La pasión por los libros lo poseía completamente, hasta el punto de que casi ni comía, ni bebía, ni dormía, dominado, día y noche, por su idea constante. Su imaginación suspiraba por una biblioteca que sería regia tanto en magnitud como en tesoros de sublimidad y belleza que contendría. ¡Con qué gusto respiraba su olor anticipadamente, qué orgulloso y feliz se sentía al considerar ya las inacabables hileras de volúmenes! ¡Con qué alegría dejaba que su mirada se perdiera entre la innumerable multitud de sus libros! Los había por todas partes: ¿levantaba la cabeza? ¡libros! ¿la bajaba? ¡libros también! Y a la derecha y a la izquierda... ¡libros, siempre libros!
Ramon Miquel i Planas, El librero asesino.
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