Desde el año 1997, el día 24 de octubre se celebra el Día Internacional de la Biblioteca, en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada en el verano de 1992 durante la guerra serbo-bosnia. La biblioteca no tenía valor estratégico ni era un objetivo militar, aun así, la noche del 25 al 26 de agosto las fuerzas radicales serbias acabaron con ella. El edificio que la albergaba había sido construido a finales del siglo XIX, en 1894, en el Imperio austro-húngaro, para ubicar el ayuntamiento de la ciudad. El arquitecto vienés Carl Patch lo diseñó en un estilo modernista con rasgos orientales, evocando la herencia turca de Bosnia y su crisol cultural. A partir de 1951 se convirtió en la sede de la biblioteca. Alrededor de un millón y medio de volúmenes, entre ellos 155.000 obras raras (manuscritos e incunables), reunidos por musulmanes, serbios ortodoxos, croatas católicos y judíos fueron pasto de las llamas en un bombardeo espeluznante que conmocionó a la opinión pública mundial. Aunque la biblioteca lucía las banderas azules que indicaban que se trataba de un edificio perteneciente al patrimonio cultural, las tropas serbias hicieron caso omiso. Se lograron rescatar algunos libros gracias a las cadenas humanas que se organizaron, pero la intensidad del fuego provocó que el techo se hundiera y las ventanas reventasen.
El historiador Mirko Gmerk acuñó el término «memoricidio» después de esta tragedia, haciendo referencia a la «destrucción intencionada de la memoria y el tesoro cultural de un pueblo». Las Naciones Unidas lo consideran un crimen contra la Humanidad.
Desde el fin de la contienda, la rehabilitación de la biblioteca se convirtió en una tarea prioritaria para los bosnios. (El Ministerio de Cultura del gobierno español dedicó un millón de euros a reparar su fachada).
La Biblioteca de Redfield Hall se une a esta conmemoración y hace votos para que este tipo de crímenes no vuelvan a suceder.