencontrables. Gracias a Libros del Asteroide podemos disfrutar de esta magnífica novela, a la espera de que a finales de otoño esta editorial saque a la luz la que se considera la obra más importante de Louis Auchincloss, que esperamos con ansiedad.

La mente me bullía con incesantes análisis. ¿Por qué los retratos de mujeres realizados por Sargent eran mucho más delicados que los de los hombres? ¿Las ricas sedas y satenes de sus batines, el brillo de sus perlas, el esplendor de sus diamantes, los brillantes colores de sus armoires y bergères y el resplandor de sus porcelanas no intentaban disfrazar lo insípido de sus semblantes aristocráticos y elegantes? ¿Qué sería de los personajes más hábilmente dibujados por Henry James en su última etapa —Strether y Maggie Verver y Milly Theale— sin la gloria de París en primavera, o la elegancia de Londres en cada estación, o el drama de Venecia en otoño? ¿Y no había sido Edith Wharton pionera de la decoración interior antes de que iluminase sus novelas con tan maravillosas moradas para sus personajes?

Auchincloss, Louis, La educación de Oscar Fairfax [The education of Oscar Fairfax], Libros del Asteroide, Barcelona, 2008. Traducción de Pilar Mañas Lahoz. Rústica, 256 páginas.

viernes, 6 de agosto de 2010

Vacaciones al aire libro



Como suele ser habitual en el mes de agosto, la Biblioteca de Redfield Hall echa el cierre durante unos días este mes (no así su Noticiero, que dará cumplida cuenta de toda noticia merecedora de comentarse, en caso de que las hubiere). Antes de poner el cartel de "cerrado por vacaciones", la bibliotecaria quiere recomendar una serie de libros que seguro que harán las delicias de sus socios y corresponsales en su veraneo y viajes varios.
Los inquilinos de Moonbloom, de Edward Lewis Wallant, y La educación de Oscar Fairfax, de Louis Auchincloss, dos Asteroides que, aunque no son estrictamente novedades editoriales, merece la pena que acompañen cualquier viaje aunque no sea a Nueva York, donde transcurren las historias de ambas novelas. (Libros del Asteroide, Barcelona, 2005 [traducción de Miguel Martínez-Lage y prólogo de Rodrigo Fresán] y 2008 [traducción de Pilar Mañas Lahoz], respectivamente).
El libro de los niños, de A. S. Byatt, es el volumen que ha inaugurado la nueva colección Futura de la editorial Lumen: novecientas cincuenta y cinco páginas para veraneos largos y bien aprovechados. (Lumen, Barcelona, 2010. Traducción de Miguel Temprano García).
La evolución de Calpurnia Tate, de Jacqueline Kelly, llama la atención por su preciosa cubierta. Narra la historia de una niña que se empeña en saber qué hay detrás de la puerta de la biblioteca y del laboratorio de su abuelo. (Roca, Barcelona, 2010. Traducción de Isabel Margelí).
Black, black, black, de Marta Sanz, una novela negra ideal para estas fechas. La autora es colaboradora habitual en suplementos culturales, donde ejerce con precisión su labor de filóloga. (Anagrama, Barcelona, 2010).
No es preciso veranear en tierras inglesas para apreciar lo último que se ha publicado de Julio Verne: Viaje a contrapelo por Inglaterra y Escocia, un magnífico libro que sigue, en ocasiones, los pasos de los héroes románticos de Walter Scott. (Nórdica, Madrid, 2010. Traducción de María José García Ripoll).
"Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre", así comienza la primera novela de Natsume Soseki, Soy un gato, un excelente relato que narra la vida de un felino y el grotesco y variopinto grupo de personas con las que tiene que convivir. (Impedimenta, Madrid, 2009. Traducción de Yoki Ogihara y Fernando Cordobés). También de Impedimenta es Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, el bonus track que ofrece, puntual, con el verano, esta editorial, un clásico inglés "que no envejece, literatura para disfrutar a la sombra de un árbol o mientras se bebe un té helado". (Impedimenta, Madrid, 2010. Traducción de Pablo Grosschmid. Introducción de José C. Vales).

martes, 27 de julio de 2010

Tina desesperada, desquiciada y divertida


En la vida de Bettina Balser nada es lo que parece, al menos, aparentemente. Esta sofisticada ama de casa reside en un moderno apartamento en Manhattan, está casada con un brillante abogado, tiene dos hijas preciosas, una buena posición económica y una vida social apasionante. Cualquiera pensaría que cuenta con todo aquello que podría desearse en la vida. Sin embargo, Tina no es feliz. Cuando considera que está a punto de tocar fondo (y se muestra reacia a acudir al psiquiatra que la trató cuando era jovencita, tal y como le recomienda su marido), decide escribir un diario en el que reflejar sus pensamientos con el fin de intentar buscar las causas de su insatisfacción vital. El relato de su día a día (desde el 22 de septiembre al 2 de febrero) nos muestra a una Tina desesperada, desquiciada, divertida e inteligente que ya no sabe qué hacer para controlar su vida. Su neurosis, su angustia y sus frustraciones conforman este Diario de un ama de casa desquiciada, de Sue Kaufman (1926-1977), todo un clásico de la literatura norteamericana contemporánea. Publicada en 1967, se convirtió en una referencia ineludible de la nueva conciencia femenina que surgió a mediados del siglo XX en Estados Unidos. En España permanecía inédita. Libros del Asteroide, con su cuidado habitual, la presenta con una estupenda cubierta vintage de color rosa que destaca maravillosamente en la siempre abigarrada mesa de novedades de cualquier librería.

Pobre Jonathan. Piensa que estoy susceptible y despistada. Nerviosa e irritable. Lo que realmente pasa es que estoy paralizada. Lo que pasa es que estoy paranoica. Lo que pasa es que a veces me siento tan deprimida que ni siquiera puedo hablar, tan desesperada que me encierro en el lavabo y abro todos los grifos para que no se me oiga llorar. [...] Lo que pasa es que de repente siento miedo de casi todo lo imaginable. Haré una lista. Tengo miedo de: los ascensores, los metros, los puentes, los túneles, los sitios altos, los sitios subterráneos, los sitios cerrados, los barcos, los coches, los aviones, los trenes, las multitudes, los parques desiertos, los dentistas, las abejas, las arañas, las polillas peludas, las cucarachas, las pandillas de adolescentes, los atracadores, los violadores, los tiburones, los incendios, los maremotos, las enfermedades mortales (todas las conocidas). La lista continúa, pero soy incapaz de seguir.

Kaufman, Sue, Diario de un ama de casa desquiciada [Diary of a Mad Housewife], Libros del Asteroide, Barcelona, 2010. Traducción de Milena Busquets. Rústica, 336 páginas.

domingo, 18 de julio de 2010

Guinevere Pettigrew en la cumbre de toda fortuna


Aunque no se trata estrictamente de una novedad editorial, dado que El gran día de la señorita Pettigrew se publicó hace ya un par de años en la editorial Espasa, esta novela de Winifred Watson merece tener su lugar en la magnífica labor de rescate que algunas editoriales están llevando a cabo de novelistas inglesas, un auténtico filón literario. (El ejemplo más notorio y acertado es Impedimenta, con La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, que se ha convertido por méritos propios en una de las novelas más vendidas de la temporada, o Lumen con las obras de Barbara Pym).
La deliciosa y encantadora novela de la que nos ocupamos aquí está protagonizada por la señorita Pettigrew, una mujer que ronda los cuarenta años que jamás ha tenido suerte en la vida. Desesperada, sin dinero ni para pagar el alquiler de sus modestos aposentos ni para llevarse un mendrugo de pan a la boca, su vida cambia el día que la agencia de empleo que supuestamente debería buscarle un trabajo la envía por error a casa de una cabaretera, Delysia LaFosse, en vez de colocarla, como estaba previsto, en el servicio doméstico de una casa mediana. La bella Delysia es especialista en meterse en líos, sobre todo en embrollos amorosos, y cuando la señorita Pettigrew llega a su casa, se halla inmersa en uno. Contra todo pronóstico, ambas damas se entienden de maravilla y la señorita Pettigrew, pobre, pero juiciosa y de muy buen corazón, encauza la vida de la señorita LaFosse y se convierte en su guía durante las veinticuatro horas más intensas que jamás haya imaginado nunca la entrañable señorita Pettigrew.
Winifred Watson (1906-2002) trabajó como secretaria hasta que decidió ganarse la vida como escritora. Escribió dos novelas dramáticas, que alcanzaron cierto éxito, pero en la tercera, El gran día de la señorita Pettigrew (1938), cambió completamente de registro. Este cambio no gustó en absoluto a sus editores y tardaron varios meses en decidirse a publicarla. Sin embargo, no se arrepintieron, porque la novela fue un gran éxito de ventas en Inglaterra y en Estados Unidos (en España permanecía inédita, igual que el resto de sus novelas). Hacia 1943, cuando tenía 37 años, Winifred Watson dejó de escribir para ocuparse de su familia.

En la calle, la señorita Pettigrew se estremeció. Era un día de noviembre frío, gris y brumoso y, además, lloviznaba. Su abrigo, de un feo y anodino color marrón, no era muy grueso. Tenía ya cinco años. El tráfico de Londres rugía a su alrededor. La señorita Pettigrew, de mediana edad, facciones angulosas, estatura normal, delgada por una alimentación deficiente, con una expresión tímida y derrotada, y una mirada de terror, discernible sólo para aquel que se tomase la molestia de fijarse en ella, se sumó al tropel. Pero en ninguna parte del mundo había algún amigo o pariente que supiera o le importara si la señorita Pettigrew estaba muerta o viva.

Watson, Winifred, El gran día de la señorita Pettigrew [Miss Pettigrew Lives for a Day], Espasa, Madrid, 2008. Ilustraciones de Mary Thomson. Traducción de Isabel Murillo Fort. Rústica, 264 páginas.

martes, 6 de julio de 2010

Florence y Lolita


En Hardborough, un pequeño pueblo costero de Suffolk, una mujer llamada Florence Green emprende la gran aventura de su vida: abrir una librería. Es la primera vez que se establece un negocio de este tipo en el pueblo y las variopintas reacciones de sus habitantes no se hacen esperar. Florence ubica su librería en una casona polvorienta, mugrienta y abandonada que, además, está llena de humedades, y hace del establecimiento su propio hogar. A primera vista, nadie podría imaginar que un edificio tan cochambroso, que cuenta hasta con un rapper, un fantasma, pudiera albergar nada; sin embargo, Florence no es la única que había pensado en la casona para emplazar un negocio. A pesar de las primeras vicisitudes, poco a poco la librería se va haciendo un hueco en la vida del pueblo y Florence incluso abre una biblioteca en una de las alas del edificio y contrata a una jovencita de diez años para que la ayude, Christine, la única que no quiere sabotear su negocio. Un conocido le sugiere que ponga a la venta Lolita, de Vladimir Nabokov, una obra que ha suscitado una gran controversia. En cuanto aparecen los primeros ejemplares de Lolita en la librería de Florence, los provincianos habitantes de Hardborough pondrán el grito en el cielo.
Penelope Fitzgerald (1916-2000) era la hija de uno de los editores de Punch, Edmund Knox. Su fina ironía y su sentido del humor parece heredado directamente de esta revista. Con La librería quedó finalista del Booker Prize en 1978, premio que consiguió finalmente con su siguiente novela, A la deriva. Considerada una de las figuras más representativas de la narrativa británica (A. S. Byatt dijo de ella que era «la más privilegiada heredera de Jane Austen por su precisión y su inventiva»), sus lectores estamos de suerte, porque Impedimenta publicará próximamente otra de sus novelas: El comienzo de la primavera.

—Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles.
[...]
—¿Por qué cree que abrir una librería es inverosímil? —le gritó al viento—. ¿La gente de Hardborough no quiere comprar libros?
—Han perdido el deseo por las cosas raras. Se venden más arenques ahumados, por ejemplo, que truchas, que están medio ahumadas y tienen un sabor más delicado. Y no me diga usted que los libros no constituyen una rareza en sí mismos.

Fitzgerald, Penelope, La librería [The Bookshop], Impedimenta, Madrid, 2010. Traducción de Ana Bustelo. Rústica con sobrecubierta, 190 páginas.

domingo, 27 de junio de 2010

¡Rodarán cabezas!


Washington Irving (1783-1859) publicó por primera vez La leyenda de Sleepy Hollow en un libro titulado The Sketch Book, firmado por Geoffrey Crayon, uno de sus variados seudónimos (otros fueron Jonathan Oldstyle y Diedrich Knickerbocker). Este compendio agrupaba treinta y cuatro ensayos y relatos cortos que se habían publicado con anterioridad en diferentes periódicos entre 1819 y 1820. El volumen tuvo muchísimo éxito, precisamente gracias a este relato y a otro que se hizo igualmente célebre: Rip van Winkle.
La leyenda de Sleepy Hollow narra la historia de Ichabod Crane, el maestro de una pequeña población portuaria llamada Greensburgh. (Las mujeres del pueblo le cambiaron el nombre y la llamaron Tarrytown por la tendencia de sus maridos a demorarse en la taberna los días de mercado). Ichabod está enamorado de la bellísima joven Katrina van Tassel, la única hija de un adinerado terraniente holandés, pero no es el único, cuenta con un formidable rival: Brom Bones, un mozo fornido, bullanguero y jovial. Un día, el señor Van Tassel invita a Ichabod a una gran fiesta en sus propiedades y el maestro ve su oportunidad para cortejar a la hermosa Katrina. Sin embargo, Ichabod no contaba con toparse con el espectro del Jinete Sin Cabeza, que vaga por los bosques de la Región del Sopor...
Tim Burton llevó a la pantalla grande esta leyenda del folclore americano en 1999. Se inspiró para ello en las ilustraciones que Arthur Rackham (1867-1939) dibujó para una de las ediciones de Sleepy Hollow. La especialísima edición de Alba incluye esas ilustraciones, muchas de ellas a todo color, y en papel cuché.

El maestro suele ser un personaje de cierta importancia en la comunidad femenina del mundo rural, pues se le tiene por una especie de ocioso caballero, de gustos y talante vastamente superiores a los de los toscos mozos, a quien sólo el párroco aventaja en sabiduría. Por tanto, no es raro que su aparición cause cierto revuelo en la mesa de la merienda de las granjas, provoque la llegada de un plato especial con pasteles o dulces y, acaso, la exhibición de una tetera de plata. Por consiguiente, nuestro hombre de letras se deleitaba especialmente con las sonrisas de todas las damitas de la comarca.

Irving, Washington, La leyenda de Sleepy Hollow [The Legend of Sleepy Hollow], Alba, Barcelona, 2010. Ilustraciones de Arthur Rackham. Traducción de Guillermo Lorenzo. Cartoné, 96 páginas.

domingo, 20 de junio de 2010

Espíritus bibliotecarios


La palabra 'fantasma' en castellano puede significar tanto una «visión quimérica como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación» como «la imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos», entre otras definiciones que ofrece el Diccionario de la Lengua Española. En francés, de acuerdo con la entrada del Larousse, 'fantôme' significa también «el papel o cartón que se pone en el lugar de un libro retirado de un estante de biblioteca, de un documento que ha sido prestado». El libro Bibliotecas llenas de fantasmas, de Jacques Bonnet, editado por Anagrama, abunda en fantasmas de todo tipo y condición, siempre que habiten en los anaqueles de una biblioteca. Se podría decir que este exquisito opúsculo es un verdadero tratado del arte de vivir con muchos libros. El autor repasa la «existencia» de sus libros, cómo se comportan, cómo se ordenan, cómo convive con ellos o cómo cohabitan los títulos entre sí, sin dejar de lado el análisis de bibliotecas célebres, como la de Alejandría, por ejemplo.
La obra está estructurada en nueve capítulos que comienzan con una cita célebre sobre libros (ahí aparecen desde Borges a Trollope, pasando por Juliano, Diógenes o Séneca). Cada capítulo aborda diferentes cuestiones que se puede plantear un bibliómano relacionadas con la lectura, la pasión por coleccionar libros y las bibliotecas («¿teme usted que el derrumbamiento de su biblioteca lo aplaste mientras duerme?, ¿se puede poner en la misma estantería a dos autores irremediablemente reñidos en vida?»).

«¿Los ha leído todos?». No, por supuesto que no. O tal vez sí. En realidad, no lo sé. Es complicado. Hay libros que he leído y olvidado (muchos) y algunos a los que sólo he echado un vistazo rápido y de los que me acuerdo. Así pues, no todos han sido leídos pero sí hojeados, gulusmeados, sopesados. Luego el volumen puede seguir tres caminos distintos: puede ser leído inmediatamente o a corto plazo; más adelante (eso puede querer decir semanas, meses, años más tarde si las circunstancias son especialmente desfavorables y el flujo demasiado importante; a eso se llama «pilas de libros por leer»); o directamente guardado en su lugar en la estantería. [...] Un día servirán, no sé cuándo, no sé para qué, pero no están allí por casualidad.

Bonnet, Jacques, Bibliotecas llenas de fantasmas [Des bibliothèques pleines de fantômes], Anagrama, Barcelona, 2010. Traducción de David Stacey. Rústica, 144 páginas.

viernes, 11 de junio de 2010

Y en el principio, fue Coleridge


El nombre de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) está indisolublemente asociado a las Lyrical Ballads que publicó en 1798 junto a William Wordsworth (1770-1850). El Romanticismo y toda la literatura inglesa del siglo XIX le deben el reconocimiento de haber trazado las líneas maestras de una nueva sensibilidad.
Coleridge se crio en el seno de la Iglesia y la escuela anglicanas; a menudo se cita la anécdota romántica que refiere su huida del hogar paterno cuando tenía ocho años y que siempre consideró una hazaña, a la cual atribuía sus dolencias de adulto. Tras ingresar en el Jesus College de Cambridge, las deudas y el amor lo conducen a otros excesos románticos. A partir de su amistad con el poeta Robert Southey comienza a establecer relaciones que contribuirán a formar su decidido espíritu filosófico y poético. En 1797 comienza a pergeñar el contenido de las Baladas líricas y ese mismo año redacta la Balada del viejo marinero, que constituye una referencia ineludible en la poesía romántica europea.
La Biographia Literaria se pensó inicialmente como una serie de ensayos que respondieran a las críticas que habían recibido los textos de Coleridge. El poeta y filósofo no estaba seguro de que sus coetáneos hubieran comprendido exactamente la sustancia de sus escritos. Sin embargo, al comenzar el trabajo, Coleridge sigue un plan preciso, que consiste en explicar su obra, su filosofía y su estética a partir de determinados episodios vitales. Así, va configurando una verdadera enciclopedia del primer Romanticismo inglés, fundamental para comprender este movimiento cultural y demuestra que dicha revolución estaba más fundamentada en la teoría clásica de lo que muchos críticos imaginaban.

En el colegio contaba con la inestimable ventaja de tener un maestro muy juicioso, aunque al mismo tiempo muy severo. [...]. De él aprendí que la poesía, incluso la de las odas más elevadas y las menos pulidas, poseía una lógica propia, tan rigurosa como la de la ciencia, y más difícil que ésta, por más sutil, más compleja y dependiente de más diversas y huidizas causas. En los poetas verdaderamente grandes, decía, se puede atribuir una razón no sólo a cada palabra, sino a la posición de cada palabra.

Coleridge, Samuel Taylor, Biographia Literaria, Pre-Textos, Valencia, 2010. Traducción, prólogo y notas de Gabriel Insausti. Cartoné con sobrecubierta, 736 páginas.

viernes, 4 de junio de 2010

Para alcanzar el nirvana


Seix Barral ha publicado en su colección Biblioteca Formentor uno de los éxitos literarios de la temporada: Maldito karma, del autor alemán David Safier (Bremen, 1966). Se trata de una novela ligera, sin excesivas pretensiones, con cierto fondo irónico y francamente entretenida.
Kim Lange es una famosa presentadora de televisión, cuya vida familiar no goza de tanto éxito como su carrera profesional. Su marido y su pequeña hija no significan apenas nada para ella en comparación con las promesas de triunfo y popularidad de su trabajo. En el mejor momento de su trayectoria, cuando está a punto de recibir un célebre premio, Kim sufre un sorprendente y fatal accidente: un lavabo desechado de una estación espacial rusa se abate sobre ella y acaba con su vida. En este punto, que no es sino el principio de la novela, comienza el largo y penoso peregrinaje de Kim por las sucesivas vidas que precisa para su regeneración moral y para alcanzar el nirvana. El lector acompaña a «Madame Kim» en su periplo para «acumular buen karma» y conocerá a los sucesivos personajes a través de los cuales irá perfeccionando su alma.
David Safier es guionista para varias series de televisión y ha obtenido distintos premios, entre ellos un Emmy en Estados Unidos por Berlín, Berlín. Maldito karma es su primera novela y la editorial Seix Barral publicará también su siguiente obra, titulada Jesús me quiere.

El día de mi muerte no tuvo ninguna gracia. Y no sólo porque me muriera. Para ser exactos, eso ocupó como mucho el puesto número seis de los peores momentos del día. En el puesto número cinco se situó el instante en que Lilly me miró con ojos de sueño y me preguntó:
—¿Por qué no te quedas en casa, mamá? ¡Hoy es mi cumpleaños!
Al oír la pregunta, me vino a la cabeza la respuesta siguiente: «Si hace cinco años hubiera sabido que tu cumpleaños y la entrega de los Premios TV coincidirían un día, habría procurado que nacieras antes. ¡Con cesárea!».

Safier, David, Maldito karma [Mieses Karma], Seix Barral, Barcelona, 2009. Traducción de Lidia Álvarez Grifoll. Rústica, 320 páginas.

viernes, 28 de mayo de 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

Mirando por encima del hombro


Desde 1957, año en el que Seix Barral publicó su novela Loving (1945), ninguna editorial española había editado otra obra del autor británico Henry Green, hasta ahora. Felizmente para los adictos a la narrativa inglesa, Lumen ha rescatado la inclasificable Viajando en grupo (1939).
Henry Green (1905-1973), nom de plume de Henry Vincent Yorke, ejemplifica como pocos escritores el carácter excéntrico, tan peculiar, por otra parte, de los británicos. Henry Green nació en el condado de Gloucestershire, en el seno de una familia pudiente dedicada al negocio industrial, y, como cualquier buen excéntrico que se precie, estudió en Eton y Oxford. En la ciudad universitaria trabó amistad (y rivalidad literaria) con Evelyn Waugh, aunque abandonó sus estudios sin haberse licenciado, según cuentan las crónicas, por desavenencias con su tutor, C. S. Lewis. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó de bombero y vio de cerca las terribles consecuencias de los bombardeos nazis sobre la población civil. Su carrera literaria apenas abarca veinte años, durante los cuales escribió una decena de obras, entre las que se encuentran algunos textos autobiográficos. Al parecer, en sus últimos años de vida decidió encerrarse en su mansión y vivir como un vagabundo rico, entregado por completo al alcohol. También decidió no dejarse fotografiar nunca más.
Viajando en grupo, una novela absolutamente british, relata las vivencias de ocho amigos, sofisticados, educados, pudientes y desocupados, durante cuatro horas. Una pertinaz niebla envuelve la Estación Victoria de Londres y no se ofrece servicio ferroviario. Los ocho amigos, que debían coger un tren, deciden instalarse en el hotel de la terminal hasta que se disipe la niebla. En el exterior, centenares de trabajadores se impacientan ante la situación mientras los ocho amigos procuran entretenerse y matar el tiempo. Ante semejante situación, sale a relucir la mezquindad de cada uno de ellos y la novela se convierte así en un hilarante retrato de la estupidez y ridiculez humanas.

La niebla era tan densa que el pájaro, alborotado, chocó de plano contra una balaustrada y cayó, muerto, a sus pies. Allí estaba, y la señorita Fellowes levantó la vista hacia aquel manto de niebla, seis metros más arriba, y desde el cual, dando un giro, había caído el pájaro. Se agachó y lo cogió de un ala, después entró en el túnel que había delante de ella, el del cartel luminoso de SALIDAS con la paloma muerta. Nadie le prestó atención, cada uno iba a lo suyo y todos tenían prisa, nadie miraba hacia atrás. Su paloma muerta reposaba ladeada, las alas extendidas colgaban de su mano y la cabeza inerte apuntaba hacia el suelo.

Green, Henry, Viajando en grupo [Party Going], Lumen, Barcelona, 2009. Traducción de Laura Wittner. Cartoné con sobrecubierta, 230 páginas.

lunes, 17 de mayo de 2010

Cuando brotan lilas de la tierra muerta


Una perturbadora e inquietante cubierta, tomada de un óleo de Dino Valls, Ludus Filorum (2009), envuelve una de las apuestas primaverales de la editorial Impedimenta: El mes más cruel, de Pilar Adón. La belleza que destila esta imagen combina exquisitamente con lo que el lector podrá descubrir a lo largo de sus páginas. En el título se advierte ya el recuerdo de los versos de T. S. Eliot, en La tierra baldía (1922): «Abril es el mes más cruel, hace brotar/lilas del interior de la tierra muerta,/mezcla la memoria y el deseo, estremece/las raíces marchitas con lluvia de primavera».
El mes más cruel es una recopilación de catorce relatos y otros tantos poemas que cierran cada uno de los cuentos. La delicada y bellísima prosa de la autora encuentra un acomodo perfecto en estos breves relatos, cuyos argumentos giran alrededor de temas como la soledad, la muerte, la separación, la locura, la incomunicación y el miedo. Casi como si se tratasen de cuentos de hadas, los personajes desfilan en una nebulosa realidad: muchachas deambulando entre acantilados o corriendo por el bosque, el espíritu de un gato recorriendo una casa o una nodriza vampírica.
Como señala Marta Sanz en la introducción del libro, «a estos cuentos hay que desnudarlos, irles quitando la corteza poco a poco». Podría pensarse que al ir «descortezando» las narraciones, el lector se quedará con las puras inquietudes de la autora: la honradez literaria de Pilar Adón es en este punto incuestionable. Sus cuentos —esbozos de temores y penas, podrían llamarse— recorren ese indistinguible territorio donde se funde lo emocional y lo filosófico, y cumplen con la sagrada función de la poesía, que consiste en hacer comprender un mundo que los ensayos más sesudos no pueden descifrar.
Pilar Adón (Madrid, 1971) recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa en el año 2005 por su libro de relatos Viajes inocentes y está considerada una de las escritoras más solventes de la narrativa actual.

En otoño caen las hojas de los árboles y, sobre el suelo, forman extensas y tupidas alfombras de tonos ocres. Hojas alargadas y planas... Es entonces cuando se eclipsan los juegos y las risas. El otoño es la época del oscurecimiento paulatino de la alegría, y los monstruos del otoño suelen ser los más malvados, los más deformes e incontrolables. Actúan a su antojo, sin control por parte de sus pobres víctimas somnolientas y desorientadas. [...] Pero también es en otoño, en determinados momentos del día, cuando hasta la planta más pequeña puede arrojar una sombra prolongada y armoniosa sobre el suelo.

Adón, Pilar, El mes más cruel, Impedimenta, Madrid, 2010. Introducción de Marta Sanz. Rústica con sobrecubierta, 206 páginas.

domingo, 9 de mayo de 2010

El hombre de los mil nombres


El escritor irlandés Brian O'Nolan (1911-1966) se escondía tras varios seudónimos para publicar sus obras y columnas periodísticas. Su trabajo como funcionario en la Administración prácticamente le obligaba a ello. Tras el nombre de Flann O'Brien sacó a la luz las que se consideran sus mejores obras: En nadar-dos-pájaros, El tercer policía y La vida dura. Durante veinte años, escondido tras el nombre de Myles na gCopaleen, satirizó a pretenciosos de toda Irlanda desde su columna semanal, "Cruiskeen Lawn", en el Irish Times; para sus escritos en el Leinster Times y en The Nationalist era George Knowall. También empleó su nombre en gaélico, Brian Ó Nualláin, para firmar algunos libros, y a esta retahíla de alias se pueden añadir los siguientes: Brother Barnabas, Count O'Blather, John James Doe, Peter the Painter, Brian Hackett y Winnie Wedge.
La vida dura —cuyo subtítulo es Una exégesis de la sordidez— destila humor y mordacidad a partes iguales. En un estilo jocoso, O'Brien pinta la vida de una peculiar familia irlandesa. Al hogar del señor Collopy llegan dos niños huérfanos. Finbarr, el menor de los dos hermanos (y el narrador de la obra), observa desde su puesto en la cocina —mientras hace los deberes— el devenir de cada miembro de la extraña familia. El señor Collopy, entregado por completo al whisky, tiene en mente una singular tarea en favor de las mujeres y pasa el tiempo manteniendo apasionadas y eruditas conversaciones con un padre jesuita sobre la historia de la Compañía. Manus, el hermano de Finbarr, pronto descubre que los estudios no lo conducirán a parte ninguna y se convertirá en un as de los negocios. Funda la Academia Universal Londres y vende cursos por correspondencia que él mismo inventa —equilibrismo, buceo, periodismo—, piratea libros de la Biblioteca Nacional, hace apuestas de caballos y comercializa medicinas preparadas por él. Un día, el señor Collopy enferma y Manus le aconseja tomar uno de sus bebedizos. Los efectos del medicamento en el señor Collopy son inesperados y decide ir a visitar al Papa junto con su amigo jesuita...
Flann O'Brien fue un autor muy admirado por sus contemporáneos. James Joyce leía sus novelas con avidez, ayudado por una lupa enorme dado que casi estaba prácticamente ciego. Graham Greene, Dylan Thomas, Samuel Beckett y Edna O'Brien figuraban entre sus más rendidos admiradores. En Nórdica Libros están "entusiasmados con la obra de este genial irlandés" y, además de La vida dura, han publicado también El tercer policía, Crónica de Dalkey, La boca pobre y, muy recientemente, En nadar-dos-pájaros.

—Pues en Dublín tenemos a los taberneros más pícaros que jamás hayan existido, son peores que los ladrones de caminos. Al whisky le echan agua y luego le sirven a uno menos de lo debido. El bocadillo de ternera se lo dan a uno sin la carne, sólo los restos de la piel del asado del domingo preparado por las manos sucias de mamá en la cocina del piso de arriba. Algunas de esas personas no se lavan durante semanas y eso es un hecho. ¿Sabe usted por qué algunas de estas damas faltan a menudo a misa? Porque tienen que bañarse. Y zurcir sus condenadas medias.

O'Brien, Flann, La vida dura [The Hard Life], Nórdica, Madrid, 2009. Introducción de Jamie O'Neill. Traducción de Iury Lech. Rústica, 208 páginas.

domingo, 2 de mayo de 2010

La tensa creación de la novelística inglesa


Espasa Clásicos, en su admirable labor de rescate de obras maestras tristemente sumidas en el olvido, publica Tom Jones, de Henry Fielding (1707-1754). Hasta ahora, al lector exigente le resultaba imposible localizar una traducción revisada en las librerías españolas (y todavía hoy es difícil de encontrar, a pesar de esta edición, dado que, desafortunadamente, este volumen, como la mayoría de los textos clásicos, no se expone en las mesas de novedades). Considerado por la crítica como el precursor de la moderna novelística inglesa, el señor Fielding gozó de una enorme popularidad en su época, y junto con Samuel Richardson (el inolvidable creador de Pamela, con el que mantuvo una tensa relación por las diferentes características de sus obras), sentó las bases de la producción literaria posterior. Su influencia abarca desde sir Walter Scott y Charles Dickens, hasta Jane Austen y James Boswell.
Educado en Eton, Henry Fielding acabó dedicándose a la literatura dramática y a la novela porque su trabajo como abogado no le generaba los recursos suficientes para vivir con holgura. Su estilo irónico y procaz también halló acomodo en artículos que publicaba bajo seudónimo en diferentes periódicos. Su primera novela, An Apology for the Life of Mrs. Shamela Andrews (1741), en la que parodiaba inmisericordemente la Pamela de Richardson, le procuró un éxito inmediato. Al año siguiente, y en esta misma línea, sacó a la luz Joseph Andrews, esta vez, sobre el hermano de Pamela. Inspirada en Cervantes y de carácter picaresco, anunciaba ya los mimbres con los que urdió su famosísimo Tom Jones, que publicó en 1748. Sólo en su primer año de recorrido vendió diez mil ejemplares y ello a pesar de las demoledoras críticas que recibió de algunos de sus contemporáneos, como Samuel Richardson (como no podía ser de otra manera) y Samuel Johnson (éste incluso confesó que sólo había podido leer el principio). Sin embargo, con el paso de tiempo, Tom Jones llegó a considerarse como una de las grandes obras de la literatura universal, tanto por su perfección formal como por el excelente retrato de la sociedad de su época. El señor Fielding exponía una galería de personajes absolutamente vivos, con todos sus vicios y virtudes, y, frente a otros escritores de su tiempo, que trataban de esconder la naturaleza ficticia de sus obras, él no ocultaba su presencia, incluso se dejaba notar en sus novelas haciendo diferentes comentarios al lector (como hizo Anthony Trollope posteriormente). En 1751 publicó su última novela, Amelia, otra obra que el lector español difícilmente podrá encontrar en los despachos de libros modernos (circunstancia igualmente aplicable, por desgracia, para las grandes obras de Samuel Richardson: Pamela o la virtud recompensada, Clarissa, la historia de una joven dama y Sir Charles Grandisson).

Un autor debe considerarse no como un caballero que ofrece un convite privado, sino más bien como alguien que mantiene trato con un público corriente y en cuya casa son bien recibidas todas las personas que se presenten libremente. En el primer caso, es bien sabido que el anfitrión presenta el menú que le parece, y aunque éste no sea del agrado de sus comensales, éstos no pueden poner reparo alguno; antes, por el contrario, la buena educación les impele a exteriorizar su aprobación y a celebrar todo lo que se ponga sobre la mesa. Lo contrario le sucede al dueño de una casa de comidas. Las personas que pagan lo que comen tratarán de dar gusto a su paladar, por exigente y delicado que éste sea, y si encuentran algo que no les resulte agradable, tendrán derecho a censurar y a renegar de su comida sin cortapisas.

Fielding, Henry, Tom Jones [The History of Tom Jones, a Founding], Madrid, Espasa, 2009. Traducción de G. Sans Huelin. Cartoné con sobrecubierta, 704 páginas.