domingo, 2 de mayo de 2010

La tensa creación de la novelística inglesa


Espasa Clásicos, en su admirable labor de rescate de obras maestras tristemente sumidas en el olvido, publica Tom Jones, de Henry Fielding (1707-1754). Hasta ahora, al lector exigente le resultaba imposible localizar una traducción revisada en las librerías españolas (y todavía hoy es difícil de encontrar, a pesar de esta edición, dado que, desafortunadamente, este volumen, como la mayoría de los textos clásicos, no se expone en las mesas de novedades). Considerado por la crítica como el precursor de la moderna novelística inglesa, el señor Fielding gozó de una enorme popularidad en su época, y junto con Samuel Richardson (el inolvidable creador de Pamela, con el que mantuvo una tensa relación por las diferentes características de sus obras), sentó las bases de la producción literaria posterior. Su influencia abarca desde sir Walter Scott y Charles Dickens, hasta Jane Austen y James Boswell.
Educado en Eton, Henry Fielding acabó dedicándose a la literatura dramática y a la novela porque su trabajo como abogado no le generaba los recursos suficientes para vivir con holgura. Su estilo irónico y procaz también halló acomodo en artículos que publicaba bajo seudónimo en diferentes periódicos. Su primera novela, An Apology for the Life of Mrs. Shamela Andrews (1741), en la que parodiaba inmisericordemente la Pamela de Richardson, le procuró un éxito inmediato. Al año siguiente, y en esta misma línea, sacó a la luz Joseph Andrews, esta vez, sobre el hermano de Pamela. Inspirada en Cervantes y de carácter picaresco, anunciaba ya los mimbres con los que urdió su famosísimo Tom Jones, que publicó en 1748. Sólo en su primer año de recorrido vendió diez mil ejemplares y ello a pesar de las demoledoras críticas que recibió de algunos de sus contemporáneos, como Samuel Richardson (como no podía ser de otra manera) y Samuel Johnson (éste incluso confesó que sólo había podido leer el principio). Sin embargo, con el paso de tiempo, Tom Jones llegó a considerarse como una de las grandes obras de la literatura universal, tanto por su perfección formal como por el excelente retrato de la sociedad de su época. El señor Fielding exponía una galería de personajes absolutamente vivos, con todos sus vicios y virtudes, y, frente a otros escritores de su tiempo, que trataban de esconder la naturaleza ficticia de sus obras, él no ocultaba su presencia, incluso se dejaba notar en sus novelas haciendo diferentes comentarios al lector (como hizo Anthony Trollope posteriormente). En 1751 publicó su última novela, Amelia, otra obra que el lector español difícilmente podrá encontrar en los despachos de libros modernos (circunstancia igualmente aplicable, por desgracia, para las grandes obras de Samuel Richardson: Pamela o la virtud recompensada, Clarissa, la historia de una joven dama y Sir Charles Grandisson).

Un autor debe considerarse no como un caballero que ofrece un convite privado, sino más bien como alguien que mantiene trato con un público corriente y en cuya casa son bien recibidas todas las personas que se presenten libremente. En el primer caso, es bien sabido que el anfitrión presenta el menú que le parece, y aunque éste no sea del agrado de sus comensales, éstos no pueden poner reparo alguno; antes, por el contrario, la buena educación les impele a exteriorizar su aprobación y a celebrar todo lo que se ponga sobre la mesa. Lo contrario le sucede al dueño de una casa de comidas. Las personas que pagan lo que comen tratarán de dar gusto a su paladar, por exigente y delicado que éste sea, y si encuentran algo que no les resulte agradable, tendrán derecho a censurar y a renegar de su comida sin cortapisas.

Fielding, Henry, Tom Jones [The History of Tom Jones, a Founding], Madrid, Espasa, 2009. Traducción de G. Sans Huelin. Cartoné con sobrecubierta, 704 páginas.