En el otoño de 1903, el escritor inglés Arnold Bennett cenaba con frecuencia en un restaurante de la Rue de Clichy, en París. Dos camareras atendían las mesas: una muchacha joven y hermosa, con la que nunca habló, y una mujer de mediana edad que habitualmente se ocupaba de su mesa. Solían charlar casi todos los días, pero llegó un momento en que la mujer se tomó tales confianzas con el señor Bennett que incluso se enfadaba con él si no acudía al restaurante dos días seguidos. Un día discutieron acerca de unas judías y a partir de ese momento el escritor pensó que aquello era demasiado y decidió dejar de comer allí. Sin embargo, todavía fue un par de veces más, y en una de estas últimas visitas coincidió con una mujer fea, grotesca y gorda, de voz ridícula y gestos ridículos. La camarera de mediana edad del señor Bennett se rio de ella, para confusión de éste, y la muchacha joven y hermosa también. El señor Bennett reflexionó sobre esta situación y llegó a la conclusión de que esa mujer fea, grotesca y gorda fue joven una vez, y seguramente tuvo cierto encanto. Y en ese momento decidió escribir una novela que retratara la vida y la evolución de una muchacha joven hasta que se convierte en una mujer gorda y vieja. Arnold Bennett narra esta anécdota en el prefacio de su novela Cuento de viejas, que finalmente tuvo dos heroínas, las hermanas Baines: Constanza y Sofía. Constanza es la joven en la que primeramente pensó, y Sofía su contrapunto. Bennett no terminó la novela hasta 1908. Transcurrieron cinco años en los que a veces escribía y otras aparcaba semejante proyecto. Quería hacer una gran obra, una novela cuyas dimensiones sólo fueran superadas por los títulos de Samuel Richardson (su magnífica Pamela, y su fabulosa pero casi inabarcable Clarissa). Quería desarrollar un gran plan novelesco de sustrato realista, pero los aires románticos y victorianos, y la más pura tradición inglesa lo delatan. Cuando finalmente dio por concluido el relato, sus editores se quedaron anonadados, incapaces de saber si aquello tendría alguna salida. Sin embargo, pronto Cuento de viejas obtuvo un merecidísimo éxito.
A la manera de Anthony Trollope o Thomas Hardy, Arnold Bennett creó una región imaginaria, las Cinco Ciudades, para situar a las hermanas Baines: dos jóvenes con una monótona vida que viven en un monótono pueblo de una mónotona región inglesa. La monótona vida va cambiando, sobre todo para Sofía, que abandona la aldea para trasladarse a París, en plena ebullición por los cambios políticos del siglo. El lector asiste a la transformación de dos jovencitas que cuando acaba la novela tienen más de setenta años y han sufrido, han sido felices, han amado, se han equivocado y han vivido plenamente. Constanza, tal y como se esperaba de ella: siguiendo las normas de su clase; Sofía, su antítesis, escapando de las cuatro paredes que le aguardaban.
Cuento de viejas se consideró como la gran novela del naturalismo inglés y es, sin lugar a dudas, la gran obra maestra de Arnold Bennett. Sin embargo, en los años veinte, cuando irrumpieron en el panorama literario británico escritores modernos como James Joyce, Samuel Beckett, Katherine Mansfield, Ezra Pound o Virginia Woolf, éstos criticaron acerbamente la narrativa de Bennett y los valores que defendía. Especialmente dura fue Virginia Woolf en un ensayo titulado Novelas modernas que publicó en 1919 en el Times Literary Supplement. Afortunadamente, la polémica se olvidó con el tiempo y Cuento de viejas ha prevalecido como la excelente novela que es.
La editorial RBA ha recuperado este título de la colección de Gredos, que la publicó originalmente en 2005, conservando su cuidadísima traducción. De momento, y desafortunadísimamente, es la única novela de Arnold Bennett que se puede encontrar en el mercado español.
Apretaron la nariz contra la ventana del entresuelo y miraron hacia la plaza [...]. La nariz de Constanza era respingona, pero encantadora. Sofía tenía una fina nariz romana; era una hermosa muchacha, hermosa y buena moza al mismo tiempo. Las dos eran como caballos de carreras, vibrantes de vida delicada, sensible y exuberante; una prueba exquisita y encantadora de la circulación de la sangre; inocentes, astutas, pícaras, gazmoñas, efusivas, ignorantes y milagrosamente sabias. Sus edades eran quince y dieciséis; es una época en la que, si somos francos, hemos de admitir que no tenemos nada que aprender: sencillamente lo hemos aprendido todo en los últimos seis meses.
Bennett, Arnold, Cuento de viejas [The Old Wives' Tale], RBA, Barcelona, 2011. Traducción de María Cóndor Orduño. Apéndice de María Lozano Mantecón. Cartoné con sobrecubierta, 736 páginas.
Bennett, como otros escritores de su época, inventó un marco geográfico para su Cuento de viejas. En la imagen, Dedham Lock and Mill (1818), de Constable. |
Solo para que lo sepas y pese sobre tu conciencia, te diré que acabas de confirmarme en uno de los sofocones literarios que me he llevado este verano. Estando en Paris, en la librería "Shakespeare and Co", encontré un ejemplar precioso, en dos volúmenes pequeños, de 1920 o por ahi, de esta obra. Lo cogí y acuné en mis brazos, porque no la he leído. Pero en algun momento de soltar libros par coger escaleras y trepar a ver los de filas más altas, los solté inadvertidamente y me di cuenta solo al llegar al hotel. No pude volver a por ellos. Snifffff.
ResponderEliminarTras leer tu crítica, aun más sniffff.
Me la voy a tener que averiguar como sea.
Gracias por el buen comentario de la obra.