jueves, 26 de noviembre de 2009

Por fin, las hermanas Bennet


En los tiempos que corren, en los que el nombre de Jane Austen es víctima de un aprovechamiento desvergonzado y el título y la obra Orgullo y prejuicio se plagia con añadidos lastimosos por parte de ciertos aficionados a la subliteratura, en la biblioteca de Redfield Hall se celebra con gran alegría la publicación en Alba de Orgullo y prejuicio (éste sí, el verdadero y auténtico texto de la autora de Steventon). Esta exquisita y primorosa edición se ha mimado de principio a fin. Una hermosa imagen de un pavo real, procedente de un fresco del siglo XVII, aparece casi insólitamente en la cubierta, en la que, con toda seguridad, más de un lector habría esperado encontrar el lánguido retrato de una dama inglesa. En todo caso, esta "innovación" en la imagen de cubierta no dejará indiferente a los fieles seguidores de Alba. Las ilustraciones de este volumen, así como las capitulares (espectacular la de la página 13), se han tomado de la edición de Chiswick Press, Londres, de 1894, y son obra del irlandés Hugh Thomson (1860-1920), uno de los más afamados ilustradores de la época victoriana (dibujó las estampas de todas las novelas de Jane Austen, además de las de otros clásicos literarios). La historia de las hermanas Bennet no podía encontrar mejor acomodo que esta edición. Con la publicación de Orgullo y prejuicio, Alba prácticamente completa las obras de Jane Austen, a falta sólo de la ansiada edición de las aventuras de la señorita Woodhouse.
Jane Austen (1775-1817) escribió Orgullo y prejuicio en 1813. Comenzó a escribir desde muy joven, para deleite de su familia, y dejó tras su corta vida seis obras maestras, además de una novela inconclusa y algunos relatos de juventud. Alcanzó de inmediato una fama y un prestigio que no ha disminuido un ápice desde aquellas primeras décadas del siglo XIX. De ella dijo sir Walter Scott: "Esa joven dama tiene un enorme talento para describir las relaciones de sentimientos y personajes de la vida ordinaria, lo cual me resulta ciertamente maravilloso".

Es una verdad universalmente aceptada que todo soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa. Aunque apenas se conozcan sus sentimientos u opiniones cuando llega a un vecindario, esa verdad está tan arraigada en la imaginación de las familias circundantes que todas le consideran propiedad legítima de una u otra de sus hijas.

Austen, Jane, Orgullo y prejuicio [Pride and Prejudice], Alba Editorial, Barcelona, 2009. Traducción de Marta Salís, ilustraciones de Hugh Thomson. Cartoné con sobrecubierta, 424 páginas.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El difícil (y divertido) oficio de la servidumbre


El escritor irlandés Jonathan Swift (1667-1745) ha pasado a la posteridad por su simbólica obra Los viajes de Gulliver (1726), pero en su dilatada carrera literaria destacan otros muchos libros, algunos prácticamente desconocidos en la actualidad. La editorial Sexto Piso inicia felizmente la recuperación de varios de estos raros títulos (La batalla entre los libros antiguos y modernos e Historia de una bañera siguen esperando una publicación moderna). Instrucciones a los sirvientes vio la luz en 1731. Años después, en una edición de 1752, su editor, George Faulkner, indicó en la introducción que en realidad la obra no estaba terminada, porque Swift pretendía dedicarse a otras tareas de más enjundia. Esta hilarante galería de instrucciones a los más variopintos oficios domésticos —mayordomos, cocheros, mozas de cámara, mozos de cuadra, lecheras, doncellas, administradores de tierras, lavanderas y ayas, entre otros—, que el señor Swift tan bien conocía, aúna mordacidad e ingenio a partes iguales. Él mismo fue sirviente durante muchos años de su vida, como empleado del diplomático y escritor sir William Temple, en Inglaterra. Sus relaciones no fueron precisamente idílicas y en 1694 Swift regresó a Irlanda para ordenarse sacerdote. Más tarde, en 1696, se reconciliaron y Swift permaneció con él hasta su muerte, en 1699. Durante esos años se dedicó a escribir y después se consagró a su carrera religiosa y política. Tras ejercer variados cargos religiosos, finalmente fue nombrado deán de la catedral de San Patricio, en Dublín. "Estoy mortalmente harto de despedir y contratar sirvientes", dijo por aquellos años. Y en esta catedral está enterrado; él mismo redactó su hermoso epitafio: "Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, deán de esta catedral, en un lugar en que la ardiente indignación no puede ya lacerar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar a un hombre que fue un irreductible defensor de la libertad".

Los amos y las señoras suelen regañar a los sirvientes por no cerrar las puertas tras ellos, pero ni los amos ni las señoras tienen en cuenta que esas puertas hay que abrirlas antes de poder cerrarlas, y que abrir y cerrar puertas es doble trabajo; por tanto, lo mejor, lo más corto y lo más fácil es no hacer ni una cosa ni la otra. Pero, si insisten tanto en que cierres la puerta que no puedes olvidarlo con facilidad, da un portazo tan grande al salir que tiemble toda la estancia y que todo vibre en su interior, para que tu amo y tu señora adviertan que sigues sus instrucciones.

Swift, Jonathan, Instrucciones a los sirvientes [Directions to Servants], Sexto Piso, Madrid, 2007. Introducción de Colm Tóibín, traducción de Ismael Attrache. Rústica, 112 páginas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Laurel vuelve a casa


Eudora Welty (1909-2001) ganó el Premio Pulitzer en 1973 con esta novela, La hija del optimista, inédita hasta ahora en español, inexplicablemente. Impedimenta la publica en una cuidadísima edición, como acostumbra. A los detalles de siempre -exquisito diseño, excelente papel- se añade esta vez un precioso marcapáginas con la ilustración de cubierta.
La hija del optimista narra la historia de Laurel McKelva, una viuda de mediana edad que regresa a su ciudad natal con el fin de visitar a su padre enfermo, un juez ya retirado. En la casa familiar, en Mount Salus (Mississippi), vigilada de cerca por Fay, la segunda y joven esposa de su progenitor, Laurel se enfrenta a sus recuerdos de juventud y a los fantasmas del pasado. En el característico estilo adusto de la señora Welty, el lector disfrutará especialmente con los magníficos diálogos y la distintiva ambientación de las novelas sureñas.
Eudora Welty nació en Jackson, Mississippi, y allí residió prácticamente durante toda su vida, en una casa que sus padres construyeron y que en la actualidad acoge la Fundación Eudora Welty. Dedicada en principio a la fotografía, en los años cincuenta abandonó esta actividad para entregarse plenamente a la literatura. En 1936 publicó su primer cuento, Death of a Traveling Salesman. La escritora Katherine Anne Porter se fijó en él y se encargó del prefacio en su primer libro de cuentos, Una cortina de follaje (1941). Con su publicación, Eudora Welty se convirtió en una de las más aclamadas escritoras estadounidenses y su consagración como tal llegó con La hija del optimista. La editorial Lumen ha publicado sus Cuentos este año, en el que se conmemora el centenario del nacimiento de la escritora.

Desde la ventana de las escaleras pudo ver que las ramas del manzano silvestre se habían apresurado a verdear, todas salvo una, que estaba todavía cargada de flores. Ya habían quitado del salón las últimas flores del funeral: los tulipanes, que habían estado preciosos hasta que se les cayó el último pétalo. Sobre la chimenea pintada de blanco estaba el reloj: allí resistían, en sus respectivas posiciones alrededor de la esfera, las grullas en su círculo de luna, el mendigo con su linterna, el poeta en su catarata...

Welty, Eudora, La hija del optimista [The Optimist's Daughter], Impedimenta, Madrid, 2009. Prólogo de Félix Romeo, traducción de José C. Vales. Rústica con sobrecubierta, 232 páginas.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La doble vida de Jenny Blair


En una pequeña ciudad del estado de Virginia, dos familias se resisten a abandonar el barrio antaño de clase alta en el que siempre han vivido, cercado ahora por las fábricas. La reciente Guerra de Secesión las ha despojado de sus recursos económicos y se han quedado allí "para contemplar la invasión de la fealdad". Los Birdsong y los Archbald intentan que su vida transcurra de la mejor manera posible en un paisaje sucio, pútrido e impregnado constantemente de un terrible hedor (que casi se palpa y respira durante la lectura de la novela). Jenny Blair Archbald es el hilo conductor de la historia. Casi desde la infancia, Jenny Blair está enamorada del marido de la enfermiza señora Birdsong, la dama más bella de Virginia. Esta relación, prohibida y soterrada, está admirablemente descrita, al igual que la ceguera con la que el resto de los protagonistas asisten al desarrollo de los acontecimientos.
Ellen Glasgow (1873-1945) retrata certeramente la sociedad finisecular americana, sus conflictos, sus tragedias, sus inquietudes con realismo e ironía. Perteneciente ella misma a la aristocracia sureña, no duda en arremeter contra su decadencia y los prejuicios religiosos y sociales que la atenazan. La señora Glasgow se dedicó en exclusiva a la literatura: publicó su primera novela a los 24 años, The Descendant (inédita en español). A ésta siguieron, a lo largo de su vida, otras veinte, varias recopilaciones de poesía, cuentos y ensayos, además de su autobiografía, que se publicó de manera póstuma. Ganó el Premio Pulitzer en 1942, con la novela En esta vida nuestra.
La vida resguardada (1932) sale a luz por primera vez en español al cuidado de Espasa Clásicos, que cuenta ya en su moderno catálogo con magníficas ediciones puestas al día de algunos textos imprescindibles de la literatura universal. Como es habitual, la edición y la traducción de la obra se han cuidado lo necesario para que la lectura se convierta en todo un "placer sureño".

No, ella no había querido enamorarse. Ni siquiera, se repetía con actitud desafiante, había querido nacer. Algo más grande que ella misma la había atrapado con sus garras y se la había llevado. Y a pesar de lo mucho que había luchado por escapar, todavía la acosaba la angustia. Lo había apartado de su mente durante días, se había esforzado por no pensar en él ni siquiera en la oscuridad de la noche, había abordado con fervor las diversiones más triviales. Y luego, sin previo aviso, como el halcón se precipita sobre su presa, volvieron a atraparla la incertidumbre, la tristeza, el deseo frustrado.

Glasgow, Ellen, La vida resguardada [The Sheltered Life], Espasa Calpe, Madrid, 2008. Prólogo de la autora, traducción de Amado Diéguez Rodríguez. Cartoné con sobrecubierta, 344 páginas.