domingo, 31 de julio de 2011

¿La cultura es un placer... o no?


Realmente, hay pocos títulos que encajen mejor en una biblioteca que Signatura 400, la primera novela de la prometedora escritora francesa Sophie Divry, publicada en España por la editorial barcelonesa Blackie Books. Destacan en su impecable edición la esmerada y ajustada traducción a cargo de María Enguix y la labor de corrección del libro. Una preciosa cubierta en tapa dura con una ilustración de libros de vivísimos colores, diseñada por Sergio Ibáñez, permite que la obra se distinga perfectamente entre el resto de títulos de la mesa de novedades. Este libro es una pequeña joya y sabrá apreciarlo en su justa medida cualquier persona a la que le gusten los libros, leer, la literatura o las bibliotecas.
La protagonista de esta novela es una bibliotecaria anónima de provincias que un buen día descubre a un usuario dormido en el sótano de la biblioteca, justo la planta en la que ella trabaja, dedicada a la sección de Geografía. La bibliotecaria, relegada y olvidada tanto por sus compañeros de trabajo (todos por encima de ella de acuerdo con la jerarquía bibliotecaria) como por los lectores (que apenas se dirigen a ella nada más que para solicitarle los libros en préstamo que desean), comienza un monólogo en el que va relatando su vida a este usuario al que ni siquiera conoce. Al final de la novela conoceremos perfectamente a la bibliotecaria, sus frustraciones, sus amores, aficiones, lecturas preferidas... Es imposible resistirse al encanto de esta mujer de mediana edad secretamente enamorada de un joven que frecuenta la biblioteca a la que le gustaría encargarse de la sección de Historia, que ama a Maupassant, que tiene al creador del Sistema Dewey de clasificación bibliográfica por un héroe, que quiere acabar con la democratización de la cultura (ella sólo lee autores muertos), que no soporta a los usuarios que únicamente acuden a la biblioteca a leer cómics y a ver deuvedés, que desprecia a Napoléon y admira la Revolución (por su capacidad para poner orden) y que reinvindica infructuosamente que se ocupe la signatura 400 del sistema Dewey, relegada al vacío desde que se desplazaron las lenguas a la 800.
Sophie Divry ha dedicado este libro a todas aquellas personas que encuentran hueco más fácilmente en una biblioteca que en la sociedad.

Esos libros que se publican ahora, habrá de todo, pero en general no son buenas compañías. Y si te mezclas a diario con libros malos, inteligente no te vuelves. Tampoco es para sorprenderse. ¿Nunca lo ha pensado? ¿Qué tipo de literatura puede producir una sociedad en la que no hay ni guerras, ni epidemias, ni revoluciones? Se lo diré yo: ficciones estúpidas [...]. Cuando veo, al empezar el curso, todos esos libros necios que invaden las librerías y que al cabo de unos meses sólo sirven para venderse al peso... De todos esos libros que te asaltan a centenares, el noventa por ciento sólo sirve para envolver sardinas. [...] Los peores son los libros exprés, los libros de actualidad: se encargan, se escriben, se imprimen, se televisan, se compran, se retiran, se destruyen. Los editores deberían poner la fecha de caducidad al lado del precio, ya que son sólo libros de consumo.

Divry, Sophie, Signatura 400 [La Cote 400], Blackie Books, Barcelona, 2011. Cartoné, 112 páginas.
(En el vídeo siguiente Sophie Divry presenta su novela en el Salon du Livre de París, que se celebró en marzo de este año).

domingo, 3 de julio de 2011

Muriel Spark y sus señoritas de escasos medios


La escritora escocesa Muriel Spark (1918-2006) tuvo su momento de gloria en España en los años setenta y ochenta, cuando varias editoriales (sobre todo, Lumen) publicaron algunas de sus novelas. Resurgió de nuevo en el año 2006: en esa fecha Pre-Textos dio a la prensa la que se considera, en general, la mejor de sus obras: La plenitud de la señorita Brodie. Han tenido que transcurrir varios años para volver a disfrutar de la escritura ágil, punzante y curiosa de la señora Spark. Así, en 2010, Plataforma sacó a la luz Memento mori, y este 2011 nos ha traído, felizmente, dos novelas más: El asiento del conductor, en Contraseña, y Las señoritas de escasos medios, en Impedimenta. Esta última obra no ha podido encontrar mejor hogar que el catálogo de esta editorial, cuya línea de recuperación de clásicos ingleses (con mucha frecuencia, jamás traducidos en España) es ejemplar. (Esperamos con alegría el otoño, porque a esta bibliotecaria le consta que Enrique Redel, alma de Impedimenta, nos deleitará con una novedad que provocará el entusiasmo de los seguidores de la mejor literatura británica).
Las señoritas de escasos medios está ambientada en Londres, durante la complicada primavera y el triste verano de 1945, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, cuando la capital inglesa no pasaba por su mejor momento y «toda la gente buena era pobre». En el club May of Teck, en Kensington, residen muchachas sin dinero y solteras que se buscan la vida como buenamente pueden para sobrevivir a los rigores y angustias de la época. Sin embargo, hasta en los momentos más oscuros puede surgir la alegría y estas señoritas, con un futuro más bien incierto, quieren disfrutar de la vida. El hilo conductor de la novela es Nicholas Farringdon, un aprendiz de escritor cuya editora, Jane Wright, reside precisamente en May of Teck. Cuando el joven autor conoce a estas señoritas cae rendido ante ellas (y ellas ante él) y de su mano se van desgranando las personalidades y circunstancias de cada una. La galería de muchachas que retrata Muriel Spark es sencillamente deliciosa. Las chicas del May of Teck sabían, ante todo, «cómo aprovechar el tiempo», y así, a lo largo de la novela, nos muestran sus vaivenes sentimentales y profesionales (sus principales preocupaciones son el amor y el dinero, por este orden) y sus anhelos sociales.
Muriel Spark, con un estilo narrativo irónico y en ocasiones despiadado, traza la historia agridulce de una época terrible, empleándose en la mejor de las tradiciones de la novelística inglesa.
Desde la Biblioteca de Redfield Hall esperamos que más editoriales se sumen al rescate de este gran nombre de la literatura británica, especialmente en su faceta de autora de no ficción, donde destaca con varias obras sobre Mary Shelley y las hermanas Brontë.

Toda la buena gente era pobre, pero había pocas personas tan decentes, en cuanto a decencia propiamente dicha, como las chicas de Kensington que por la mañana se asomaban a la ventana para ver qué tiempo hacía o que atisbaban por la tarde el verdor del parque como pensando en los meses venideros, en el amor y sus vericuetos. Sus ojos brillaban con un entusiasmo que, pareciendo rozar la genialidad, era simple juventud. La primera norma del estatuto, redactado hacía tiempo y con la ingenuidad característica de la época eduardiana, aún se le podía aplicar a las chicas de Kensington sin apenas cambio alguno: «El club May of Teck existe para proporcionar seguridad económica y amparo social a las señoritas de escasos medios, con una edad inferior a los treinta años, que se ven obliagadas a residir lejos de sus familias por tener que desempeñar un trabajo en Londres». Como ellas mismas sabían en mayor o menor grado, por aquel entonces había pocas personas más encantadoras, ingeniosas, conmovedoramente bellas y, en ciertos casos, salvajes, que las señoritas de escasos medios.

Spark, Muriel, Las señoritas de escasos medios [The Girls of Slender Means], Madrid, Impedimenta, 2011. Traducción de Gabriela Bustelo. Rústica con sobrecubierta, 184 páginas.