A finales del siglo XIX, la escritora Maria van Rysselberghe (1866-1959), esposa del pintor belga Théo van Rysselberghe, se recluyó durante un mes en una casita de una playa del Mar del Norte. Debido a una serie de casualidades, su marido no pudo acompañarla, y por otra serie de casualidades, quien la acompañó fue el poeta flamenco Émile Verhaeren, necesitado de pasar una temporada junto al mar.
Maria había conocido hacía unos años a Émile, con quien se había cruzado en algunas ocasiones. Sin embargo, no fue hasta que su marido y Émile se hicieron íntimos amigos cuando trabó amistad con él. A pesar de estar felizmente casada ("ocupaban mi vida un amor muy alegre y la ternura de una hija"), el poeta se convirtió en el "centro de gravedad" de su existencia. Y aunque Émile también estaba felizmente casado, el sentimiento fue recíproco.
En aquellas circunstancias, a Maria le pareció casi un milagro la perspectiva de pasar un tiempo con el poeta. Y lo que sucedió durante ese mes en la casita de la duna es el argumento de Hace cuarenta años. Sólo cuando desaparecieron sus protagonistas y ella era la única superviviente de la historia, decidió escribir esta novela autobiográfica (aunque en la revista Nouvelle Revue Française aparecieron algunos fragmentos bajo el seudónimo Saint-Clair, el lugar en el que Maria y Théo tenían una casa).
Hace cuarenta años es el relato de una pasión conmovedora entre dos personas a las que les resulta imposible no amarse. Es el relato de una pasión clandestina que se nutre de indirectas, roces, silencios, gestos, paseos y lecturas. En la casita de la duna, Maria y Hubert (el trasunto de Émile) viven su extraordinaria historia de amor ajenos a la realidad, abnegadamente y privándose de placeres sexuales. Pese a ello, cada página destila sensualidad.
Los días transcurren despacio en el Mar del Norte. Lo que Maria y Hubert no se atreven a decir con palabras, lo transmiten con sus lecturas ("te habré amado mucho antes de dejar de quererte", de las cartas de Flaubert). Y a pesar de su tácito acuerdo en que la relación no vaya a más, no deja de haber momentos de dolor, pues ambos se dan cuenta de que son "dos mitades idénticas". El mes termina con la visita de ambos cónyuges y una solitaria excursión de los dos amantes.
Podría pensarse que para Maria y Émile el punto final de su relación es el punto final de la novela. Pero no fue así. Para Maria, Émile se convirtió en la persona que se adueñó de su corazón, un espacio que nadie volvió a ocupar jamás ("la historia de un breve instante, de un acorde cuya resonancia se ha prolongado a lo largo de toda una vida"). Y para Émile, lo mismo: sus poemas conyugales hacen pensar que su destinataria no fue su mujer, Marthe Massin, al menos no exclusivamente, sino Maria van Rysselberghe.
Hace cuarenta años está primorosamente editado por errata naturae (maravilloso el colofón) y la esmerada traducción corre a cargo de Regina López Muñoz, con un cuidado tono lírico y poético. La obra de Maria van Rysselberghe es breve y hasta ahora sólo se había publicado en castellano Los cuadernos de la Petit Dame (una crónica de la vida diaria de André Gide). Esta novela permanecía inédita, inexplicablemente: se trata de una pieza de orfebrería delicadamente engarzada cuya lectura emociona y hace pensar en cómo sobrellevar los accidentes sentimentales del corazón.
Preciados últimos momentos, ¿cómo hacer para que nada de vosotros se desvanezca? ¿Cómo preservaros de la angustia que os echa a perder? Yo me decía a mí misma: "Camino a su lado, y mañana aún estará aquí". Y otra voz, más fuerte, declaraba: "Todo esto ya nunca volverá a existir". Y nuestros ojos se buscaban, siempre al mismo tiempo, como si solamente fuéramos capaces de hallar auxilio en la mirada del otro. Cuando él veía que mis ojos se llenaban de espanto, encontraba deliciosas formas de alegría para hacerme sonreír. Pero pronto no hubo ya entre nosotros espacio para otra cosa que no fuera el ansia o la desesperación, y la una retenía a la otra. Ya no admitíamos la separación.
Van Rysselberghe, Maria, Hace cuarenta años [Il y a quarante ans], errata naturae, Madrid, 2012. Traducción de Regina López Muñoz. Epílogo de Natalia Zarco. Rústica, 88 páginas.