lunes, 21 de febrero de 2011

Una pequeña sorpresa de Alba

La editorial Alba, en su afán de cuidar a los clásicos, presenta una nueva colección: Alba Brevis. Como su propio nombre indica, se trata de pequeños relatos en un formato mini (18 x 12) de tapa blanda en brillantes colores y su precio también es reducido. Han iniciado la colección con tres pequeñas joyas: En la bahía, de Katherine Mansfield (1888-1923), Luces, de Antón P. Chéjov (1860-1904), y Amo y criado, de Lev N. Tolstói (1828-1910). En los tres casos, los relatos fueron publicados en periódicos. En la bahía se publicó en 1922 en la revista London Mercury; Luces en El Mensajero del Norte, en 1888, y Amo y criado, en esta misma publicación en 1895. Los tres relatos pasan por ser ejemplos perfectos de la pericia estilística de estos autores.
La bibliotecaria de Redfield Hall acoge con sumo agrado esta feliz iniciativa de Alba, que contribuye de manera eficaz a que los clásicos sean conocidos (y reconocidos) y a que los lectores, por un módico precio, mantengan en sus librerías excelentes textos que complementan las obras mayores de los grandes nombres de la literatura universal.

A pesar de todo, querida, ¡lo mejor es la libertad!
(En la bahía).

Se habían dicho muchas cosas por la noche; pero no me llevaba conmigo ninguna respuesta. (Luces).

Ahora no me equivocó. Ahora sé. (Amo y criado).

Mansfield, Katherine, En la bahía [At the Bay], traducción de Francesc Parcerisas; Chéjov, Antón P., Luces [Ogni], traducción de Víctor Gallego; Tolstói, Lev N., Amo y criado [Jozian i rabotnik], traducción de Víctor Gallego. Alba, Barcelona, 2011.

lunes, 14 de febrero de 2011

Valentine's Day


For this was on seynt Volantynys day
Whan euery bryd comyth there to chese his make.

Geoffrey Chaucer, Parlement of Foules, 1382.

domingo, 6 de febrero de 2011

El vicio de leer


Edith Wharton nació en Nueva York en 1862 y falleció en Francia en 1937. La privilegiada situación económica de su familia le permitió recibir una excelente formación y viajar por todo el mundo, especialmente por la Vieja Europa, donde acabó residiendo. Su vida personal fue tortuosa y siempre se mantuvo en un difícil equilibrio entre lo que se esperaba de ella y lo que realmente quiso hacer. Habitual colaboradora en diferentes publicaciones periódicas, a partir de 1905 saltó a la fama por su novela La casa de la alegría, que obtuvo rápidamente un gran éxito. Conoció y trabó amistad con lo más granado de su época, literariamente hablando, y entre la nómina de sus mejores amigos figuraban desde Henry James a Francis Scott Fitzgerald. La crítica y la historia literaria siempre ha ensalzado su estilo narrativo, su fina ironía a la hora de retratar a la clase alta de la sociedad (a la cual pertenecía) y la hondura psicológica de sus personajes. A pesar de todas estas características y la evidente brillantez de su escritura, Edith Wharton pasó bastante desapercibida hasta que, en 1993, Martin Scorsese dirigió La edad de la inocencia, película basada en la novela homónima de la autora, que alcanzó un éxito clamoroso e hizo que se revalorizara su figura.
Aun cuando cualquiera de las novelas de Edith Wharton (espléndidamente publicadas la mayoría de ellas por la editorial Alba) daría para varias entradas en esta biblioteca, traemos aquí en esta ocasión a la célebre escritora por un opúsculo de apenas cuarenta páginas titulado El vicio de la lectura y publicado por José J. de Olañeta en su colección Centellas. Se trata de una colección de «libros mínimos», con un formato de 9 x 14 centímetros.
El vicio de la lectura se publicó originariamente en 1903 en la North American Review. Han transcurrido ciento ocho años y las apreciaciones que Edith Wharton vertió en este artículo siguen plenamente vigentes en el siglo XXI. En El vicio de la lectura, la autora hace un análisis pormenorizado de lo que ella llama «el lector mecánico» frente al denominado «lector nato» y el daño que el primero hace a los libros, a la literatura y a los escritores. El lector mecánico es aquel que se impone la obligación de leer y sus lecturas están determinadas por la vox pópuli, es decir, se ocupa sólo o principalmente de los libros que superan los cien mil ejemplares vendidos. El deseo de estar al corriente de todo es el principal incentivo de este tipo de lectores y cuando se dedican a discutir, alabar, condenar o criticar un libro lo hacen desde la ignorancia. Como señala la autora: «El error del lector mecánico es creer que las intenciones pueden sustituir a la aptitud». El lector mecánico está orgulloso de la cantidad de páginas que devora, aun cuando ni siquiera sea capaz de saber si un libro le gusta o no, puesto que cree que su obligación es acabárselo y siempre podrá contestar triunfante a la inmortal pregunta del doctor Johnson: «¿Se lo ha leído hasta el final?». En realidad, el problema reside en que este tipo de lector no sabe discernir si un libro merece leerse y hasta que no llega a la última página es incapaz de emitir una opinión. La señora Wharton se explaya sobre la nocividad de este tipo de lectores: al provocar la demanda de escritura mediocre, facilita la carrera de los escritores mediocres («es probable que si sólo leyeran los que saben leer, sólo producirían libros los que saben escribir»); confunde el juicio moral con el juicio intelectual, y con su figura provoca otra, la del «crítico mecánico», que, en vez de elaborar concienzudamente un análisis del tema y del estilo de una obra, se dedica únicamente a resumir el argumento. (La bibliotecaria de Redfield Hall se permite humildemente recomendar la lectura de este opúsculo a muchos de los críticos que escriben actualmente en los suplementos literarios).

La «difusión del conocimiento», clasificada habitualmente con entusiasmo y aprobación universal en la categoría de los progresos modernos, ha dado lugar incidentalmente a la producción de un nuevo vicio: el vicio de leer. Ningún vicio es más difícil de erradicar que el que se considera popularmente una virtud. Entre esos vicios destaca el vicio de la lectura. Se admite de modo general que leer basura es un vicio; pero la lectura per se —el hábito de leer—, nuevo como es, ya está a la altura de virtudes tan acreditadas como el ahorro, la sobriedad, levantarse temprano y el ejercicio regular. [...] La lectura verdadera es una acción refleja; el lector nato lee de forma tan inconsciente como respira; y, llevando la analogía un poco más lejos, la lectura no es más una virtud que el hecho de respirar.

Wharton, Edith, El vicio de la lectura [The Vice of Reading], José J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2010. Traducción de Abel Vidal. Rústica, 48 páginas.

domingo, 30 de enero de 2011

Cursis, excéntricos, malditos, excesivos y pagados de sí mismos: catálogo de esnobs en la literatura


Los lectores entusiastas de los libros bien hechos estamos de enhorabuena. La editorial Impedimenta no ha podido regalarnos un mejor principio de temporada invernal, a la vista de sus dos novedades de enero. Mientras esperamos ansiosos la continuación de las aventuras de la hija de Robert Poste, que llevará por título Flora Poste y los artistas (a la venta el 21 de febrero próximo) y que promete ser igual de divertida e irreverente que su antecesora (una de las más gratas sorpresas editoriales del año 2010 y con unas ventas realmente espectaculares), nos deleitamos con Las señoritas de escasos medios, de Muriel Spark (que tendrá su entrada en esta amena biblioteca próximamente) y, especialmente, con el libro elegido para este post: Diccionario de Literatura para Esnobs y (sobre todo) para los que no lo son, de Fabrice Gaignault.
En estos tiempos que corren, una época complicada desde la perspectiva editorial con el debate de fondo entre libro electrónico y libro tradicional, esta bibliotecaria no puede dejar de pensar que obras como este Diccionario no tienen competencia alguna en el mundo digital. Este libro es una auténtica joya y puede afirmar, sin temor a equivocarse, que las personas que aman los libros querrán tenerlo entre sus manos, no en una pantalla impersonal, fría y distante.
El Diccionario de Literatura para Esnobs inaugura una nueva colección de Impedimenta: La Biblioteca del Pájaro Dodo (cuya historia se explica en la solapa de contracubierta, acompañada de un delicado dibujo). El libro está encuadernado en cartoné (el color de la tapa dura es un rojo fresa realmente precioso), lleva una sobrecubierta de vivos colores, está impreso en un papel sensacional y hecho en su conjunto a dos tintas, negra y roja (algo inusual a día de hoy, cuando la mayoría de editoriales optan por elaborar los libros de la manera más económica, es decir: con papel malo y fresado). La maquetación ha corrido a cargo de Cristina Martínez (todo un detalle por parte del editor ponerla en los créditos, costumbre muy poco habitual) y es un prodigio de mimo y cuidado: elegante y clara tipografía, la sorpresa de la página rojo fresa en algunas pares, las plecas y las cortesías son sólo algunos elementos que merecen destacarse.
Además de todo lo señalado (suficiente para que cualquier buen lector vaya corriendo a adquirir un ejemplar de la obra), hay que añadir que el Diccionario está magníficamente ilustrado por Sara Morante. Sus treinta y dos dibujos de escritores malditos son, sencillamente, deliciosos. Ya en la cubierta varios personajes, absolutamente reconocibles, nos invitan a abrir el libro, entre ellos, Virginia Woolf, Andy Warhol, los Bowles y Sylvia Plath.
Si el continente de esta obra es ejemplar (de acuerdo con la primera acepción del término en el DRAE: «Que da buen ejemplo y, como tal, es digno de ser propuesto como modelo»), el contenido no lo es menos. Fabrice Gaignault, escritor y periodista francés, ha elaborado un listado de esnobs verdaderamente jugoso, un catálogo de malditos que abarca desde el grupo de Bloomsbury a los realistas del Club de los Bigotes Largos, pasando por los escritores de cuello vuelto o los pertenecientes a la generación Beat. Intercalados en la nómina de autores, también aparecen desde conceptos y ciudades a obras y mansiones que se pueden considerar igualmente esnobs y curiosos listados que cualquier lector debe tener en cuenta (por ejemplo, los diez libros más odiados por los esnobs literarios).
Esta bibliotecaria no ha podido evitar buscar en el Diccionario a los más sublimes esnobs ingleses —Edith Sitwell y sus hermanos, las Mitford, los Bloomsbury en pleno, Lytton Strachey, etcétera— y ahí están todos los que lo son (no se pierdan la entrada 'Damas inglesas').
La editorial Impedimenta vuelve a ofrecernos una lectura imprescindible (tanto si se es esnob como si no se es) y «el jefe de todo esto», Enrique Redel, de nuevo nos devuelve la confianza en creer que «otros libros son posibles».

DEVONSHIRE (DUQUESA DE). Última de las seis inverosímiles hermanas Mitford (dos de las cuales no eran tan pintorescas al haberse adherido al fascismo). Esas Bright Young Things que enloquecen a la alta sociedad masculina del período de entreguerras comparten una cierta belleza con un gran sentido de la réplica. Deborah, llamada Debo, fue descubierta tardíamente por el gran público gracias a sus amables crónicas sobre jardinería en un periódico inglés antes de que empezaran a alabarla algunos esnobs, adeptos al segundo grado, debido a su total indiferencia por el destino de la literatura y su —no menos total— desconocimiento de la obra de su hermana Nancy, que la duquesa consideraba «demasiado intelectual», tal como confesaría a unos atentos visitantes en su casa de Chatsworth.

Gaignault, Fabrice, Diccionario de Literatura para Esnobs y (sobre todo) para los que no lo son [Dictionnaire de Littérature à l'usage des snobs], Impedimenta, Madrid, 2011. Traducción de Wenceslao-Carlos Lozano, prólogo de José Carlos Llop e ilustraciones de Sara Morante. Cartoné con sobrecubierta en vivos colores, 256 páginas.

martes, 25 de enero de 2011

La Noche de Robert Burns: brindemos por la amistad


Esta noche se celebra en muchos conventículos y salones escoceses la famosa Noche de Burns, que conmemora el nacimiento del añorado poeta nacional Robert Burns (Ayrshire, 25 de enero de 1759-Ellisland, 21 de julio de 1796).
Robert Burns creció en el seno de una familia humilde de los campos de Escocia. Sin embargo, logró hacerse con una notable cultura clásica y en su adolescencia empezó a escribir poesía. A los 27 años publicó su primera colección de versos, titulada Poems Chiefly in the Scottish Dialect (1786), que fue aclamada en todos los salones de Inglaterra, aunque apenas le deparó beneficios económicos. Todo lo que consiguió del editor fueron unas escasas veinte libras. Esta situación le obligó a seguir trabajando en las labores del campo, hasta que en 1789 obtuvo un puesto como funcionario de aduanas. Continuó publicando obras en la revista Scots Musical Museum y en otras colecciones, aunque nunca le pagaron por ello. Considerado uno de los primeros adalides del Romanticismo, murió muy joven, víctima de la miseria y de la dureza de la vida rural en Escocia.
El poeta nacional escocés es el protagonista de esta fría noche de enero, tanto en su país como en otros lugares del mundo, donde se celebra la Noche de Burns. Las primeras cenas de Burns las organizaron sus propios amigos a finales del siglo XVIII para honrar a su joven poeta muerto. Con el tiempo, esta costumbre casi se ha formalizado en un ritual que todos los amantes de Burns conocen y siguen al pie de la letra. Los banquetes comienzan con un discurso de bienvenida del anfitrión y la bendición de la mesa (un canto atribuido a Burns). A partir de ese momento, se suceden los condumios: sopa, haggis (con entrada triunfal) acompañado de puré de patatas y nabos (el trinchador debe declamar un poema de Burns mientras lo corta), queso y café. Después se da principio a las loas y los himnos, acompañados habitualmente de gaitas: brindis por los monarcas, memorias, apreciaciones y comentarios, brindis por las damas, respuesta de la dama principal, discursos, lectura de poemas de Burns y baile, con lo que se da por finalizada la velada. Toda la fiesta se salpica con baladas, canciones, versos y rimas del poeta honrado; entre las favoritas de sus devotos figuran A man's a man for aw that, Address To a Haggis, Ae Fond Kiss, Parcel O' Rogues, A Man's a Man, To a Mouse, To a Louse, Tam O' Shanter, The Twa Dugs y Holy Willie's Prayer. Los amigos se despiden hasta el año siguiente entonando el emocionante Auld Lang Syne.


Should auld acquaintance be forgot,
And never brought to min'?
Should auld acquaintance be forgot,
And auld lang syne?

For auld lang syne, my dear.
For auld lang syne,
We'll tak a cup o' kindness yet,
For auld lang syne.

We twa hae run about the braes,
And pu'd the gowans fine;
But we've wander'd mony a weary foot
Sin' auld lang syne.

We twa hae paidled i' the burn,
From morning sun till dine;
But seas between us braid hae roar'd
Sin' auld lang syne.

And there's a hand, my trusty fiere,
And gie's a hand o' thine;
And we'll tak a right guid-willie waught,
For auld lang syne.

And surely ye'll be your pint-stowp,
And surely I'll be mine;
And we'll tak a cup o' kindness yet
For auld lang syne.


[¿Es que vamos a olvidar a los viejos amigos / y nunca recordarlos? / ¿Es que vamos a olvidar a los viejos amigos / y los viejos tiempos? / Por los viejos tiempos, amigo mío, / por los viejos tiempos, / levanta la copa de la amistad / por los viejos tiempos. / Hemos corrido los dos por las colinas / y hemos cogido las hermosas margaritas, / pero también hemos vagado con los pies doloridos / en aquellos viejos tiempos. / Los dos hemos cruzado los vados / desde la mañana hasta el anochecer, / pero los océanos nos han separado / desde los viejos tiempos. / Aquí está mi mano, mi fiel amigo, / y dame también tu mano; / tomemos un buen trago de amistad / por los viejos tiempos. / Ahora te toca pagar esta pinta de cerveza / y yo luego pagaré la mía; / brindemos con la copa de la amistad / por los viejos tiempos.]

Burns, Robert, The Works of Robert Burns, Wordsworth Editions, Ware, Hertfordshire, 1994. Traducción del poema exclusiva para la Biblioteca de Redfield Hall.

martes, 18 de enero de 2011

Una visita a la Biblioteca Nacional


La Biblioteca Nacional de España dedica la semana del 17 al 22 de enero a hacer recuento e inventario de sus fondos y, por tanto, permanecerá cerrada al público.

Con el fin de que los lectores puedan entrar al menos virtualmente en una de las instituciones más importantes de nuestro país les proponemos una visita por sus dependencias.



Este año, la Biblioteca Nacional celebra su tricentésimo aniversario.

domingo, 16 de enero de 2011

El singular mago de los libros


Una tarde lluviosa, en Viena, un hombre se resguarda en un café. Con prisa por guarecerse de un repentino chaparrón, no repara ni siquiera en su nombre. Es uno más de los característicos cafés vieneses: burgués, rebosante de gente normal que disfruta de la lectura de los periódicos y de una deliciosa bollería. Una vez dentro, le asalta un recuerdo vivido en ese establecimiento y hace memoria: se trata del café Gluck, el hogar de Jakob Mendel, «Mendel el de los libros».
Stefan Zweig (1881-1942) escribió Mendel el de los libros en 1929 y narra la trágica historia de Jakob Mendel, un librero de viejo de Galitzia que ejerce su profesión (a falta de licencia para obtener su propio local) en el café Gluck. Allí, sentado a su mesa, desde las siete y media de la mañana hasta bien entrada la noche, Mendel pasa el tiempo leyendo y atendiendo a su fiel clientela, en la que figuran desde estudiosos e investigadores a personalidades importantes de la ciudad. El dueño, el señor Standhartner, no sólo tolera que el señor Mendel se dedique a su negocio allí, sino que le considera uno de los clientes más admirados y queridos del café, donde cuidan su mesa como si fuera un santuario.
La vida de Jakob Mendel discurre feliz y tranquilamente entregado a sus libros y a sus lectores, ignorante por completo (jamás ha leído un periódico) de la situación en la que se halla inmersa Europa. Un día, sin embargo, todo cambia. En 1915 es arrestado en el café y le envían a un campo de concentración, acusado injustamente de colaborar con los enemigos del Imperio austrohúngaro. Después de acudir puntualmente todas las mañanas al café Gluck durante treinta y cinco años, Jakob Mendel ve cómo se trunca su existencia.
Mendel el de los libros no sólo es el retrato delicioso de una persona que vive entregada a su pasión libresca, sino un relato lleno de sensibilidad que describe la situación atroz y terrible de Europa en los primeros años del siglo XX. La editorial Acantilado ha acertado de pleno con la publicación de este libro de apenas sesenta páginas, con una cuidada traducción de Berta Vias Mahou, en su intento por recopilar toda la obra ensayística y narrativa de Stefan Zweig.

Dios mío, si aquel era el sitio de Mendel, de Jakob Mendel, Mendel el de los libros. Veinte años después había ido a parar de nuevo a su cuartel general, el café Gluck, en la parte alta de la Alserstrasse. Jakob Mendel. ¿Cómo había podido olvidarle? Era impensable. Durante tanto tiempo. A aquel ser humano de lo más particular, a aquel hombre legendario. A aquel peculiar portento universal, famoso en la universidad y en un círculo reducido y respetuoso... Cómo había podido olvidarle, a él, el mago, el corredor de libros que, imperturbable, se sentaba allí día tras día, de la mañana a la noche. Símbolo del conocimiento. ¡Gloria y honra del café Gluck!

Zweig, Stefan, Mendel el de los libros [Buchmendel], Acantilado, Barcelona, 2010. Traducción de Berta Vias Mahou. Rústica, 64 páginas.

domingo, 9 de enero de 2011

«Acuérdate de Jessica»


La bibliotecaria de Redfield Hall desea a todos sus lectores y corresponsales un feliz año 2011 repleto de buenas lecturas. Después del breve paréntesis navideño, la biblioteca inicia su andadura en este nuevo año con la novela Cuatro hermanas, de Jetta Carleton, publicada por Libros del Asteroide. La recuperación de títulos clásicos de la literatura estadounidense inéditos en castellano se ha convertido en una de las líneas editoriales más meritorias y fructíferas de Luis Solano, el responsable de esta pequeña gran editorial. En esta ocasión saca a la luz la única novela de la autora Jetta Carleton (1913-1999), publicada en 1962 y que rápidamente se convirtió en un best seller.
Jetta Carleton nació en Holden, Misuri. Pasó la infancia en la granja de sus padres y se mudó a la costa este para estudiar y trabajar, primero como profesora y después como publicista. En los años setenta abandonó esta tarea y montó una pequeña editorial en Santa Fe con su marido. Las estancias veraniegas en su pueblo natal con sus hermanas le sirvieron de inspiración para escribir esta novela.
Cuatro hermanas narra la vida de Matthew y Callie Soames y sus hijas —Jessica, Leonie, Mathy y Mary Jo— desde la última década del siglo XIX. La novela comienza con un capítulo cuyo estilo recuerda mucho a otras autoras americanas de la época (Eudora Welty y Ellen Glasgow). Matthew y Callie, ya ancianos, esperan en su granja la llegada de sus hijas durante un verano a principios de los años cincuenta. Durante la visita de éstas, los recuerdos de la familia afloran y, con ellos, las decepciones y alegrías que han tenido que vivir. A raíz de estos recuerdos, la novela retrocede en el tiempo y se relatan las peripecias de cada miembro de la familia desde diferentes puntos de vista: la controvertida figura del padre, un maestro rural que se debate entre sus responsabilidades y sus deseos; Callie, la abnegada esposa y madre cuyas ilusiones están puestas en el futuro de sus hijas; y las cuatro hermanas a las que hace referencia el título. La vida de los Soames discurre de acuerdo con el ritmo de la naturaleza en el pequeño pueblo en el que viven, pero esta tranquilidad rural se verá interrumpida en numerosas ocasiones por circunstancias que cambiarán el devenir de cada uno de sus miembros.

No había aún concluido el siglo XIX cuando mis padres, Matthew y Callie Soames, llegaron por primera vez a la granja. Recién casados, llevaban por todo equipaje una tetera, un colchón de plumas y un par de mulos. Más adelante, se fueron a vivir a una pequeña ciudad donde mi padre era maestro de escuela. A veces regresaban a la granja durante el verano, y al cabo de muchos años se quedaron definitivamente en ella. Pintaron la casa, arreglaron el viejo granero gris, compraron un buey y un depósito de butano, y se instalaron allí todo el año, tan felices como si fueran dos saludables jóvenes de veinte años, en vez de una delicada pareja que pasaba de los setenta. Mis hermanas y yo solíamos ir a verlos todos los veranos.

Carleton, Jetta, Cuatro hermanas [Moonflower Vine], Libros del Asteroide, Barcelona, 2010. Traducción de María Teresa Gispert. Rústica, 416 páginas.