Washington Irving (1783-1859) publicó por primera vez La leyenda de Sleepy Hollow en un libro titulado The Sketch Book, firmado por Geoffrey Crayon, uno de sus variados seudónimos (otros fueron Jonathan Oldstyle y Diedrich Knickerbocker). Este compendio agrupaba treinta y cuatro ensayos y relatos cortos que se habían publicado con anterioridad en diferentes periódicos entre 1819 y 1820. El volumen tuvo muchísimo éxito, precisamente gracias a este relato y a otro que se hizo igualmente célebre: Rip van Winkle.
La leyenda de Sleepy Hollow narra la historia de Ichabod Crane, el maestro de una pequeña población portuaria llamada Greensburgh. (Las mujeres del pueblo le cambiaron el nombre y la llamaron Tarrytown por la tendencia de sus maridos a demorarse en la taberna los días de mercado). Ichabod está enamorado de la bellísima joven Katrina van Tassel, la única hija de un adinerado terraniente holandés, pero no es el único, cuenta con un formidable rival: Brom Bones, un mozo fornido, bullanguero y jovial. Un día, el señor Van Tassel invita a Ichabod a una gran fiesta en sus propiedades y el maestro ve su oportunidad para cortejar a la hermosa Katrina. Sin embargo, Ichabod no contaba con toparse con el espectro del Jinete Sin Cabeza, que vaga por los bosques de la Región del Sopor...
Tim Burton llevó a la pantalla grande esta leyenda del folclore americano en 1999. Se inspiró para ello en las ilustraciones que Arthur Rackham (1867-1939) dibujó para una de las ediciones de Sleepy Hollow. La especialísima edición de Alba incluye esas ilustraciones, muchas de ellas a todo color, y en papel cuché.
El maestro suele ser un personaje de cierta importancia en la comunidad femenina del mundo rural, pues se le tiene por una especie de ocioso caballero, de gustos y talante vastamente superiores a los de los toscos mozos, a quien sólo el párroco aventaja en sabiduría. Por tanto, no es raro que su aparición cause cierto revuelo en la mesa de la merienda de las granjas, provoque la llegada de un plato especial con pasteles o dulces y, acaso, la exhibición de una tetera de plata. Por consiguiente, nuestro hombre de letras se deleitaba especialmente con las sonrisas de todas las damitas de la comarca.
Irving, Washington, La leyenda de Sleepy Hollow [The Legend of Sleepy Hollow], Alba, Barcelona, 2010. Ilustraciones de Arthur Rackham. Traducción de Guillermo Lorenzo. Cartoné, 96 páginas.